A favor de las cuotas

A favor de las cuotas

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Las llamadas políticas de acción afirmativa se utilizan para superar inequidades de representación -sea esta política o de otro tipo-. Su objetivo no es «ayudar» a un determinado grupo, como muchos creen erróneamente, sino favorecer la vida democrática. Este tipo de sistema transitorio ha sido puesto en práctica en varios países para superar brechas de género. Chile se acaba de sumar a esa lista, al implementarse, para la próxima elección, una cuota de 40% de mujeres para el Senado y la Cámara de Diputados.

Decir que la mayoría de los partidos políticos se sintieron forzados por esta ley -una que, por cierto, aprobaron- es poco. Todo tipo de críticas, del más diverso calibre intelectual, han arreciado, pero dos han sido las más recurrentes: la rapidez o improvisación, y el «escaso elenco» para llenar los cupos.

Lo que esta ley pretende corregir es la bajísima representación parlamentaria femenina, de solo 16% (15,8 en la Cámara, 15,7 en el Senado), lo que nos aleja de la OCDE, pero también de Latinoamérica. Según el Foro Económico Mundial, a este ritmo, Chile demoraría más de 100 años en llegar a la plena igualdad de género.

Desde ese punto de vista, suena coherente poner en práctica medidas urgentes y ambiciosas, como son las cuotas. Por otra parte, los partidos estaban advertidos hace bastante tiempo (esta ley se aprobó en mayo de 2015) y es su responsabilidad no haberle dado prioridad. En general, este desafío fue tomado con liviandad, y por eso -no por culpa de la ley- ha habido improvisación y episodios indignos, donde han puesto mujeres para cumplir y hacer check , en lugares donde no saldrán elegidas, o expresando que su candidato es otro (caso Arica pasará a la historia). Con todo, hay 412 candidatas (cuatro veces más que la última elección). Los optimistas estiman que podrían ser elegidas en un porcentaje que doble la situación actual, y los pesimistas creen que será en torno al 20%.

Es de esperar que esta medida transitoria funcione. Pero no deja de ser valioso que se intente, con medidas concretas, superar injusticias históricas como esta. Y no deja de ser llamativo que sus principales detractores sean, en general, hombres que, carentes de toda conciencia acerca de sus privilegios, no han destinado un minuto de sus vidas a pensar una alternativa mejor. La clase política en general, salvo excepciones notorias, no le asigna prioridad ni urgencia alguna a este tema. Y debieran: la razón para superar esta inequidad de representación no es otra que la esgrimida por el primer diputado de la República que impulsó el voto femenino en Chile, basado «en la necesidad de ser consecuente con las exigencias del sistema democrático».

 

El Mercurio

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