En el descampado de poder en que ha caído el país, no es raro que surja la figura de Ricardo Lagos. Para muchos representa la medida del orden y la moderación que tanto falta en estos tiempos. El líder innato que puede tomar las riendas en momentos en que todo parece fuera de control. El estadista por excelencia, el hombre que adquirió una estampa de presidente que pocos han logrado.
Frente a esto, Lagos juega su juego. Dice que no quiere ser candidato, pero hace todo para serlo. Habla de que la crisis que vive el país es grave y que ha llegado el momento de dar un paso grande. Lanza el sitio web “Tu Constitución, tus sueños, nuestro futuro”, donde se pretende que los ciudadanos propongan ideas y conceptos que podrían incorporarse a una nueva Carta Fundamental. Y para esto, se rodea de un grupo transversal de expertos, en lo más cercano a la añorada democracia de los acuerdos.
Lagos, el inventor de Bachelet, se pone hoy sobre ella. Ya la había retado antes, cuando advirtió de la falta de decisión política, que había que ponerse los pantalones, porque el país llevaba ocho años perdidos. Esto es, desde que él dejó de ser presidente. Porque la modestia nunca ha estado en su diccionario. Es un duro por excelencia.
Esta suerte de resurrección del ex presidente, sin embargo, se topa con varias piedras. Algunos dicen que está viejo, que casi estaría en los ochenta años para la próxima elección. Eso, sin embargo, no parece ser un argumento muy de peso en estos días, donde la famosa renovación de la política está resultando un fracaso. La idea de que vuelva al poder gente con más oficio y experiencia, juega a favor de Lagos.
Pero hay más. No es claro que sea un buen candidato. El hombre aparece más como una solución de la elite frente a la crisis, que a los deseos de los electores.
En diciembre pasado, la encuesta Plaza Pública midió su fuerza entre las figuras de la centroizquierda, alcanzado sólo el 7% de las preferencias, frente al 39% de Marco Enríquez- Ominami. Es cierto que el panorama cambió radicalmente desde esa fecha, por los escándalos Penta, Caval y Soquimich, pero habrá que ver si la fuerza de Lagos ha subido, logrando acortar en algo la distancia con ME-O, quien hoy es su piedra de tope para cualquier pretensión futura que tenga.
Por último, está su pasado, que tiene demasiados puntos negros. Basta que Lagos hable, para que las redes sociales exploten recordándole el escándalo MOP-Gate, el Transantiago, o la misma Constitución que fue modificada en su propio gobierno y que hoy todos discuten.
Así las cosas, por mucho que suene como una solución a la crisis actual,la idea de un Ricardo II no parece ir más allá de un deseo de algunas cúpulas políticas, las que sumidas en el desprestigio, no parecen tener fuerza para imponer voluntad alguna. Por ello, todo parece indicar que nos acercamos más a la figura del caudillo que al del estadista.
Salvo, claro está, que en el país del “caiga quien caiga”, salgan del ruedo sus competidores. Ahí Lagos podría volver casi por decreto. Caramba, capaz que el hombre se esté preparando para eso.(La Tercera)


