Una visión ciudadana

Una visión ciudadana

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La loable preocupación del gobierno por diseñar políticas públicas cercanas a la gente esconde una equivocada concepción de lo que significa gobernar. En una estructura compleja, cada quien debe hacer un trabajo distinto. Por eso, la obsesión por introducir componentes “ciudadanos” en labores que son esencialmente tecnocráticas y administrativas lleva a que el engranaje deje de funcionar toda vez que en lugar de que todos hagan trabajos distintos para conseguir un objetivo común, las distintas áreas del gobierno terminen haciendo todas lo mismo y el país se estanca.

Después del Consejo de Gabinete de ayer, el ministro de Hacienda Rodrigo Valdés declaró que la Presidenta Bachelet los había instado a “tener un enfoque más ciudadano” y había anunciado que en el presupuesto de 2016 tendrían prioridad aquellos temas “más cercanos a la gente”. La declaración de Valdés pasó sin pena ni gloria, reflejando la poca influencia que tiene el ministro de Hacienda. A diferencia de su predecesor, que tenía una cercanía incuestionable con Bachelet, Valdés ha confirmado que su principal logro ha sido, con la salida de Arenas, evitar que desde Hacienda sigan saliendo iniciativas mal diseñadas y peor implementadas. Pero Valdés difícilmente logrará que el país retome el sendero del desarrollo y el crecimiento.

En las palabras de Valdés se esconde el error conceptual que tiene la Presidenta Bachelet respecto a las tareas que deben tener los distintos miembros de su equipo. Preocupada de acercar el gobierno a la gente, Bachelet quiere que todos los ministros se dediquen a la misma tarea. Como es imposible distinguir una gestión en Hacienda con componente ciudadano de una gestión sin componente ciudadano, la petición de la Presidenta bien pudiera ser entendida como letra muerta. Pero la directiva de Bachelet desnuda un problema más de fondo. Bachelet parece no entender que los gobiernos funcionan como equipos en los que distintos actores tienen tareas distintas.

Resultará fácil concordar en que la gestión de un ministro de Hacienda será bien evaluada cuando, dado las circunstancias externas, el país crezca por sobre lo que espera el mercado. Eso permitirá que haya más creación de empleos, más oportunidades y más recursos públicos para programas sociales e inversión en el futuro de Chile. Nada más ciudadano que tener un ministro de Hacienda cuyo desempeño siempre lleve a corregir las estimaciones de crecimiento y empleo al alza. Si en cambio el ministro es ampliamente conocido por su esfuerzo en reducir la desigualdad y en estar cerca de los que sufren por la pobreza, las inundaciones o la marginalidad, pero la economía se comporta por debajo de lo esperado, su desempeño no tiene nada de “ciudadano”, aunque el ministro sea cercano a la gente.

Un buen gobierno no es aquel en que todos los ministros tienen un alto nivel de conocimiento y una buena valoración de su gestión. Un equipo de ministros exitoso es como un equipo de fútbol, algunos meten goles y otros hacen un trabajo que no siempre resulta en cercanía con la galería o en conocimiento popular. Pedir a todos los ministros que incorporen componentes ciudadanos en su desempeño es tan errado como exigir a todos los jugadores que metan goles. Para que el equipo pueda jugar bien ofensivamente, hay que tener bien cubierta la defensa y el mediocampo. Ocurre lo mismo con la preocupación por los componentes ciudadanos, para que el gobierno esté cerca de la gente, hay que cuidar las tareas defensivas de generación de condiciones para el crecimiento, buena gestión y evitar errores no forzados. Un país es mejor —y un gobierno es más cercano a la ciudadanía— cuando no hay listas de espera para atención médica en el sistema público, aunque nadie conozca el nombre del ministro de Salud, que cuando la gente se muere esperando ver a un especialista y todos conocen el nombre de una ministra que declaró que en las clínicas del barrio alto se hacen abortos clandestinos.

La Presidenta Bachelet correctamente quiere poner el foco de la gestión en el bienestar de los chilenos y en combatir la desigualdad. Después de todo, por eso ganó abrumadoramente en 2013. Pero poner el foco en la ciudadanía no quiere decir que todos los ministros deben salir a la calle. Cuando el gobierno genera las condiciones para que el país crezca por sobre las estimaciones de los expertos, logra eficiencia en la gestión y diseña políticas públicas innovadoras y efectivas, la cercanía permite dotar de un relato a una administración.

Cuando solo hay cercanía, sin buenos resultados, por más que el país le tenga aprecio, la aprobación del gobierno estará por el piso. El gobierno ha cumplido 44 semanas con más reprobadores que aprobadores. Tres de cada cuatro chilenos rechazan a Bachelet. Tal vez sea el momento de que Bachelet entienda que la cercanía es el resultado y no la causa de un gobierno exitoso, capaz de generar las condiciones para que el país crezca y para que los que menos tienen crezcan más rápido.

 

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