Vacío político y futuro de las luchas sociales-Gabriel Boric, Carlos Ruiz

Vacío político y futuro de las luchas sociales-Gabriel Boric, Carlos Ruiz

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La política chilena llegó al final del callejón sin salida por el que venía caminando hace años. La popularidad de la Presidenta Bachelet, que había permitido eludir el profundo distanciamiento y desconexión entre el sistema de partidos y la sociedad chilena, se derrumba al conocerse los negocios de su hijo y, con ello, la poca legitimidad que le quedaba al pacto político de la transición.

Son los casos de financiamiento ilegal de la política los que gatillan esta crisis, pero sus raíces son mucho más profundas. El sistema político que debuta en 1990 presuponía una democracia diseñada para atender los intereses del gran empresariado. Cuando la sociedad, despojada de los temores de la regresión autoritaria, acudió a esa política en busca de espacios de participación y cambios, descubrió que no había tal lugar. Tal cerrazón lleva décadas engendrando apatía, frustración y rabia. La esperanza y legitimidad con la que se inauguró el ciclo de los 90 fue lentamente descomponiéndose hasta llegar a ser únicamente sustentada por el carisma de una persona. Y en febrero esa burbuja reventó.

Hoy, ninguno de los mecanismos de contención y desarticulación que operaron durante los 90 y los 2000, como los oscuros acuerdos «transversales» o la amenaza del retorno de los militares, aplaca la indignación ciudadana. Eso que queda es la inercia de algunos -como Bitar, Correa, Insulza, Viera-Gallo- que no han entendido que la sociedad chilena cambió, e invocan los chantajes conservadores de la transición, cuyo ridículo apenas acaso despierta compasión. Es que saber que aquellos que por décadas nos hablaron de democracia y derechos humanos comían del mismo plato que quienes defendían la herencia de la dictadura (qué más podemos entender de la afirmación «a veces hay que cerrar los ojos» de Francisco Vidal), ha terminado de romper en la conciencia de cada uno de nosotros las ataduras de la transición.

La solución del consejo asesor de Michelle Bachelet reafirma y profundiza los rasgos autoritarios y antidemocráticos de su liderazgo. Tras años de elusivas y ambigüedades ante los conflictos que atraviesan a la sociedad chilena, esta crisis reafirma los límites históricos del imaginario concertacionista para abrir la democracia. Mismo talante tienen quienes, habiendo estado en veredas opuestas con los cambios demandados por la sociedad, hoy piden nueva Constitución, no como forma de gestar un nuevo pacto social, sino como un balón de oxígeno más para la vetusta política de la transición y toda su sordera con la sociedad.

La historia nos enseña que hay momentos en que un poder lo suficientemente consolidado es capaz de resistir hasta las más grandes gestas, pero hay otros en que la acción decidida de la sociedad puede abrir camino a grandes transformaciones.

Hoy, el vacío político instalado amenaza con engendrar un liderazgo autoritario que aproveche el hastío generalizado para barrer con los políticos, la política y la propia idea de democracia. No hay ninguna manera en la que un acuerdo entre quienes son vistos como los culpables de esta crisis pueda ofrecer una solución. El único camino para recomponer el nexo entre sociedad y política es que esta se abra a realizar las demandas que la ciudadanía ha estado exigiendo. Esto no es posible hacerlo como lo hizo Bachelet el 2014, torciendo las banderas y excluyendo a los actores. Es necesario que la política se abra a incorporar en un diálogo y acuerdos sustantivos a los actores sociales que representan estos procesos de cambio. Son dichos diálogos y acuerdos los que permitirán, primero, reponer a la política como el espacio de mediación y resolución de los conflictos sociales, y segundo, hacer contrapeso a la enorme cooptación y colonización que tienen los poderes fácticos (empresarios, iglesia, medios de comunicación) sobre el Estado. De lo contrario, no avanzaremos a una democracia plena.

En Chile no existen en este momento los actores políticos que puedan llevar adelante esta tarea; de ahí la actual crisis. Es solo al calor de la lucha por una transformación sustantiva, capaz de recuperar la soberanía sobre nuestras vidas que ha robado el mercado, que puede constituirse un sujeto político para llevar adelante las tareas de abrir la democracia, e inaugurar, finalmente, un nuevo ciclo histórico. Un genuino proyecto político que realice los anhelos que ha planteado la sociedad.

Es vital enfrentar el abatimiento y decepción que ha producido la crisis de corrupción, para retomar la senda de las movilizaciones por cambios que siguen pendientes, orientándolas a tomarse la arena de la política, y derribar los muros de la transición. (El Mercurio)

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