Una o dos listas: el remedio y el veneno

Una o dos listas: el remedio y el veneno

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Hay quienes al construir pactos electorales actúan como si se tratara de un asunto de derecho comercial, donde es posible sumar (o transar) con entera seguridad los papeles que se poseen en una sociedad anónima, de modo que si sumamos los votos del Partido Z (12%) a los del W (20%), a los del M (18%) y a los del P (4%), habremos construido una mayoría. Perfecto… salvo que la política es distinta a la aritmética y los votos de los partidos distintos a paquetes accionarios. La política son convicciones, no títulos de propiedad; los apoyos electorales —salvo el núcleo duro que siempre es minoritario— son escurridizos como una gota de mercurio sobre un vidrio. Por eso, en las alianzas políticas rara vez dos más dos son cuatro. Si la alianza es considerada virtuosa, la sumatoria puede elevarse a cinco o incluso seis; si aparece como contradictoria o espuria, dos más dos pueden ser tres o aún menos.

Partiendo por lo elemental, sorprende que entre los que hoy plantean con más fuerza una unidad que vaya desde el PC a la DC, se encuentren algunos que hasta hace poco declaraban que ella no era posible ni conveniente para las listas de concejales, alcaldes, primarias presidenciales y constituyentes y, más aún, que entre estos figuren algunos que han dividido a sus partidos, de modo que se puede decir que practican el fraccionalismo puertas adentro y la unidad a nivel nacional.

Yendo al fondo del asunto, la unidad en sí misma no es una categoría moral, sino un instrumento que procede en algunas circunstancias y en otras no; que hecha al margen de principios no solo tiene el feo olor del oportunismo, sino que puede tener costos políticos y electorales muy elevados. Hay un cierto consenso en que desde hace una década una contribución a la pérdida de fuerza electoral de los partidos de centro y de izquierda no ha sido el resultado de sus diferencias, sino de un exceso de unidad que fue matando su mayor riqueza: su diversidad en la tolerancia.

En tal sentido, concuerdo con Manuel Antonio Garretón y Carlos Ominami cuando plantearon que los partidos que formaban parte de la Concertación, en vez de una unidad forzada, debían formar dos coaliciones —una más al centro y otra más a la izquierda— que luego pudieran entenderse sin complejos. Creo que uno de nuestros errores ha sido la obsesión de limar, una y otra vez, nuestras asperezas ideológicas y programáticas para no incomodar a los aliados. El PS fue descafeinando cada vez más sus proyectos, de modo de no contrariar a su aliado de centro. La DC, por aquello de que “amor con amor se paga”, derivó hacia un discurso aguachento, fofo, con el que perdió a raudales su atractivo hacia el centro. Los partidos que integramos la Concertación fuimos decayendo electoralmente porque a nuestro electorado de centro lo dejamos emigrar a la derecha y al de izquierda, hacia el FA. En estos días, el PC, el FA y sectores del PS nos llaman a una sola lista para la elección de consejeros. Una unidad que el país verá como oportunista, pues comprenderá a quienes en la pasada CC lideraron los excesos que condujeron a su derrota —el FA y el PC llamando a defender en las calles el triunfo del Apruebo— y los que hicieron esfuerzos de rectificación (hay que reconocer la responsabilidad del Colectivo Socialista). Una unidad desde el PC a la DC que tendrá un alto costo electoral, pues no agregará un voto de izquierda, hará perder torrentes de sufragios de centro y que hará más fácil que Amarillos y Demócratas asuman la tentación derechista que, aparentemente, los consume. Un camino de derrota.

No se trata de caer en el vicio que se critica de hacer de la unidad o pluralidad de listas un dogma moral. Es razonable que en aquellas seis circunscripciones que eligen 2 consejeros, la fuerza del binominalismo imponga severos pactos por omisión. Sin embargo, en todas las demás, la competencia entre cuatro listas parece la opción políticamente más legítima, transparente y electoralmente mejor. Al fin y al cabo, como lo he señalado en otras oportunidades, la unidad que en porciones pequeñas es un remedio, en altas dosis operará como un veneno. Una pastilla para dormir soluciona un problema; tomar un frasco mata. (El Mercurio)

Genaro Arriagada Herrera

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