En enero del 2022, participando en un seminario sobre Modern Monetary Theory (MMT) —esa teoría macroeconómica que sostiene que no hay problemas con endeudarse, ya que se puede emitir dinero—, tuve la oportunidad de compartir y conversar con un intelectual liberal. En ese entonces ya sabíamos que Boric sería Presidente de Chile y en Colombia se daba por sentado el triunfo de Gustavo Petro. Le pregunté su visión acerca de lo que sería un gobierno de Boric. Su respuesta fue simple: si Boric perseguía su propio interés, no haría un mal gobierno. Y agregó que el caso de Petro era diferente, ya que acarreaba una historia de vida distinta, con una pesada carga ideológica. En cambio, Boric “nació, vivió y se educó en el período más exitoso de Chile”. Confieso que me sorprendió su respuesta. Pero tenía un punto.
En 1962, James Buchanan y Gordon Tullock publicaron su Calculus of Consent. El subtítulo de este libro, que inauguró el estudio del public choice,lo dice todo: Logical foundations of constitutional democracy. Lo provocativo y original de esta teoría es que la lógica económica también sería el fundamento de la política. Esto es, podemos analizar la política aplicando la maximización de la utilidad individual. Así como el homo economicus persigue aumentar su riqueza, el homo politikón desea aumentar su capital político. En simple, el mercado no es solo económico, sino también político. Y la democracia es tan competitiva como el mercado.
Por cierto, hay similitudes entre el mercado y la democracia. Existe competencia y reglas del juego. En ambas esferas el rule of law juega sus cartas. Y la mayoría de los consumidores y electores manifiestan sus preferencias intercambiando o votando. Así como los agentes económicos maximizan su utilidad ganándose a los consumidores, los políticos intentan seducir a sus electores para ganar más votos. Tanto en economía como en política el interés individual juega un rol fundamental.
Boric ha sabido adaptarse al mercado político persiguiendo su propio interés. Después del plebiscito constitucional, reconoció la derrota y no se aferró a lo imposible. La realidad, en economía y en política, nos enseña a palos. Y al final, aprendemos a palos. Ahora bien, si comparamos a Boric con Petro, este gobierno ha sido mejor por lo que no pudo hacer que por lo que ha hecho. Petro, en cambio, ha impulsado una agenda más ideológica. En todo esto, mi colega tenía la razón.
Recordemos que en el programa de gobierno la palabra crecimiento ni siquiera aparecía. Ahora ese anhelo de volver a crecer reaparece como una prioridad con cara de promesa incumplida. Se hablaba de un modelo de crecimiento “verde turquesa” y varios cerebros del Frente Amplio promueven el decrecimiento y son hinchas del MMT. Sin embargo, el Presidente Boric, navegando como un Hamlet en otros mares, ha logrado mantener su capital político.
La idea de que los políticos persiguen su propio interés tal como cualquier empresario o emprendedor no es aceptada ni compartida por la izquierda. El discurso colectivista, del bien general y de la lucha contra la desigualdad, suele ser más fuerte. Pero para esta nueva generación del homo digitalis, el individualismo también es fuerte. Tan fuerte que se adaptan a la realidad y se mueven al ritmo del mercado y de los likes.
Ahora bien, preocuparse y ocuparse del interés propio no es malo. Y que los políticos persigan su propio interés, tampoco. Boric lo ha hecho. Y parte de su gobierno también. Basta observar a las tres princesas del PC: Irací Hassler, preocupada de la seguridad y de la cueca; Camila Vallejo, del gobierno y de la institucionalidad, y Karol Cariola, del Congreso y de la democracia en Venezuela. Quién lo hubiera imaginado. Felices fiestas patrias y ¡viva la mano invisible en la política! (El Mercurio)
Leonidas Montes