¿Y dónde está el candidato?-Claudio Hohmann

¿Y dónde está el candidato?-Claudio Hohmann

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Falta poco más de dos años para que se inicie la carrera por la sucesión del Presidente Gabriel Boric en La Moneda. Alguien dirá que lo que queda por delante hasta noviembre de 2025 es una “eternidad” en política, considerando que se trata de un ámbito cada vez más determinado por la contingencia y mucho menos por una mirada larga acerca de nuestro desarrollo -lo que mitigaría el actual cortoplacismo que la domina. En consecuencia, no tendría sentido ocuparse del tema con tanta antelación, cuando el gobierno ni siquiera cumple un año y medio en el ejercicio del poder.

Pero para los efectos de la construcción de una candidatura presidencial competitiva podría ser que el plazo ya sea insuficiente o que se acabe antes de siquiera comenzar a armar las piezas, especialmente cuando uno de los bandos en competencia -la izquierda- no dispone todavía de nombres que le aseguren a todo evento un lugar en la papeleta de la segunda vuelta. No alcanzar ese objetivo se convertiría en un hecho político de la mayor significación. Sería un resultado inimaginable para un país que desde 1990, sin interrupciones, ha visto competir en ocho ocasiones a la izquierda y a la derecha por el sillón presidencial. De hecho, en la mayoría de las democracias estables -entre ellas la nuestra, que se ha mostrado capaz de superar embates refundacionales de envergadura- casi sin excepciones las izquierdas y las derechas compiten por hacerse del gobierno, alternándose en el poder a lo largo del tiempo.

Lo que lo hace un tema de indudable interés, incluso cuando todavía la próxima elección presidencial asoma lejana, es la inédita carencia de liderazgos en la izquierda con capacidad para desembocar en una candidatura presidencial competitiva. De hecho, ningún militante de los partidos oficialistas se encuentra actualmente bien posicionado en alguno de los estudios de opinión pública que se realizan en el país -descontando a Michelle Bachelet, que al igual que Sebastián Piñera, últimamente aparecen entre las diez figuras políticas mejor evaluadas.

Nunca se ha dado antes que el candidato o candidata de la izquierda en la segunda vuelta no fuera uno de esos personajes mejor apreciados en las encuestas. Nunca fue un recién llegado o una recién llegada a ese escenario de la popularidad política, sino que, al contrario, emergió desde allí -el caso de Alejandro Guillier es paradigmático- para convertirse en precandidato(a) presidencial de la izquierda tradicional, con la plena seguridad de disputar la segunda vuelta, cuando no la de ser el elegido o la elegida en la contienda decisiva.

Esta es la primera vez que ese personaje no asoma por ningún lado. Nadie del Socialismo Democrático ni del Frente Amplio ha logrado instalarse en ese grupo privilegiado -el top ten de la política-, como lo hacían años antes de la última elección presidencial Gabriel Boric, Giorgio Jackson, Beatriz Sánchez y Jorge Sharp, sin olvidar al comunista Daniel Jadue que por momentos lideraba las encuestas. Como bien sabemos, de entre ellos salió el candidato de la izquierda que finalmente llegó a La Moneda. Nada de eso está ocurriendo actualmente, ni se vislumbra que vaya a suceder en el tiempo previsible.

Está el extraño caso del gobernador Claudio Orrego, entreverado entre los políticos de mayor apreciación ya por largo tiempo, aunque consistentemente superado por Evelyn Matthei, Rodolfo Carter o Germán Codina, que vienen alternando sus nombres en el podio más ambicionado de la política chilena, mientras José Antonio Kast no le pierde la pisada. Orrego, que nunca ha disimulado sus afanes presidenciales y al que el sillón de O’Higgins no le vendría nada mal, está en el lugar equivocado para ganarse el puesto. Sería lo más parecido a un político concertacionista de centro en tiempos en los que la polarización del sistema político y sus extremos dominan sin contrapeso.

Para peor, lo que resta del año no ofrece momentos especialmente favorables a la izquierda, ni por el lado del Consejo Constitucional, donde se fragua la que podría ser una nueva Carta Fundamental -con no pocas chances de aprobarse en diciembre-, ni por la parte del gobierno que apenas tiene tiempo para disfrutar la correcta ejecución de su Cuenta Pública hasta que una nueva crisis lo devuelve a la dura realidad de la contingencia. De un contexto tan zarandeado de lado a lado como este no brotará ningún liderazgo de la izquierda con capacidad para ascender y mantenerse en lo alto de los estudios de opinión pública.

Por cierto, la izquierda oficialista terminará encontrando un nombre para participar en la próxima elección presidencial. Pero así como van las cosas podría pasar este año y llegar al próximo sin que una posición expectante de uno de los suyos en las encuestas le pudiera facilitar la tarea. Y entonces ya podría ser tarde para constituir una candidatura competitiva, donde Claudio Orrego o, incluso, Evelyn Matthei, podrían alcanzar votaciones suficientes para ir a una segunda vuelta junto a José Antonio Kast. Sería lo que se suele decir un auténtico batacazo. Quedarse fuera de la competencia por la presidencia de la República sería el costo más alto que podría pagar la izquierda por el descomunal error de apostar a la refundación del país en lugar de hacerlo por el crecimiento y el desarrollo. (El Líbero)

Claudio Hohmann