Sirviendo a dos señores-Pilar Molina

Sirviendo a dos señores-Pilar Molina

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Ha sido una humillación para Chile todo el incidente con Venezuela por el asesinato de un refugiado político y exmilitar perseguido por el régimen de Nicolás Maduro. Esta semana, el “fiscal del terror”, como le dice Corina Machado a Tarek William Saab, quien la marginó de la carrera presidencial, se dio el gusto de informarnos que el secuestro y asesinato del teniente Ronald Ojeda fue obra de “sectores de inteligencia extranjeros con apoyo de funcionarios de inteligencia chilenos”. Exigió a las autoridades nacionales cooperar con la investigación (el ladrón detrás del juez) y advirtió que, de ubicarse a los dos venezolanos imputados, que volvieron a Caracas después del crimen, no los extraditarán.

Esta misma versión la reiteró el jueves. Nada improvisado. Y una semana antes, el propio fiscal general Saab mandó a Santiago a un par de funcionarios suyos, con la excusa de querer colaborar, pero el objetivo era acceder al expediente reservado del asesinato, probablemente presionar al único venezolano detenido y amenazar a los familiares de la víctima, con todos los cuales pidieron entrevistas. Querían ayudar a resolver el escabroso crimen, alegaron, pero desde el palacio Miraflores no ha salido ninguna información relevante para Chile, como ratificar que los dos imputados como autores están en Venezuela. Y sobre su detención: ¡nada!

La fiscalía chilena ha sido clara. No hay ninguna hipótesis en pie que no sea que se trató de un asesinato con móvil político, fraguado en Caracas, posiblemente con participación del Estado. El número 2 de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, ironizó al día siguiente del secuestro del militar, que suponer la participación de su gobierno era atribuirle algo así como súper poderes…

La verdad es que lo más preocupante no es Venezuela, que nos tiene inundados de caraqueños y delincuentes que se niega a recibir de vuelta, ni siquiera firmando convenios.

Lo más alarmante es la actitud del Presidente Boric, quien ha apostado más por salvar su relación con el PC, que es el principal partido de su coalición, que por el interés nacional. Desde el inicio, personeros comunistas descartaron que pudiera estar involucrada Caracas en el asesinato de joven teniente.  Y cuando apareció su cuerpo enterrado en una toma de Maipú, Boric salió a la palestra a denunciar “el anticomunismo visceral de algunos sectores y sus medios afines”. No había dicho una palabra sobre el asesinato, pero consideró importante limpiar el nombre del partido aliado.

En el mismo tuit aseguró que “no tengo ninguna duda del compromiso democrático y social del PC chileno”. Alguna vez oímos al Presidente Boric señalar que estaba más a la izquierda que el PC. Su trayectoria, sin embargo, ha sido más democrática que la de los comunistas que no quisieron formar parte de la transición. Tampoco, del proceso constitucional, el que llamaron a “rodear”, pero sí empujaron la insurgencia del 18 de octubre y apostaron a derribar al Presidente Piñera con la fuerza de la violencia, acusaciones constitucionales y judiciales.

¿Son pasos en falso o es meditado su apoyo incondicional al PC, que en la celebración de sus 112 años la semana pasada brindó generosos aplausos a Cuba, Venezuela, Nicaragua, Vietnam y hasta a Rusia? ¿O que ha convertido la formalización de un alcalde de sus filas, acusado por cinco delitos graves de corrupción, en una persecución política? Sus militantes resisten la acción de la justicia con batucadas, actos culturales y caravanas en los tribunales y afuera del lugar donde cumple prisión preventiva.

El Presidente -que a raíz de este mismo caso sentenció: “¡la política internacional del Gobierno la decido YO”- ordenó presentar una nota de protesta frente a la agresión venezolana. Lo mismo que hizo con Argentina por el hecho menor que la ministra del Interior se atrevió a señalar que había presencia de Hezbolá en Chile. Boric ha descartado romper relaciones con Maduro argumentando que así puede conseguir más colaboración. Pero por la vía del “amiguismo” diplomático no ha obtenido nada, ni siquiera el compromiso de arrestar a los asesinos o de recibir de vuelta a caraqueños que delinquen en Chile.

Respecto a los comunistas que tiene en tres ministerios e innumerables subsecretarías y cargos bien pagados en el Gobierno, es cierto que no se han plegado dichos ministros a los enjuiciamientos al poder Judicial, pero sí parlamentarios y hasta el presidente del PC Lautaro Carmona. Un día antes de la formalización del alcalde Daniel Jadue, el timonel amenazó que el desenlace “puede tener una incidencia muy grande en la calidad de la convivencia política en el país”.

Por supuesto que Maduro y su partido están en la misma de convertir al edil en un mártir, “víctima de la infame estrategia violatoria de los DD.HH. mediante la instrumentalización de la justicia como modalidad de acción política”, afirmó en una declaración.

Es cierto que Boric ha condenado las violaciones a los DD.HH. en Venezuela, pero se ha negado a calificarla de dictadura, lo que Carmona considera es una situación “a mucha honra”. Respecto a Cuba, en cambio, ha sido dócil en aceptar la línea roja que le ha puesto el partido. Sencillamente omite a la isla.

Pero estamos en un punto terminal frente al modo en que el PC se mueve tanto en lo interno como en las relaciones internacionales, arrastrando consigo al Gobierno del cual forma parte. Boric tiene que definir si continuará mirando a su aliado comunista para resolver o priorizará el interés nacional. (El Líbero)

Pilar Molina

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