1.- De la demanda de cambio a la demanda de orden
Quizás la principal diferencia entre las presidenciales del 2021 y las que tendrán lugar en octubre próximo es el contexto social. En 2021 aún estábamos bajo el influjo del estallido, que llevó al país a desestibarse hacia la demanda de cambio, y dominó la escena de manera incontrarrestable en 2020, cuando recién comenzaba a crecer la demanda de orden. Demanda que se expresó en el primer lugar de José Antonio Kast en la primera vuelta y más tarde en el 44% obtenido en la segunda vuelta por un candidato que entonces representaba el extremo derecho del arco político.
La demanda de cambio expresada en el discurso refundacional, llevado hasta el paroxismo en la Convención Constitucional, fue retrocediendo e inclinando al país en la dirección contraria, que prevalece hoy, tal como después del estallido se impuso la pulsión de cambio.
Si en 2021 los ejes principales de la elección eran la igualdad y la justicia social, los abusos y la redistribución, hoy son la inseguridad, el control de la migración irregular y la recuperación del crecimiento económico. Esta es la principal diferencia de contexto entre los comicios del 2021 y los de este año.
2.- Del voto voluntario al voto obligatorio
Esta elección de 2025 será la primera presidencial con voto efectivamente obligatorio. Es un cambio muy relevante: hace 4 años en la primera vuelta votaron válidamente 7 millones de personas y ahora lo harán más de 12 millones. Esos 5 millones de nuevos votantes no se comportan como los votantes habituales. Estos últimos en su mayoría se definen por referentes ideológicos y una posición política en el eje izquierda-derecha. Los nuevos, en cambio, definen su voto más bien en función de dónde les aprieta el zapato, desde la desconfianza radical en la capacidad del Estado y de la política para resolver sus problemas, votarán por aquel (o aquella) a quien le reconozcan sintonizar con sus preocupaciones y algún grado de credibilidad para empujar soluciones a éstas.
La elección de 2021 fue la última en la que la campaña consistió principalmente en movilizar a quienes se identifican previamente con el sector y el liderazgo de la candidatura para que concurran a votar, en hablarle sobre todo a la propia tribu, en el lenguaje y las prioridades del segmento politizado de la población. Ahora, se trata de convencer a un electorado que de todas maneras irá a votar. Esos votantes no son parte de una clientela ni tienen adhesión previa a un sector político. Sus preocupaciones principales son las prioridades de tu candidatura presidencial y si tienes capacidad y credibilidad para entregar soluciones efectivas.
Es un cambio copernicano en materia de elecciones y campañas, que obligará a salir de las trincheras políticas, a poner por delante las preocupaciones reales de la población y a abandonar la jerga ideológica a la hora de buscar la adhesión electoral.
3.- Ahora la izquierda representa la continuidad
Y la derecha el cambio. Las últimas 4 presidenciales han sido ganadas por la oposición. En la elección de 2009 y 2017, Sebastián Piñera se impuso en segunda vuelta a los candidatos apoyados por la presidenta Bachelet y que representaban la continuidad. En 2013 la candidata del gobierno de Piñera perdió categóricamente la segunda vuelta. En 2021, aunque se había definido opositor al gobierno, Kast perdió ante Boric porque éste representaba en el cambio más radical respecto del gobierno de Chile Vamos.
La constante histórica en Chile es de alternancia presidencial. Sólo fue rota por los 20 años continuos de los 4 gobiernos de la Concertación, porque los gobiernos radicales (1938-1952) con Aguirre Cerda encabezaron el Frente Popular, pero ya Juan Antonio Ríos no contó con el apoyo del PC y menos aún González Videla, que terminó proscribiendo a los comunistas.
A diferencia de 2021, entonces, el favoritismo inicial favorece a la oposición y el oficialismo tiene el desafío de contrariar la constante histórica de alternancia.
4.- La refundación cambió de campo político
En 2021, la izquierda radical ganó con un discurso refundacional. Se trataba de instalar otro modelo de desarrollo, cambios estructurales y una nueva constitución. El Frente Amplio encarnaba con fuerza la idea de un nuevo comienzo, no sólo en oposición a los gobiernos de derecha, sino también a los de la Concertación.
En 2025, a pesar de que el oficialismo tiene una candidatura comunista, ya no se visualizan ni siquiera ecos lejanos de la pretensión refundacional de la campaña de 2021. Porque el gobierno experimentó una mutación al contacto con la realidad que debió enfrentar, y también por el cambio notorio en las preocupaciones y prioridades de los chilenos. Ahora todos se reconocen socialdemócratas, sino en sus metas de largo plazo, al menos en las de sus compromisos de gobierno.
Los aires refundacionales se trasladaron al campo opositor, particularmente a la nueva derecha. Los nacional-libertarios hablan de motosierras y los republicanos de cambiar radicalmente la orientación que ha tenido el país en las últimas décadas, situándose no sólo en oposición al gobierno actual sino también a los de la “derechita cobarde”, como suelen fustigar a sus socios opositores.
De todas maneras, me parece evidente que la distancia que separa hoy a las candidaturas más importantes respecto de los temas principales del país es significativamente menor que la de Boric y Kast en 2021, separados entonces por un verdadero foso no sólo en cuanto a las propuestas sino también al diagnóstico del país.
5.- 2020 naufragio municipal/regional de la derecha y 2024 retroceso de la izquierda
La presidencial de 2021 fue precedida de una catástrofe electoral de la derecha en las elecciones municipales y regionales, retrocediendo a sólo 87 de los 345 alcaldes y uno de los 16 gobernadores regionales. Esta elección presidencial de 2025 viene precedida del avance de la oposición, que eligió 131 alcaldes, obtuvo triunfos en comunas importantes como Santiago, Antofagasta, Rancagua, Puerto Montt, Independencia y San Miguel, pero las fuerzas proclives al gobierno siguen siendo mayoría en alcaldes y en gobernadores regionales. Por lo mismo enfrentan territorialmente la elección presidencial en mejor pie que la derecha en 2021.
6.- Kast no es el mismo de 2017 y 2021
Se presentó como candidato presidencial independiente en 2017, compitiendo con Piñera, y obtuvo 7,93% de los votos. En 2021, con el recién fundado Partido Republicano y con lista parlamentaria propia, saltó a un 27,9% y obtuvo un senador y 15 diputados. Pasó a segunda vuelta y perdió ante Boric con 44,13% y 3,6 millones de votos. Luego del fracaso de la Convención, su partido obtuvo un triunfo espectacular (35,4% de los votos, casi 3,5 millones y eligió 23 de 50) en la elección de consejeros constitucionales en mayo 2023. En diciembre de ese año se repitieron los porcentajes de la segunda vuelta presidencial (44/56) en el plebiscito de la propuesta constitucional empujada por su partido.
En las municipales estuvo por debajo de las expectativas impulsadas por los resultados electorales previos. Pero pasó de tener un puñado de concejales a elegir 234 con 13,8% de los votos, se convirtió en el principal partido en la elección de Cores, al elegir 60 con 15,7% de la votación, aunque sólo eligió 8 alcaldes y ningún gobernador regional.
Es innegable, sin embargo, que la posición de José Antonio Kast en 2025 es mucho más sólida que en 2021. Cuenta con un partido consolidado, bancada de diputados e implantación a lo largo del territorio, con un elenco numeroso de concejales, cores y organización partidaria en todas las regiones, además de un contingente significativo de excandidatos a alcalde y gobernadores que le permiten conformar una lista parlamentaria competitiva junto a socialcristianos y nacional-libertarios.
La emergencia de la figura de Kayser le permitió, además, salir del extremo del arco político y situarse al centro de la derecha. La aprobación de la mayoría de las leyes que abordan temas valóricos en los gobiernos precedentes, le permiten sobrellevar su distancia del sentido común mayoritario en estas materias, mientras el desplazamiento hacia la demanda de orden favorece su candidatura.
5.- Matthei no es Sichel
Como es sabido, la candidatura de Chile Vamos llegó cuarta en la primera vuelta presidencial pasada con 12,78% de los votos, bastante menos de la mitad que Kast, que terminó concentrando casi la totalidad del voto de derecha, al cometer Sebastián Sichel el error de dar por garantizado ese voto y orientarse por entero a disputar el voto de centro, haciendo la campaña de segunda vuelta cuando antes debía ganar la primera.
Evelyn Matthei, en cambio, desde su extensa trayectoria en la derecha, disputará ese electorado con Kast con menor riesgo de que la abandone como hizo con Sichel después de apoyarlo para que ganara la primaria. Pero su fuerza no está ahí, ya que disputa pero pierde con Kast entre los electores de derecha. Su potencial está en ese tercio mayor que en la CEP no se define en el eje izquierda-derecha y que puede ver en ella menos atrincheramiento ideológico, menos conservadurismo moral y más capacidad de diálogo y construcción de mayoría, además de más y mejor personal político con capacidad y experiencia de gobierno.
Después de haber dilapidado su ventaja al no planificar una primaria que la hubiera mantenido como la alternativa al oficialismo y reafirmada como la persona de mayor adhesión electoral, está por verse si logra movilizar sus ventajas comparativas en estos meses decisivos y revertir la tendencia de desplazamiento de los electores opositores hacia la candidatura de Kast. Además de su ventaja potencial para atraer al centro social y lo que queda del centro político, Chile Vamos tiene un diferencial abrumador respecto de Republicanos en materia de gobernadores regionales, alcaldes, concejales y profesionales que aún no ha logrado poner en movimiento.
Lo que queda pendiente. Dejaré para un próximo artículo la diferencia entre la candidatura de Jeannette Jara y la de Gabriel Boric. Ahora sólo me remito a decir que la alianza que sustenta su candidatura es mucho más amplia que la que sostuvo la candidatura de Boric en 2021, apoyado exclusivamente por el PC y el Frente Amplio. Ahora están detrás de Jara también los partidos Socialista, PPD, Liberal, Radical, Regionalistas y, quizás, la DC o al menos parte importante de ella.
Pero también hay similitudes que abordaremos con mayor profundidad más adelante. Estará en la papeleta Franco Parisi, tal como en 2013 y en 2021, cuando llegó tercero con 12,8% de los votos sin haber pisado Chile durante la campaña, aunque ahora con un PDG del que resta sólo la cáscara (lo abandonaron todos sus diputados). Será de todos modos un factor relevante en el resultado de la primera vuelta en el campo opositor, pues su potencial electoral tiene muy poco que ver con su partido y la dimensión territorial de su campaña. También estará con toda seguridad ME-O por quinta vez consecutiva en la papeleta de la primera vuelta del 16 de noviembre, esta vez en calidad de independiente porque sus esfuerzos de reinscribir su partido fueron infructuosos.
Su trayectoria electoral ha sido fluctuante: partió en 2009 con un sorprendente 20,14% de los votos, siguió en 2013 con 11% en la primera elección de Bachelet, cayó al 5,7% en 2017 cuando la novedad fue el 20% de Beatriz Sánchez y logró hacerse de un 7,6% en 2021 con Boric y Provoste en la papeleta. Seguramente esta vez se inclinará al centro por la condición de comunista de la candidatura oficialista. También, creo, estará el inefable profesor Artés, del PC Acción Proletaria, buscando sus adherentes en el octubrismo y anticapitalismo abandonado por las fuerzas de gobierno. Obtuvo 0,5% de los votos en 2017 y 1,5% en 2021, pero el contexto del voto obligatorio no lo favorece y seguramente no alcanzará votaciones más incidentes. (Ex Ante)
Pepe Auth



