Esta Semana Santa en Chile fue una semana altamente política. Pareciera ser que todo superó la barrera de lo permitido. La violencia desatada y el “gatillo fácil de los delincuentes” cobró la vida de un nuevo mártir de carabineros, el cabo primero, Daniel Palma. Esta muerte se suma a la de hace unas semanas de la sargenta segunda Rita Olivares, la cual había acelerado la tramitación de la Ley Naín Retamal, ante lo que el Gobierno había hecho indicaciones por la posibilidad del llamado “gatillo fácil” de carabineros.
Esta nueva muerte dejó claro que sí hay “gatillo fácil” pero de parte de los delincuentes. La indignación ciudadana hizo que hasta el Partido Comunista desistiera de ir al Tribunal Constitucional por el artículo que les molestaba, ya que este permite arremeter contra turbas, cosa que les complica.
El Presidente llama a “una tregua” política, algo que llama la atención para quienes siempre han validado la violencia como un modo de hacer política y constantemente han votado en contra de toda ley que ayude a garantizar el orden público. Pareciera ser una tregua para con ellos mismos, sobre todo cuando miembros del PC, como Hugo Gutiérrez insisten en ir en contra de la ley Naín y rechazan habilitar a carabineros de instrumentos que les impidan a ellos poder recurrir a la violencia políticamente. El Gobierno está en una encrucijada, han tenido que negar lo que ellos mismos son, ya que no cuentan con ningún “piso” ciudadano.
Hace pensar que todo este sufrimiento suceda en Semana Santa. En un momento esencial de recogimiento, el país entero apoya a carabineros y sus mártires y reza por sus almas. La muerte de la sargenta segunda, Rita Olivares y del cabo primero Daniel Palma no pueden quedar impunes. Pareciera ser que desde el sufrimiento el país, de una vez por todas, enmiende el camino hacia lo que es necesario y esencial, el orden público.
Ciertamente no puede ser que carabineros salgan a sus trabajos diarios sin saber si van a volver y que quienes atenten contra ellos queden en impunidad. Del mismo modo, quienes hablen en contra de ellos sectariamente no reciban sanción alguna. Esa estúpida idea del llamado “discurso de odio” politizado que considera odioso, lo que no lo es y que no califica de “odioso” lo que sí lo es. Esta semana el calificativo de “paco”, término coloquial para referirse a carabineros por una parte y término despectivo politizado por otra, le costó el puesto a Paulina Allendes. El Colegio de Periodistas rasgó vestiduras contra la decisión de Mega de desvincularla, sin considerar el contexto completo del historial de la periodista. Paulina fue y es una activista de izquierda octubrista que nunca guardó sus emociones y odios hacia los que no pensaban como ella, nunca fue altamente profesional. Defendió lo indefendible y sí, su utilización del término no fue en acepción coloquial, fue despectiva. No fue un error involuntario, fue parte de lo que ella siempre hace.
Por lo mismo la semana pasada hubo una gran lección -las acciones tienen consecuencias, al igual que los dichos. Voces se levantaron acusando veto político de carabineros, curiosamente son las mismas voces que siempre validaron las victimizaciones y alentaron las voces de los ofendidos, esta vez los ofendidos fueron los carabineros. La política levantada por ellos les reventó en la cara y Paulina bebió de su propio veneno, sólo ella fue responsable. Simple ¿qué habría pasado si algún conductor en Estados Unidos en televisión se hubiese referido a personas de color con la “n-word”?
La alianza en lista única entre PC, FA y PS también salió trasquilada la semana pasada. Paulina Vodanovic instó a la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, a tomar medidas reales y no sólo a dar señales tras ir a la cuarta comisaría a presentar respetos al cabo Palma. Manifestó que hacen falta medidas reales para afrontar la delincuencia en Santiago. Esto muestra el problema absoluto de la coalición de gobierno, de las llamadas dos almas.
Por lo mismo, al igual que en Semana Santa hay muerte, luto y tristeza, tras lo que viene la luz y la esperanza en la resurrección. Esperemos que este descenso a los infiernos ayude a Chile a ver la luz y a caminar hacia una certeza en relación a la condena real y transversal de la delincuencia y la violencia.
No hay democracia si se acepta la violencia como un modo de hacer política, la “tregua” que llama el Presidente toca a su sector, deberán mutar o lo perderán todo. La ciudadanía ya no quiere más. El octubrismo terminó de ser sepultado esta Semana Santa, la luz triunfó sobre la oscuridad. (El Líbero)
Magdalena Merbilhaá



