Nuestros universitarios se están formando a distancia. Algunos no alcanzaron a conocer a sus profesores, compañeros, salas —el mundo universitario tradicional, que, por lo demás, no sabemos si volverá como lo conocemos—. A los desafíos técnicos de acceso de calidad a internet, disponibilidad de computadores y espacios adecuados, se suman desafíos socioemocionales complejos, para los cuales no los preparamos. Es tiempo de poner foco en la gestión de la motivación como parte del proceso educativo.
La motivación por aprender, si bien es una inclinación natural, requiere autogestión para mantenerse en el tiempo, incluyendo reglas y procesos, además de un propósito claro y una infraestructura psicológica y social de la cual obtener apoyo y retroalimentación.
La autogestión (el manejo de la atención, emociones y comportamiento al servicio de una meta valorada) es una de las habilidades socioemocionales más predictivas del desarrollo académico, según pudimos constatar con datos de California. En Estados Unidos, las universidades más selectivas invierten más que el resto en que sus estudiantes desarrollen autogestión. Para ello tienen “coachs académicos”, redes de mentores, centros dedicados a promover hábitos de estudio, higiene del sueño, cultura del autocuidado, ejercicio, etc.
También es necesario armar una infraestructura social y psicológica. Ningún estudiante logrará enfrentar este desafío solo. Hoy más que nunca necesitamos funcionar en equipo, lo que implica crear y mantener conexión con compañeros, profesores o familiares. Ellos serán fuente de apoyo y aprendizaje importante, y también ellos necesitan del apoyo constructivo de cada uno.
Si bien muchos no tenemos estas habilidades, estudios recientes demuestran que el cerebro no deja de crear conexiones neuronales, desarrollando nuevas habilidades y conocimientos. El de nuestros universitarios está en una etapa especialmente plástica, lo que facilita este aprendizaje. Con cada nuevo intento, estas habilidades mejorarán y quedarán mejor preparados para los desafíos que se repetirán en el futuro.
Son tiempos complejos para nuestros estudiantes, pero la situación que viven ahora posiblemente los prepare mejor para el futuro que les tocará. El mundo profesional que enfrentarán al graduarse se parece mucho más a esto que a la experiencia de una sala de clases tradicional. Reuniones virtuales difíciles de seguir, largas horas frente a una pantalla procesando información, bombardeo de redes sociales… Es posible que estos tiempos no sean los más idóneos para aprender nuevos contenidos, pero demandan desarrollar habilidades que serán indispensables en el futuro. (El Mercurio)
Susana Claro



