Rebobinando

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El 19 de noviembre el país pudo verse de una forma muy distinta a como creíamos vernos. De pronto, aquello que sugerían las encuestas con mayor visibilidad, que proclamaban los columnistas más renombrados y lo que relevaban como consensos “transversales” los organismos empresariales y los centros de pensamiento de la centroderecha, colapsó abruptamente. La voz de las urnas dejó en evidencia que solo un 44% de la población repudiaba las reformas, que un 35% estaba en lo fundamental a favor y más de un 20% quería llevarlas adelante con más fuerza. La tesis del “diagnóstico equivocado” (el malestar de la sociedad chilena interpretada como rechazo al modelo) y el contraargumento de que la pasión por el consumo se había convertido en el norte único de los sectores medios emergentes que la izquierda ideologizada no terminaba de entender, han sido arrasadas por los resultados electorales. Un grupo de analistas se resiste a entender que en la izquierda no hay un rechazo genérico a la  “modernización capitalista”, sino a su modalidad nacional que al contrario de los países del norte de Europa no permite que la idea de los derechos sociales universales se constituya en la idea matriz de la salud, la educación y las pensiones. Ese capitalismo que, además, genera condiciones favorables a una economía dinámica, tiene más apoyo que el imaginado.

En la segunda vuelta presidencial Piñera no la tiene fácil. Muchos de los votantes de Kast están presos del antipiñerismo (muy extendido en el país) y tienen muchas y diversas razones para no votar por él. Pero incluso esos votos son insuficientes. Además, el ala más de derecha de la DC ya votó por Piñera en la primera vuelta. La mayoría de la DC, como muestra su resultado electoral parlamentario, tiene su corazón junto a la izquierda.

Sumar al 55% que votó por la centroizquierda tampoco es tarea fácil. Los votos que requiere Guillier no están en el centro político (en su gran mayoría ya han optado por la derecha o la izquierda); están entre los que votaron por Beatriz Sánchez en la primera vuelta. En tal sentido, es clave levantar un programa que busque acuerdos en torno al fin del rol central de las AFP en el sistema de pensiones; en torno a una educación de calidad y estructurada, como la salud, sobre la base de los derechos universales, que apueste por un Estado emprendedor, una economía basada en el conocimiento y en la articulación positiva con el medioambiente y la atención al cambio climático. Ello es, sin embargo, insuficiente. El Frente Amplio (FA) tiene razón de que la NM no ha involucrado a los actores sociales en la definición e impulso de las reformas en marcha; es una rectificación indispensable. El FA ha señalado con claridad que Piñera representa un retroceso. Esa es una base suficiente para  impulsar tres o cuatro reformas claves que un acuerdo parlamentario puede hacer aprobar.

El FA enfrenta el desafío de gestionar políticamente su fuerza parlamentaria. Sería un desperdicio que se ocupara solo para levantar las ideas de reforma y no para concretarlas. Guillier debe constituirse en el articulador de un complejo pacto político; primera prueba de su capacidad de impulsar reformas y asegurarle al país  la gobernabilidad democrática. (La Tercera)

Eugenio Rivera

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