Primero ¡Chile!-Pilar Lizana

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La clave de un país es su gente. El pueblo, como bien lo dice la Constitución de Estados Unidos. Y, por esa gente debe trabajar el gobierno, cualquiera sea que esté de turno. Un Estado al servicio de las personas.

Sin embargo, ese Estado, debe considerar también que las personas estén al servicio de él. Esto último no es capricho pues, hoy, enfrentamos una amenaza que se esfuerza por encontrar a esas personas que trabajando para el Estado no están a su servicio. Es decir, aquellos funcionarios fáciles de comprar. Esto porque, por mucha tecnología que se pueda incorporar a la gestión pública, siempre hay una persona al final de la cadena que maneja esa tecnología y que se transforma en una herramienta sumamente atractiva para esas empresas ilegales que ya se instalaron en el país.

La discusión de la semana ha girado alrededor de la aprobación de la ley que crea que nuevo Ministerio de Seguridad Pública y, junto con ella la búsqueda del primer Ministro de Seguridad de Chile. Un debate político bastante atractivo, pero, que, olvida a esas personas que deben estar al centro. Una institución más no es la solución al problema de seguridad, a menos que venga acompañada de una estructura de seguridad nacional dirigida desde Presidencia, con enlaces en cada sector, metas de gestión claras y flujos de información inmediatos, guiados por una estrategia nacional que oriente las sectoriales y que se haga cargo de la seguridad como un fenómeno interinstitucional y multidimensional. De otra forma, sólo se creará burocracia y las personas seguirán desconfiando de la respuesta del Estado.

Varios son los aspectos que se han considerado en el debate público, pero, poco se ha hablado de uno fundamental: La corrupción. Abordarlo implica poner a las personas al servicio del Estado para que éste puede poner a los chilenos al centro. Abordarlo implica tolerancia cero a las deviaciones y sanciones importantes para cualquier tipo de corrupción. Eso es hacerse cargo de Chile, de protegerlo y hacerlo crecer. Pues, la corrupción se expande como un cáncer, transformándose en el medio para que el crimen organizado y todos sus negocios ilícitos crezcan.

Cuando hablamos de corrupción, no hablamos de más o menos policías, hablamos de voluntad para terminar con favores y mal uso de recursos, pero también, hablamos de potenciar la ética de la función pública y a esa persona al servicio del Estado.

En Chile existen las instituciones y las herramientas de poder del Estado funcionan, pero hay que usarlas y usarlas bien. La tasa de 6,7 homicidios por cada 100.000 habitantes puede habernos tomado por sorpresa en 2022, la llegada del Tren de Aragua también. Pero, las lecciones aprendidas de eso ya se debieron haber hecho y hoy sólo queda adelantarse a lo que pudiera venir aprendiendo de los casos que se han tomado la región y están bastante cerca.

Es hora de poner a Chile al servicio del Estado y al Estado al servicio de Chile porque, todos tenemos algo que decir cuando se trata de abordar la crisis de seguridad ¿cuándo ponemos a Chile primero? Eso dependerá de nuestras autoridades. (El Líbero)

Pilar Lizana