Violencia contra la mujer-Loreto Cox

Violencia contra la mujer-Loreto Cox

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A mediados del siglo XX, Mao Tse-tung dijo que el poder nace del fusil. No es obvio que lo que emerge del cañón de un arma sea verdaderamente poder o si, más bien, debe recurrirse a él precisamente porque el poder es insuficiente, como argumentó Hannah Arendt. Pero es indudable que el fusil es una fuente efectiva de obediencia.

Ya sea que la fuerza física provea poder o meramente obediencia, el hecho es que ella se usa contra un gran número de mujeres en la intimidad del hogar, convirtiéndose en una amenaza latente no solo para las que la sufren, sino también para todas las que en algún momento la han visto como una posibilidad (el poder, según Mao, no nacía del disparo, sino solo del fusil).

El flamante libro del CEP sobre brechas de género, editado por Sylvia Eyzaguirre y Rodrigo Vergara, incluye un capítulo sobre violencia de pareja, de M. José Abud, Roberto Cases y Pilar Larroulet, basado en la Encuesta de Violencia contra la Mujer de 2020. Los datos revelan que el 7% de las mujeres entre 15 y 65 años declara haber sido alguna vez víctima de violencia sexual (una en catorce); el 16%, haber sufrido violencia física (una en seis); y el 38%, violencia sicológica (más que una en tres). Si nos remontamos solo al último año, la violencia sexual alcanza al 3%, la física al 4% y la sicológica al 20%. En tres cuartos de los casos esta violencia tiene como victimario a la pareja o la expareja.

Si bien estas formas de violencia están presentes en todas partes, afectan más gravemente a las mujeres menos educadas y de niveles socioeconómicos más bajos, como suele ocurrir con los males de la sociedad. La violencia física es cuatro veces más prevalente en el grupo socioeconómico bajo que en el alto. Es decir, este flagelo ataca más fuerte a las mujeres para las cuales es más difícil, por razones económicas, dejar el hogar común y armar uno propio —quizás las ataque más fuerte, justamente, por eso.

La experiencia de la violencia intrafamiliar, sabemos, tiene efectos devastadores. Me imagino que una vez que se ha vivido, es difícil que desaparezca de ahí como posibilidad, insoslayable, permeando el día a día, y mermando el poder negociador para la toma de decisiones familiares y también la libertad para las personales. La sombra del miedo debe ser permanente, la autonomía, truncada.

Aunque en muchos sentidos la humanidad ha avanzado en erradicar la violencia de la vida social —reemplazándola por votos y reglas—, tiene una deuda pendiente ahí, en el espacio más íntimo. Es un espacio en el que las reglas a veces tienen poco alcance, precisamente porque es muy íntimo. La educación, los apoyos y la justicia debieran proteger este espacio. Pero, dado el diferencial de fuerza física, típicamente acompañado de un diferencial de ingresos, en algunas parejas persistirá un desbalance de poder (como con el fusil de Mao), o al menos una fuente efectiva de obediencia. Por eso es tan importante que toda mujer tenga la independencia económica que le permita, llegado el momento, escapar de esa relación. Es, creo, un buen resguardo para que, en la pareja, el poder no nazca del fusil. (El Mercurio)

Loreto Cox