Un cambio de rumbo hacia el diálogo

Un cambio de rumbo hacia el diálogo

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Igual que en cada elección presidencial que se ha realizado en Chile desde 2009, este domingo una mayoría de los electores que se presenten en las urnas votará decididamente por castigar a la coalición gobernante. Descontentos con la dirección por la que va el país, los chilenos marcarán un voto para cambiar de rumbo.

Como ha venido ocurriendo de forma creciente en Chile, las dos coaliciones que tradicionalmente gobernaron el país entre 1990 y 2022, recibirán una votación que confirma que los chilenos están buscando alternativas que remplacen a las élites políticas tradicionales. Lamentablemente, la fragmentación del voto presidencial significará que un alto porcentaje de los chilenos votará este domingo por una candidatura que no pase a segunda vuelta. Eso llevará a que, en segunda vuelta, muchos electores simplemente opten por lo que consideren el mal menor. Así, el próximo Presidente de la República asumirá el poder con la pesada mochila de no haber sido la opción preferida en primera vuelta por casi tres de cada cuatro chilenos.

Hace cuatro años, en medio del fervor del proceso constituyente, en la elección de 2021, los chilenos decididamente castigaron a la derecha gobernante en la primera vuelta de la elección presidencial votando mayoritariamente por candidatos de oposición al saliente gobierno del expresidente Sebastián Piñera. El candidato de la coalición oficialista, el independiente Sebastián Sichel (que además insistía constantemente en aclarar que él no era de derecha), apenas obtuvo un 12,8% de la votación. La gente votó por opciones que prometían un cambio de rumbo respecto a la dirección por la que iba el país. Pero los chilenos no concordaron en qué tipo de cambio querían. El candidato ganador en 2021, Gabriel Boric, no obstante, solo un 25,8% de la votación en primera vuelta. Tres de cada cuatro chilenos votaron por opciones distintas a la de Boric en la primera vuelta.

En esta ocasión, las encuestas anticipan que dos de cada tres personas que salgan a votar el domingo optarán por opciones distintas a las que representa la candidatura oficialista de Jeannette Jara. Incluso la propia Jeannette Jara, sabiendo que el gobierno cuenta solo con el apoyo de un 30% de la población, ha marcado diferencias con el oficialismo para tratar de llegar a esos votantes que están descontentos con la dirección por la que va el país. Por otro lado, si bien cerca de un 70% de la gente votará por alguna candidatura que se define como de oposición, habrá una alta fragmentación del voto. Las candidaturas que pasen a segunda vuelta sumarán apenas en torno a un 50% de los votantes. Cerca de la mitad de los electores escogerá un candidato en primera vuelta a un candidato que no pasará a segunda vuelta.

Los presidentes minoritarios que ganan en segunda vuelta impulsados por un electorado que en realidad quiere evitar la victoria del rival, arriesgan que, al poco andar, su aprobación presidencial caiga al nivel de apoyo que tuvieron en su votación de primera vuelta. Eso le pasó al Presidente Boric quien, durante la mayor parte de su periodo, no logró superar el 30% de aprobación. Los presidentes impopulares tienen serios problemas para lograr asegurar apoyo legislativo a sus agendas de gobierno. Los legisladores, incluso aquellos de oposición, son más proclives a votar por los proyectos de ley que envían presidentes que gozan de altos niveles de aprobación que por los proyectos de ley impulsados por presidentes con poca aprobación popular. El próximo Presidente de Chile correrá el riesgo de ver caer su aprobación y, por lo tanto, tener más problemas para lograr que sus proyectos avancen en el poder legislativo.

Afortunadamente, llegar al poder como Presidente minoritario no implica, inevitablemente, tener una baja aprobación presidencial y ser incapaz de avanzar una agenda legislativa. SI los presidentes entienden que deben gobernar de forma pragmática y moderada, impulsando proyectos y reformas que se alineen con la voluntad mayoritaria de la población, los mandatarios pueden ampliar su base de apoyo popular y, así, alinear a una mayoría de los legisladores que buscan acercarse a presidentes populares. Independientemente del número de partidos representados en el Congreso, los presidentes que gozan de alta aprobación popular son generalmente exitosos construyendo mayorías en el Congreso.

Si el próximo Presidente sabe priorizar la agenda de seguridad ciudadana y promover reformas que promuevan la inversión y la creación de empleos, el próximo gobierno podrá mantener una alta aprobación popular que supere con creces la votación que obtuvo el mandatario en la primera vuelta. En cambio, si el nuevo Presidente equivocadamente cree que la mayoría que votó en segunda vuelta en contra del otro candidato en realidad apoya todo lo que el ganador prometió en la campaña de primera vuelta, el país seguirá atrapado en este círculo vicioso de mandatarios que quieren gobernar por los extremos, cuando una mayoría del país quiere un gobierno que avance decididamente por un camino de pragmatismo y moderación, con un líder que sea capaz de cumplir cabalmente el trabajo de un buen político: ponerse de acuerdo con otros políticos que piensan diferente. (El Líbero)

Patricio Navia