Un énfasis indispensable para la nueva Constitución-Harald Beyer

Un énfasis indispensable para la nueva Constitución-Harald Beyer

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Abrumador triunfo del Apruebo y de la alternativa de escribir una nueva Carta Fundamental al alero de una Convención Constitucional. Esperable toda vez que la Constitución se convirtió en un reflejo de todas las carencias vividas desde la recuperación de la democracia y de ninguna de sus virtudes. El desprestigio del Congreso y de los políticos le daba poca chance a la Convención Mixta. Además, esta no tenía garantizada la paridad y eso también debe haber pesado.

La tasa de participación se elevó poco respecto de las elecciones presidenciales previas. Pero, claro, el contexto, pandemia por medio, era complejo. Habrá que estudiar con más detalles si hubo cambios relevantes en la composición del electorado, pero el resultado sugiere que los votantes que habitualmente se inclinan por partidos de derecha se dividieron en partes más o menos equivalentes entre el Apruebo y el Rechazo. Se debe destacar que fue un proceso ejemplar. Los países requieren de símbolos y el plebiscito de ayer y lo que sigue en los próximos meses bien pueden tener este carácter. En un país donde las desconfianzas son elevadas y los emblemas de unidad escasos, hay una oportunidad que puede contribuir a cambiar esta realidad.

Es importante ahora que se vaya encauzando el debate constitucional, en particular que se administren razonablemente bien los logros que se pueden satisfacer con una Constitución renovada. En esta primera etapa ella ha sido imaginada, a menudo, como un moderno pozo de los deseos. Si bien nadie imagina que los dioses capaces de concederlos “vivan” en sus artículos (como antes se pensaba que habitaban el agua contenida en esos pozos), los “milagros” que le atribuyen están a la orden del día. La política cumplió una gran tarea definiendo una salida institucional para una crisis que era de proporciones. Pero luego ha dejado crecer, inexplicablemente, las expectativas que ella puede satisfacer. Fue evidente en la franja, donde los partidos renunciaron a plantear los caminos que se abrían y compartieron de una manera bien desorganizada sus plataformas con organizaciones sociales que tenían demandas atendibles, pero que rara vez eran propias de una Ley Superior. Un signo inequívoco de la fragilidad en la que se desenvuelven los partidos políticos y los representantes.

En esta esfera encontramos quizás el principal desafío de nuestra nueva Carta Fundamental. Para resumirlo pocas cosas pueden ser más pertinentes que recordar ese clásico de Samuel Huntington “Political Order in Changing Societies”. Indica ahí que establecer y mantener el orden social en el contexto de cambios dinámicos ha sido un viejo dilema de las sociedades y continúa siendo un problema central en el mundo moderno. La clave para lidiar exitosamente con la modernización es un orden político capaz de innovar en políticas, esto es, promover transformaciones económicas y sociales a través de la acción del Estado. Sin embargo, la incapacidad del sistema político para procesar las divergencias, para privilegiar el mérito por sobre la adscripción partidaria en las instituciones del Estado y la captura de reglas, programas y servicios por diversos intereses, entre muchos otros factores, no han permitido acomodar apropiadamente las demandas que emergen de la modernización ocurrida en Chile. Si esa tensión se mantiene la inestabilidad política es inevitable.

No es casualidad que los países que admiramos tengan órdenes políticos bien diseñados e instituciones públicas largamente pensadas. Pocos tienen incluidos en sus Constituciones todos los derechos y demandas que se han expresado en el último tiempo, pero sí órdenes políticos que satisfacen los criterios antes expresados y funcionan apropiadamente. Precisamente por eso son capaces de abordar los desafíos que imponen los procesos de modernización. Lograr este propósito es prioritario para enfrentar los desafíos presentes y futuros del país. (El Mercurio)

Harald Beyer

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