Nuevamente estamos discutiendo una reforma tributaria. La propuesta del Gobierno dista de ser una deseable, ya que tiene importantes costos sobre el crecimiento económico de largo plazo.
La carga tributaria –que corresponde al total de impuestos que pagan los habitantes de un país sobre su nivel de PIB— de Chile es 4,2% del PIB menor que el promedio actual de la carga tributaria que soportan los países de la OCDE y 3,0% del PIB menor que la carga tributaria que soportaban estos países cuando tenían el nivel de PIB per cápita que nuestro país tiene actualmente.
Adicionalmente, la situación fiscal de Chile es bastante crítica: desde 2013 sólo hemos tenido déficits efectivos, la deuda pública bruta se ha multiplicado por más de tres y la deuda neta pasó de -5,6% del PIB a 20,1% del PIB en 2021. En definitiva, es necesario incrementar los ingresos del Fisco y, desde luego, optimizar el gasto público.
Respecto al gasto del Estado, recientemente un estudio de Libertad y Desarrollo muestra que 159 programas públicos tienen deficiencias, lo que representa un gasto de 4,5% del PIB. Como referencia, la reforma tributaria que propone el Gobierno busca recaudar –post indicaciones— 3,6% del PIB. Es decir, si reasignara los recursos destinados a programas con deficiencias, sería más que suficiente para financiar las medidas para las que el Ejecutivo declara necesitar la reforma tributaria. Tentador.
En lugar de irse por el camino de optimizar el gasto público, el Gobierno ha optado por hacer una reforma tributaria que contiene propuestas que tendrán un importante costo para el crecimiento económico de largo plazo del país. El Ministerio de Hacienda estima que el efecto negativo en el nivel de PIB per cápita de largo plazo de varias de las medidas propuestas alcanza nada menos que ¡2,7%!
Un ejemplo de estas medidas costosas en términos de crecimiento es el sistema dual del que habla la reforma, que no es más que la desintegración del sistema tributario para las grandes empresas. Esto significa que los impuestos pagados por las empresas dejan de ser crédito para el impuesto personal de los dueños de esas empresas.
Con la desintegración del sistema se altera un principio muy deseable del sistema tributario: la equidad horizontal, ya que los ingresos provenientes del capital pagarán más impuestos que los ingresos provenientes del trabajo. Evidentemente, al incrementar el gravamen a las rentas del capital se desincentiva la actividad empresarial.
Es evidente que este incremento del impuesto a las rentas del capital reducirá la inversión y, en consecuencia, declinará la generación de empleos y el crecimiento económico del país. Esto se propone en una coyuntura económica apremiante: se proyecta una recesión para 2023 y la inflación amenaza con elevar la pobreza sobre los dos dígitos.
La desintegración total del sistema para las grandes empresas es sólo un ejemplo de las medidas con consecuencias negativas que tiene esta propuesta de reforma tributaria. El impuesto al patrimonio y el impuesto a las utilidades acumuladas son otras dos innovaciones que van en contra de la inversión, el ahorro y el crecimiento económico.
Hay alternativas. Se puede recaudar más con menores costos sobre el crecimiento del país, por ejemplo, ampliando la base del impuesto a la renta. Sabemos que el enorme tramo exento del impuesto a la renta es una anomalía en la OCDE (75% de los trabajadores en Chile no paga este impuesto). Si queremos cerrar la brecha con estos países podríamos avanzar en este sentido. Un estudio de Horizontal que replica la estructura tributaria de Canadá, Nueva Zelanda y España a nuestra distribución de ingresos encuentra que la recaudación tributaria podría aumentar entre 4,5% y 5,7% del PIB mediante la ampliación de la base del impuesto a la renta. Es interesante constatar que el estudio señala que 30% del aumento en la recaudación provendría del tramo ahora exento y el restante aumento proviene de los tramos superiores.
Esta es sólo una idea, pero refleja que hay espacio para incrementar los impuestos con un menor costo para el crecimiento del país. Hagamos las cosas bien, busquemos alternativas para sanear nuestras finanzas públicas que no las comprometa gravemente a largo plazo. (El Líbero)
Soledad Hormazábal