Primer año: una cuestión de carácter-Isabel Plá

Primer año: una cuestión de carácter-Isabel Plá

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Iba a ser una semana para desplegar la fiesta del primer año.

Todo parecía estar marchando mejor. Alzas en las encuestas, mejores noticias para la economía. En el 8M anunciarían la sala cuna universal, una demanda resistida por el Gobierno, pero muy esperada por millones de chilenas. El mismo día se aprobaría la reforma tributaria en la Cámara, la primera emblemática con la que esperaban sellar el aniversario.

En el intertanto, se planificaba un cambio de gabinete, para partir el segundo año “renovando la promesa”. Anunciado entre líneas desde enero, todo indicaba que se estaba preparando con prolijidad.

La semana real, no la que imaginaron, termina reafirmando la confusa ruta que sigue el gobierno del Presidente Gabriel Boric. Tanto en lo ocurrido con la reforma tributaria, como en el cambio de gabinete, se resume el carácter de un mandato que exhibe resultados muy por debajo de los anteriores en sus primeros doce meses.

La inesperada derrota el miércoles en la Cámara mostró la arrogancia, que suele esconderse en el exceso de confianza: simplemente no advirtieron a tiempo los rechazos oficialistas, y que el gritoneo del ministro de Educación a una diputada iba a terminar en algo más que un simple impasse. Mostró, además, una vocación para responsabilizar a otros de los fracasos, al gobierno anterior, a la derecha, tal como hacen los adolescentes cuando quieren descargar su frustración, incapaces de hacer una autocrítica.

En ese carácter está, además, una concepción superficial del diálogo político (tras el cual, se entiende, habrá una negociación). Posderrota, han insistido majaderamente en que se interactuó muchísimo con la oposición y las pymes, pero lo cierto es que se limitaron a convocar encuentros y a recibir observaciones, ninguna de las cuales les parecieron suficientemente poderosas como para cambiar la estructura de lo que se estaba proponiendo.

El cambio de gabinete siguió la línea continua de este primer año. Lo más evidente: no toca a ninguno de los integrantes del núcleo presidencial (me salto aquello de que salieron cuatro mujeres y solo un hombre, sobran las palabras). Tampoco a los encargados de las áreas con mayores déficits y que afectan la vida de los chilenos. Permanecen, por tanto, en el mismo lugar, Educación, Economía, Desarrollo Social, Prevención del Delito, etc.

Con el nuevo electo ministerial, además, sigue el sometimiento progresivo a los protagonistas de “los 30 años”. Autoflagelantes o autocomplacientes, han ido desembarcando en el gobierno con el peso de la experiencia y el sentido político, de los que carece el Frente Amplio.

Las apariencias pueden engañar, sin embargo. Si bien llegan al Gobierno para mejorar la gestión, su rol no ha alterado el espíritu de un gobierno que es ideológicamente el más inflexible desde el retorno a la democracia. En otras palabras: aportan con sus militancias y trayectorias a dar la idea de mayor moderación, pero en las decisiones trascendentes del Gobierno la matriz política sigue casi inalterable. La postergación del TPP11 y el bochornoso enredo de las side letters; la estructura de las reformas tributaria y de pensiones y el acuerdo de seguridad sepultado por los indultos son los ejemplos más a la mano.

Nunca es una buena noticia, incluso desde la oposición, que el primer año de un gobierno haya sido prácticamente perdido para las prioridades. De hecho, las buenas noticias, la caída en la inflación, un mejor Imacec del esperado e incluso la instalación impecable y esperanzadora de la Comisión Experta no son consecuencia de las decisiones que ha tomado La Moneda, sino a pesar de ellas. (El Mercurio)

Isabel Plá