Un presidente minoritario

Un presidente minoritario

Compartir

El Presidente Gabriel Boric ganó en segunda vuelta fundamentalmente porque una mayoría del país creía que José Antonio Kast era una peor opción. Por eso, debe reconocer que su programa de gobierno es minoritario y moderarlo significativamente. Además, como a seis meses de iniciado su gobierno un 62% de la población votó en contra de la propuesta de nueva constitución que él promovía, es hora de que demuestre que escucha la voz del pueblo y que bote a la basura, de una buena vez, sus propuestas más radicales.

En diciembre de 2021, Gabriel Boric ganó la elección con 4,6 millones de votos, un 55,9% de los que se molestaron en ir a votar en segunda vuelta. La participación de 55,6% de los inscritos para votar representó un aumento respecto a la primera vuelta y respecto a elecciones presidenciales anteriores. Pero como Boric solo había logrado un 25,8% de los votos en la primera vuelta, es un error sugerir que un 55,9% de los chilenos—o un 30,7% de los inscritos—apoyaba con entusiasmo al candidato del Frente Amplio y del Partido Comunista. Boric ganó porque la opción alternativa, José Antonio Kast, era considerado como un derechista extremo. Aunque todas las elecciones se tratan un poco de escoger el mal menor, en el caso de Boric, su baja votación en primera vuelta confirma que una amplia mayoría de chilenos hubiera preferido que otra persona ocupara la presidencia de la república. De hecho, Boric es el presidente chileno que más baja votación ha tenido en primera vuelta desde el retorno de la democracia.

Como si eso no fuera poco, en el plebiscito de septiembre de 2022 sufrió un doloroso revés electoral. Al tomar la torpe decisión de convertirse en el jefe de campaña de facto de la opción del Apruebo, Boric hundió las opciones de victoria de la maximalista y sui generis propuesta de constitución, transformando el plebiscito en una oportunidad para que la gente castigara a su gobierno por los altos niveles de delincuencia y la inflación galopante. Además, Boric amarró su propia presidencia al resultado.

Cuando el 61,9% de los 12,7 millones de votantes—lo que equivale al 52% de los 15,2 millones de inscritos en el padrón electoral—rechazó categóricamente la propuesta de nueva constitución el 4 de septiembre, el voto de Rechazo también se extendió al rumbo en que el gobierno actual está llevando al país. Boric optó por jugarse la presidencia en el plebiscito del 4 de septiembre, y perdió. 

En el Congreso, las dos coaliciones de gobierno—el PS/PPD/PR y el PC-Frente Amplio—suman 17 y 77 escaños en el Senado y la Cámara, confirmando su condición de minoría entre los 50 curules del Senado y los 155 de la Cámara. Incluso sumando a los otros parlamentarios de izquierda en ambas cámaras, el gobierno de Boric no alcanza la mayoría.

Como Chile es un país de instituciones y, aunque Boric y el Frente Amplio no lo quieran aceptar, tenemos una democracia que funciona bien y que la gente valora—la votación del 4 de septiembre también fue una muestra de apoyo a lo que se hizo en los 30 años, que Boric y sus aliados regularmente denostaban—el resultado del 4 de septiembre no tiene por qué convertirse en un final anticipado del cuatrienio de Boric. Al gobierno del Frente Amplio le queda todavía un 75% de su periodo de 4 años.

Pero es innegable que Boric debe aceptar que su proyecto es minoritario. Por eso mismo, para ser exitoso, deberá avanzar decididamente hacia posiciones más moderadas. La única forma de convertir su presidencia en un proyecto exitoso es aceptando la realidad y haciéndose cargo de ella.

Es cierto que Boric ha dado algunas señales en esa dirección. Su primer gabinete incorporó ministros que provenían de la vieja Concertación/Nueva Mayoría. Después de la derrota del 4 de septiembre, Boric sumó todavía más ministros moderados.

Pero Boric sigue oscilando entre convertirse en un presidente moderado y volver a sus raíces más radicales. La incomprensible disputa sobre la ratificación del TPP-11, en la que Boric no ha querido tomar partido, refleja esa inmadura incapacidad para aceptar la realidad. Incluso sería más comprensible que Boric explicitara públicamente su oposición a ratificar el acuerdo que seguir manteniéndose al margen del debate. Lo único peor que ser un presidente minoritario es ser un presidente que se niega a asumir su condición de minoritario.

La historia de las democracias presidencialistas está llena de mandatarios que siendo minoritarios pudieron ser exitosos en su gestión y dejaron grandes legados. Entre 1990 y 2006, los tres presidentes de la Concertación tuvieron minoría en el Senado—producto de los senadores designados. Pero lograron construir mayorías y construyeron positivos legados. Boric debiera aprender lecciones de esos gobiernos. Pero para poder aprender lecciones y ser exitoso, deberá primero aceptar que es un presidente de minoría. (El Líbero)

Patricio Navia