Está claro que el Gobierno ya dio por perdida la próxima elección y ha comenzado a actuar no como quien cierra un ciclo con responsabilidad, sino como quien prepara el terreno para convertirse en oposición.
El proyecto de Presupuesto 2026 es una muestra evidente de ello: incrementa los recursos para sectores con alta capacidad de presión en las calles —de modo que cualquier ajuste futuro se traduzca en movilizaciones—, mientras reduce los fondos destinados a programas sociales que impactan directamente en la vida de las familias más vulnerables.
Con esta maniobra, el Ejecutivo busca dejar una herencia envenenada: un país más difícil de gobernar y un nuevo gobierno atado de manos, obligado a administrar la escasez y una deuda pública cuya verdadera magnitud se ha intentado disfrazar.
Semana a semana, sin embargo, la realidad va dejando al descubierto lo que el Gobierno quiso esconder: el costo real de su irresponsabilidad. (El Mercurio Cartas)
Patricio Dussaillant



