Pugna comercial EE.UU.-China: desafío sudamericano

Pugna comercial EE.UU.-China: desafío sudamericano

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La historia suele enseñarnos que el comercio nunca ha sido neutro. En la Atenas de Pericles, los mercados eran también trincheras; en el Imperio Romano, las rutas de intercambio definían la expansión de su poder. Hoy, la disputa entre Estados Unidos y China confirma la vieja lección: el comercio no es sólo mercancía, es poder. Como recordaba Virgilio, “la tranquilidad de unos suele convertirse en motivo de recelo para otros”.

Donald Trump se mueve dentro de esa lógica. Su estilo negociador responde al principio de tensar primero y ceder después, un libreto que ya ha aplicado en distintos escenarios. Así, el futuro de TikTok en Estados Unidos, la reorganización de los controles de exportación y la pugna por las tierras raras se transforman en piezas de un ajedrez donde el ruido inicial prepara el terreno para concesiones calculadas. Lo mismo ocurre en su amenaza militar a Venezuela o en el choque arancelario con Brasil: la frontera entre economía y geopolítica se desdibuja.

China, sin embargo, no permanece pasiva. La guerra en Ucrania ha demostrado la fragilidad de las cadenas de suministro y el peso de los recursos estratégicos. Pekín controla nodos esenciales en la exportación de tierras raras, y cualquier concesión en ese campo sería más que económica: sería política y de seguridad. A ello se suma la cuestión de Taiwán, una línea roja irrenunciable. Incluirla de manera indirecta en la agenda comercial podría deshacer todo lo pactado, como en las tragedias griegas donde un gesto mínimo precipita la ruina de la polis.

El rumbo de las conversaciones sigue siendo opaco. Quizá surja algún tipo de compromiso parcial, quizá la parálisis se imponga, o tal vez convivirán cooperaciones limitadas con tensiones persistentes. La claridad dependerá menos de los comunicados y más de los gestos directos entre Trump y Xi.

La encrucijada sudamericana

Para Sudamérica, esta pugna no es ajena. La región ha visto cómo las inversiones chinas en puertos, telecomunicaciones y mercados se vuelven indispensables, desde Huawei hasta el puerto de Chancay. Pero Washington declara su intención de reducir esa influencia, obligando a los gobiernos a calibrar beneficios inmediatos frente a dilemas estratégicos.

Chile, Perú y Brasil ya no deciden sólo en términos comerciales, sino en un tablero geopolítico que se reacomoda. Estados Unidos busca contener, China expandirse. La región corre el riesgo de convertirse en un anillo externo de una nueva Guerra Fría. Y si el mundo es un ajedrez, Sudamérica ocupa la “esquina”: un lugar a menudo ignorado, pero cuya pérdida altera el equilibrio entero.

La verdadera cuestión no es simplemente si habrá que tomar partido, sino si la región puede transformar esa condición periférica en un punto de apoyo que amplíe su autonomía. El desenlace sigue abierto. Lo que queda es la tensión misma de la historia aún por escribirse.

Andrés Liang

Experto en Geopolítica y Seguridad