Lo de hoy en La Moneda es más crudo. Tiene de drama y comedia, de tristeza, pudor y de alivio. Son las emociones que provocan el zarandeo a la República, la retirada de una pieza por una reyerta de poder, el consuelo de que quedan menos de 200 días.
No es solo una anécdota que el Presidente Gabriel Boric entrara a un zoom el lunes a media mañana, desde el mismísimo Palacio de La Moneda, para zanjar con las cúpulas de sus partidos los nudos en la negociación parlamentaria. Demuestra cuál es la prioridad hoy de su gobierno. No es cerrar la agenda de la manera más digna posible. No es potenciar lo que se ha hecho bien (honestamente, no es mucho) o instalar en un lugar protagónico a sus ministros más reconocidos.
Se preparan para la próxima batalla con el mayor arsenal posible, dando esta por perdida. No importa mucho lo que han ido dejando a su paso, si es mejor o peor que antes. Lo prioritario es lo que viene.
El exministro de Agricultura no fue destituido cuando llegó al absurdo de acusar de colusión a los productores de papas. Tampoco después de posar frente a las cámaras apagando incendios. Ni cuando llamó a los alcaldes de comunas rurales a dejar de “lloriquear”, mientras lamentaban el asesinato de un matrimonio en Graneros y exigían apoyo. Se le pide la renuncia horas después de que su partido concretara la amenaza de competir en la elección parlamentaria en otra lista que, efectivamente, daña la proyección de la izquierda en un próximo Congreso.
La renuncia de Mario Marcel, cuya designación en enero de 2022 amortiguó la desconfianza que generaba el gobierno electo (decepcionaron los resultados, pero pudo ser peor), les otorgó otra oportunidad para operar con crudeza. El Presidente pudo dar una señal de tranquilidad nombrando a la subsecretaria Heidi Berner y, de paso, pasar a la historia con la primera ministra de Hacienda de Chile. Optó por designar a uno de sus más cercanos, porque lo central ahora es formular un presupuesto funcional a la elección de diputados y senadores. Nadie sabe lo que pueda pasar en los próximos meses con un ministro poco experimentado en las finanzas públicas y una encargada de ellas que suma una cadena de errores.
Además de los juegos de poder, en la retirada la realidad es secundaria, lo central es cómo se cuente. El encargado del programa de Jeannette Jara —subrayemos que es el representante de la exministra del Trabajo— calificó la situación del empleo como un “desastre”. La vocera corrió a responder no con números, sino acomodando la crítica al plano de la interpretación: “… hay distintas opiniones”. Aunque a la ministra le guste más opinar que medir, hay datos que exponen un creciente desempleo, y evidencia de mayor informalidad, con 145 mil cotizantes menos que hace cuatro años.
Lo de Bloomberg esta semana fue un golpe duro para quienes ven en la responsabilidad de gobernar una experiencia vital y no de servicio a Chile. El medio calificó el mandato de la “izquierda transformadora” (sic) como un “legado trágico”, repasando los fracasos en empleo, delincuencia, reconstrucción, etc.
Pero todo eso ya fue, la fiesta está acabándose. Y probablemente nadie recuerda a estas alturas aquel primer discurso, desde una luminosa ventana que mira a la Plaza de la Constitución: “…no llegamos aquí solo para llenar cargos y solazarnos entre nosotros… llegamos aquí para entregarnos en cuerpo y alma al compromiso de hacer mejor la vida en nuestra patria”. (El Mercurio)



