Renunciamos un poco cada día-Pilar Lizana

Renunciamos un poco cada día-Pilar Lizana

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Renuncia, tal vez la mejor palabra que refleja lo que ha pasado en los últimos años en materia de seguridad. Renunciamos a caminar por ciertas calles, renunciamos a salir a ciertas horas, renunciamos a nuestras libertades y ahora, renunciamos a controlar el territorio.

Nunca esa renuncia había sido tan evidente como con la reciente ley de narco funerales. Se aceptó por ley algo que está consumiendo a la sociedad: la narco cultura.

El Estado ya había renunciado a ejercer soberanía en ciertos sectores. Las tomas se han transformado en esos vacíos y materializan esa renuncia, pero la ley de funerales de alto riesgo, más que evidenciar a un Estado que se hace cargo, muestra a uno que está perdiendo frente a la criminalidad. Un Estado que en vez de intervenir y hacer cumplir el imperio de la ley, decide normar una práctica que no debiese existir.

Se dice que la nueva regulación les entrega facultades a las policías, pero ¿por qué controlar la identidad, medir alcohol y drogas y decomisar armas debiese necesitar una ley especial en el caso de un funeral de alto riesgo? ¿Acaso no son tareas habituales de esas instituciones?

No podemos celebrar una ley que argumentando proteger a civiles les entrega un marco normativo a los delincuentes para desarrollar sus actividades. No podrán velar el cuerpo, pero las strippers, la música urbana y la celebración se realizará igual. La narco cultura es la identidad de esas agrupaciones criminales. Si no es un velorio, será una animita, un mausoleo o hasta en el mismo cementerio, ellos no renunciarán a su identidad, a lo que los posiciona frente al resto, a lo que atrae a los nuevos.

Por definición, el Estado debiese proteger a la población ante cualquier evento riesgoso. Esa es su misión, no necesita leyes ni decretos, los instrumentos de poder los tiene, sólo debe usarlos correctamente. El hecho de que estemos hablando de la ley narco funeral significa que está renunciando a ese rol. El hecho de que los policías requieran de leyes que los respalden significa que no confían en el Estado ni en sus gobernantes, no creen en el espaldarazo que dicen darles y ahí está el problema. El Estado renuncia.

La identidad nacional, esa que se construye de tradiciones y que le da vida a un país es algo que se cuida poco en Chile. Al menos por una parte de la élite política. Quienes sí cultivan su identidad son los grupos narco, la construyeron de a poco y es lo que les da fuerza, esa columna vertebral que los mantiene. El negocio es importante, pero sin identidad el grupo no existiría. Al final, mientras el narco sigue fortaleciendo sus formas y el fondo, el Estado sigue renunciando.

En vez de narco funerales deberíamos estar hablando de planes preventivos en barrios de alto riesgo, de esa planificación que le permitiría al Estado adelantarse y entregar la seguridad que los ciudadanos necesitan. Deberíamos hablar de que quienes renuncien sean ello, no nosotros. De lo contrario, estaremos amplificando sus oportunidades. (El Líbero)

Pilar Lizana