Los jueces del Tribunal Constitucional (TC), con sede en Karlsruhe, en el oeste del país, respondieron así a la solicitud de ilegalización impulsada en 2012 por el Bundesrat, la cámara alta y órgano de representación de los estados federados en el Parlamento alemán, tras fracasar en 2003 un primer intento de prohibición, por defectos formales.
El NPD persigue «objetivos anticonstitucionales», con un ideario político que «desprecia la dignidad humana y es incompatible con los principios de la democracia», declaró el presidente del TC, Andreas Vosskuhle, al dar a conocer el veredicto.
Su objetivo, es eliminar el orden democrático establecido y sustituirlo por un estado autoritario orientado hacia una comunidad «étnicamente definida», añadió Vosskuhle. «Sin embargo, faltan indicios concretos, de peso», para afirmar que pueda estar cerca de conseguir esos objetivos y represente, por ello, un peligro para el funcionamiento de la democracia alemana, aseguró el juez.
En la sentencia, aunque se reconoce que algunos de los miembros del NPD pueden tener comportamientos criminales, se considera que el partido no está en condiciones de incidir en la vida parlamentaria alemana ni formar coaliciones para perseguir sus objetivos.
El TC justifica así, con las deficiencias estructurales del propio partido y su escaso arraigo en la política nacional, su rechazo a prohibir la formación en este momento, aclarando que la situación podría cambiar en el futuro.
El fallo judicial sirve para poner fin a un largo debate en el país, después de que en el año 2003 fracasara con estrépito el primer intento de prohibir el partido ultraderechista.
A diferencia de entonces, cuando la solicitud de ilegalización fue promovida por el Gobierno y las dos cámaras del Parlamento, en la actualidad, la justicia debía dar respuesta a una querella presentada únicamente por el Bundesrat. De esta forma, el Ejecutivo y los diputados alemanes se desvinculaban totalmente del proceso.
La última prohibición de un partido en Alemania se remonta a 1956, cuando se ilegalizó el Partido Comunista de Alemania (KPD) y se llevaron a cabo registros en oficinas y viviendas inmediatamente después de la sentencia.
OPINIÓN: EL NPD SIGUE SIENDO INTRASCENDENTE
El renovado fracaso en el intento de que el neonazi Partido Nacional Democrático (NPD) sea prohibido por el Tribunal Constitucional no es una catástrofe. Es más bien un papelón para el Bundesrat (Consejo de representación de los 16 estados federados de Alemania), cuyas aspiraciones son, por segunda vez, demasiado grandes en vista de la falta de pruebas, como ya lo fueron en 2003, cuando el Consejo Federal, las Cámaras de los Estados federados y el Gobierno alemán sufrieron juntos un revés ante ese alto tribunal alemán. Nadie discute que el programa del NPD atenta contra la humanidad y es racista. Pero eso solo no es suficiente para prohibirlo.
La prohibición de un partido es el arma más poderosa de la Constitución alemana, y se utiliza solo si el orden democrático se ve amenazado, es decir, si hay peligro de golpe de Estado o de algo que pudiera hacer desaparecer el Estado de derecho. Y eso debe poder probarse claramente. Ahora, en serio: ¿debemos temerle a un partido que no está representado en ninguno de los parlamentos de los Estados federados y que nunca tuvo diputados en el Parlamento alemán? No. La voluntad de prohibir el NPD refleja nuestro sentido de la responsabilidad por el pasado nazi de Alemania, comprensible y también comprobada en nuestros esfuerzos de décadas por impedir el resurgimiento del fascismo y de las guerras. Pero ese mecanismo de defensa contra los adeptos de una extrema derecha verdaderamente desagradable, alimentado histórica y psicológicamente, es totalmente ineficaz a la hora de tratar de prohibir legalmente a dicho partido. Los jueces del TC lo dejaron hoy una vez más en claro: el NPD puede seguir existiendo y no es tan importante, lo que no debería poner nervioso a nadie. Se trata de una agrupación política minúscula que, en el mejor de los casos, ocupa los titulares debido a su mala organización y a su pésima situación financiera. La democracia no tiene que ponerse a la defensiva ante estos pseudoactores políticos y su ideología para mantener fuera de juego a los neonazis.
De todas formas, este tira y afloja jurídico llega algunas décadas demasiado tarde. Durante los años 60, un proceso de prohibición hubiera tenido presuntamente más perspectivas de éxito y hubiera sido más necesario. Por esos años, el NPD estaba representado en los parlamentos de varios Estados alemanes, en algunos con un porcentaje de votos de casi un diez por ciento, más de los que supo cosechar en su momento el Partido Demócrata Liberal (FDP). Pero en esa época, y con una situación inicial similar en cuanto al derecho constitucional, nadie tomó la iniciativa. Había muchos nazis aún políticamente activos y el clima social era diferente. Si alguna vez hubo peligro, aunque más no fuera teórico, de que el NPD pudiera haber dañado a la República Federal de Alemania, fue en ese tiempo. Pero nadie se animó a solicitar su prohibición. Una oportunidad perdida. No fue sino hasta la era de Willy Brandt (1969-1974) que el NPD fue marginalizado. ¿Por qué? Porque con Brandt, cuyo lema era «Animarse a más democracia”, toda la sociedad alemana se desplazó hacia la centro izquierda y, con eso, minimizó a la extrema derecha, sin necesidad del Tribunal Constitucional ni de una solicitud de prohibición.
Nuestra democracia debería poder soportar al NPD. Con restricciones se hace de un minipartido una agrupación de mártires que pronto formarán una nueva organización. La ideología de extrema derecha no se puede suprimir por medio de un veredicto, sino que debe combatirse políticamente y con buenos argumentos.
De hecho, Alemania, su escena partidaria y toda la sociedad hace tiempo que tienen un problema muy distinto. El NPD ha sido superado históricamente, y el consenso y equilibrio sociales están amenazados por el partido Alternativa para Alemania (AfD), el movimiento xenófobo y antiislamista Pegida y el nuevo populismo, que con su simplismo buscan aliados y ya los han encontrado, como demuestran los éxitos en los parlamentos de los Estados del AfD. También aquí vale «prohibido prohibir”. Lo que hay que hacer es enfrentarse a los que optan por una visión simplista del mundo. (Volker Wagener-DW)




