Todavía Aylwin-Ernesto Tironi

Todavía Aylwin-Ernesto Tironi

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Todavía el Presidente Aylwin genera entre chilenos un espíritu de encuentro y reconciliación. Como lo hizo antes, el 73, en el intento de persuadir a Allende que moderara las demandas de sus partidos y llegara a acuerdos en el Congreso para hacer sólo los cambios que en el momento eran posibles. Como lo hizo en el Grupo de los 24 entre los constitucionalistas que se oponían a Pinochet. Como lo realizó al liderar la Concertación como candidato. Y, sobre todo, durante su gobierno para restaurar la democracia, basada en el respeto a las instituciones y a los anteriores adversarios, incluyendo militares, comunistas y derechistas.

Es difícil no observar que en la gran mayoría de los chilenos el recuerdo y evocación de Aylwin nos inspira un espíritu de encuentro y de justicia. Tal vez más, a medida que pasa el tiempo y enfrentamos nuevos desafíos. La última ocasión fue este miércoles en que se regaló al país una estatua con su figura, que se suma así a la de los Presidentes Allende, Frei y Alessandri alrededor de La Moneda. Todos figuras señeras de la sociedad y la política chilenas del siglo 20.

El acto suscitó probablemente sensaciones, emociones y juicios diversos entre los asistentes. Pero el tono predominante de las palabras escuchadas allí y de los dirigentes posteriormente entrevistados fueron de reflexión, revisión y revalorización de su vida y de la historia nacional.

Por mi parte, entre mis diversas impresiones, me quedo con más esperanza. ¿Será otra ingenuidad de mi parte? Quiero dar aquí mis fundamentos de por qué puede haber bases para la esperanza.

Uno, por los gestos y palabras del Presidente Boric; dos, por la asistencia al acto de prácticamente todos sus ministros; tres, por la asistencia de dos expresidentes emblemáticos; cuatro, por el carácter tan profundamente republicano y sobrio del acto mismo; y finalmente por la acción de educación cívica y de inspiración a futuro que es la instalación de la estatua de «don Patricio» aquí desde ahora.

El Presidente Boric no sólo hizo reflexiones importantes que debemos leer y aquilatar en profundidad. No fue sólo un asunto del “tono” de lo que dijo. Puede insinuar un cambio y un aprendizaje. Tuvo gran valentía al meterse en los temas que escogió, y realizó actos significativos.

Por ejemplo, dio una nueva interpretación a una declaración clave que inspiró al gobierno de Aylwin de “avanzar en la medida de lo posible”. De una crítica fuerte a ese lema, con evocación a traición o engaño, que hasta ahora habían sostenido casi todos los partidos que sustentan su gobierno, Boric pasó a señalar ahora que “la medida de lo posible pertenece a los pueblos; a las mayorías”.

Una interpretación completamente opuesta: positiva y más democrática. Qué además no puede dejar de aplicarse al resultado del último plebiscito referido a la nueva Constitución del 4 de septiembre. Esto es muy significativo; aquilatémoslo. Y no se quedó sólo allí sino que profundizó diciendo: “Sus límites (de lo posible) se encuentran donde se alojan las principales preocupaciones de todos y todas”. Tomemos nota: “preocupaciones” (de personas); no consignas ideológicas como “terminar con el modelo neoliberal” o “fin al lucro”.

Y remató con otra reinterpretación y reconocimiento de carácter personal: “Lo posible es por lo que hay que hacer todo nuestro esfuerzo; nuestro empeño” (¿reforma de pensiones?). “No es el desgano como algunos malamente pudimos haberlo interpretado anteriormente”. No puede haber sido más explícito; más claro echarle agua.

Mucha valentía mostró también Boric al mencionar que su propio papá le había señalado varias veces que las críticas que él y sus compañeros/as han hecho de la transición eran erróneas, por no haber vivido esos tiempos, o sea, no considerar más factores que influyeron en los acontecimientos de entonces. Al declararlo en voz alta está implícitamente reconociendo que ahora le encuentra más razón. Y eso no es banal: sus palabras le comprometen.

Más audacia mostró además al señalar cómo se imagina cumplir su misión como gobernante.  Dijo nada menos que: “Si alguna vez en el futuro lejano (…) se nos recuerda a los Cariola, Jackson, Vallejo y Boric (nótese: personas símbolos de los partidos de gobierno -FA y PC), de la actual generación, como hoy día se recuerda a Aylwin, Frei, Leighton, Tomic y Fuentealba, sin dudas habremos cumplido nuestro cometido”. Alguno puede ridiculizar, considerar exageradas o pretenciosas esas palabras. Prefiero considerarlas osadas y ambiciosas en el buen sentido de ponerse una vara muy alta.

Todo lo anterior, y más aún, lo dijo Boric ante todo su gabinete de ministros jóvenes escuchando atentamente en primera fila. Eso no es banal. Quien piense distinto que su Presidente en cosas tan fundamentales, tendrá que revisar la visión de su rol o pensar en otro empleo. Y no estaban allí por casualidad: habían sido citados por el Presidente para estar presentes y conscientes todos de lo que les estaba diciendo.

Que hayan estado invitados y asistieran los expresidentes Lagos y Piñera dieron un realce especial a la ocasión. Parece ser la primera vez que se reúnen, y saludan en público, dos expresidentes con el actual. La no asistencia de otra expresidenta residente en el país fue elocuente. Dice a gritos que parece no haber formado parte del espíritu de la Concertación del Presidente Aylwin. O tal vez, que se está quedando atrás en el mundo de confrontación que el Presidente Boric, con una nueva generación, empezarían a superar.

Los discursos del hijo mayor de Aylwin, Miguel, y del presidente de la Democracia Cristiana, Alberto Undurraga, fueron impecables. Ninguna palabra de más y ninguna de menos. Amplios de mirada, sencillos y elocuentes para evocar su familia y sus ideales.

Finalmente, fue un acto sobrio y profundamente republicano, como lo habría preferido el Presidente Aylwin. Que deja en el centro del barrio cívico de Chile un símbolo físico, la estatua, donde recordarnos y enseñarle a nuestros hijos y nietos quiénes somos los chilenos.

Todos tenemos algunos de los profundos y maravillosos valores de «don Patricio»: deseos de justicia, capacidad de esfuerzo, amor por la libertad y la democracia. Debajo de esa figura grande podremos reeducarnos mutuamente en la confianza y la esperanza en el futuro de Chile. (El Líbero)

Ernesto Tironi