Seamos como los ingleses

Seamos como los ingleses

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Los partidos políticos -esas instituciones probas, generosas y amantes del bien común antes que del suyo particular- han hecho casi imposible la participación de independientes como constituyentes. O uno se alía con alguno de ellos -con lo cual la independencia se devalúa- o sale a juntar miles de firmas ante notario. Y los partidos lo han hecho conscientes de su desprecio por parte de la ciudadanía. Pero, para no ser solo queja, y como se viene la Pascua, las vacaciones y una segunda ola de Covid-19, las elecciones de constituyentes llegarán sin que nos demos cuenta.

Y quisiera contribuir con un granito de arena a las propuestas. Una de las mayores quejas ciudadanas es la desconexión de los diputados, senadores y políticos en general de las necesidades, urgencias y angustias de los ciudadanos en regiones. Están alejados de sus zonas, sus distritos se han ido agrandando enormemente, haciendo cada vez más costosas las elecciones, alejando a los parlamentarios de sus electores y de sus comunidades -con representantes “medios truchos” de entre 1 y el 5%-, abriéndole espacios a partidos tan pequeños y subdivididos que hacen difícil el manejo parlamentario (miren solo al Frente Amplio, que ya no es Frente, ni es Amplio).

Los ingleses, con siglos de experiencia en sistemas parlamentarios eficientes, hacen lo contrario de lo que hemos hecho en Chile. Tienen sus regiones más pequeñas (los “shires”) y también nacionalidades: ingleses, galeses, escoceses e irlandeses del norte, mucho más variados que nosotros. Pues bien, ellos tienen distritos mucho más pequeños, pero la elección es uninominal: se elige solo un representante por distrito. En el caso chileno, equivaldría a tener 150/160 distritos y el mismo número de diputados. Las ventajas son enormes (aparte de costar lo mismo). Hay verdaderos líderes regionales y no desconocidos de Santiago, o de la capital regional que llegan de sopetón. El diputado puede atender sin problemas su distrito más pequeño: conocer de verdad a su gente y sus necesidades. También sus costumbres y sus tradiciones.

Y al elegirse solo un representante (con primera y segunda vuelta) se acaban los “diputados del 1%”. Solo habrá representantes genuinos reconocidos y reconocibles por sus electores: cercanos y directos. El sistema uninominal además tiende al centro: las mayorías son de centro y no de los extremos. Tampoco hay espacio para personajes ridículos o de la farándula televisiva. Deben ser ciudadanos del lugar. Otro detalle: la gran cantidad de distritos asegura que todos los partidos puedan optar a ser representados, en la medida que hagan bien su trabajo. Así, tienden a desaparecer los pactos por omisión y las listas por conveniencia.

A los ingleses les ha funcionado de maravillas, y por siglos. Nosotros, en cambio, caminamos hacia una ruta cada vez menos regionalista, más alejada de la gente; de campañas más caras, y dándole espacio a diputados y partidos de pacotilla, que hacen del Parlamento una verdadera bolsa de gatos en agosto.

Volvamos a la base de la ciudadanía, que son sus comunas o grupos de comunas, con sus líderes naturales, sus idiosincrasias, sus costumbres, tradiciones y necesidades comunes. Acerquemos el Parlamento a la gente en vez de alejarlo, como hemos estado haciéndolo. (La Tercera)

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