Un nuevo liderazgo

Un nuevo liderazgo

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Hacia donde se mire en el mundo, vemos crisis, exigencias de cambios, iniciativas de reformas; síntomas del surgimiento de una nueva etapa de desarrollo global. Cambian los intereses, las demandas sociales, el equilibrio de poderes, la forma de comunicación. Y en todos los niveles hay un descrédito de las instituciones e ideas que guiaron el desarrollo del último siglo. Algo fundamental está atado a eso: la falta de un liderazgo político convocante (no por eso total).

Un vistazo a las democracias liberales que supusieron un modelo en la posguerra y a las latinoamericanas que crecieron más o menos en paralelo a la nuestra entrega evidencias.

La Alemania de Angela Merkel lleva años buscando a la persona que entusiasme a su electorado para reemplazarla como Canciller. En EE.UU. y Reino Unido, el estilo de Donald Trump y el de Boris Johnson han agudizado la polarización. Mientras que Emmanuel Macron, que renovaría la política francesa, ha visto evaporarse su popularidad (sí, gran parte de su votación fue para bloquear a la nacionalista Marine Le Pen, pero su partido liberal logró la mayoría de los diputados). En América Latina, la grieta argentina se profundizó y las etiquetas kirchneristas/macristas se hicieron más excluyentes; en el Brasil de Jair Bolsonaro versus Lula da Silva se acrecentó la brecha entre el “ellos y nosotros”; en Colombia, el entusiasmo por Iván Duque desapareció apenas entró al gobierno. Hay excepciones, como el Presidente peruano, Martín Vizcarra, que aún supera el 50% de aprobación, aunque eso pueda deberse a que se enfrentó al Congreso, la institución menos respetada del país.

La polarización y la apatía que acarrean este tipo de liderazgos impiden el diálogo necesario para entender la nueva sociedad y sus demandas. Contra eso es indispensable otro tipo de conducción política, capaz de conectar mejor (no solo por Twitter) con una ciudadanía más activa y diversa que la que conocíamos.

Una de muchas fórmulas es pensar en cuáles son las barreras de entrada a la política, para los cargos o escaños y para los nuevos intereses de los votantes. Pensiones, educación, salud o trabajo son ineludibles para el desarrollo y bienestar de cualquier sociedad. Cierto. Pero para que un nuevo liderazgo sea convocante también podría incorporar temas como la igualdad de género, el medio ambiente y la tecnología como focos prioritarios de las políticas públicas y no encerrados en sí mismos (en un ministerio). Como componente, por ejemplo, de la política exterior, defensa, trabajo o transporte, similar a como consideramos lo económico en otras políticas públicas.

Son asuntos transversales que pueden volver a entusiasmar a sectores de la ciudadanía desencantados porque no encuentran una representación eficaz. ¿Cuánta gente vota siempre (si es que vota) con resignación por el candidato que le parece menos malo? Eso podría empezar a cambiar. (El Mercurio)

Carolina Álvarez Peñafiel

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