Primarias solo cuando sea necesario

Primarias solo cuando sea necesario

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Las primarias son una excelente herramienta para que un partido o una coalición diriman entre dos o más candidaturas presidenciales que parecen tener similares niveles de apoyo. Aunque tienen riesgos y a menudo pueden tener costos altos en la medida que los candidatos que participan se ataquen demasiado, las primarias son una solución razonable para evitar que la decisión sobre quién será el candidato de un partido o coalición se tome entre cuatro paredes a escondidas de las bases de apoyo popular de esos partidos y de la ciudadanía en general. Pero cuando las primarias se utilizan para darle legitimidad a una candidatura que ya fue escogida por los partidos, las bases de apoyo no tienen buenas razones para ir a votar. Así, las primarias se pueden convertir en una oportunidad para que los rivales cuestionen las convicciones democráticas de los que las organizan y utilicen el poco entusiasmo y la baja participación en las primarias como herramientas para debilitar a quien resulte ganador en esas primarias cuyo resultado era conocido desde antes.

Hay un extenso debate sobre los costos y beneficios de las primarias. Mientras sus defensores destacan que las primarias entregan el poder de escoger al candidato a los simpatizantes de las respectivas coaliciones, los críticos advierten que los votantes de primarias tienden a ser más radicales que los de la elección general. Los defensores de primarias argumentan que los partidos ganan legitimidad al renunciar al negociado que implica escoger a un candidato, pero los críticos alegan que el sistema de partidos pierde fuerza cuando los partidos renuncian a su importante tarea de identificar candidatos de unidad y redactar un programa de gobierno que logre atraer a los votantes moderados.

Desde que se establecieron las primarias organizadas por el Servicio Electoral en Chile en 2013, la experiencia de las principales coaliciones en primarias presidenciales ha sido mixta. Mientras que la izquierda se benefició de primarias con poca incertidumbre en 2013, cuando Bachelet se impuso fácilmente ante 3 rivales, la derecha tuvo una traumática primaria en 2013. Aunque se impuso en esas primarias, Pablo Longueira no llegó a la elección de noviembre y debió ser remplazado a última hora por Evelyn Matthei. En 2017, la izquierda tradicional no hizo primarias, pero la izquierda del Frente Amplio (FA) organizó unas primarias que  consolidaron la candidatura de Beatriz Sánchez. Aunque la candidata del FA no pasó a segunda vuelta, el alto apoyo que recibió permitió al FA alcanzaran una representación significativa de escaños.

En 2021, la izquierda tradicional volvió a fallar en su intento por hacer primarias (hicieron unas primarias tardías por fuera del Servicio Electoral), y el FA junto al PC realizaron primarias que cautivaron el entusiasmo de la izquierda y dieron una sorpresiva victoria a Gabriel Boric. Aunque Boric solo recibió solo el 25.8% de la votación en primera vuelta, logró una histórica victoria en la segunda vuelta que le permitió llegar a La Moneda y convertirse en el nuevo líder de la izquierda chilena. En la derecha, las primarias dejaron fuera de carrera a Joaquín Lavín, que marcaba como favorito en las encuestas, y convirtieron a Sebastián Sichel, el candidato más cercano al gobierno de Sebastián Piñera, en el candidato de la coalición. Al no entender que debía primero ganarse al electorado de derecha, el intento de Sichel por conquistar el voto de centro terminó por favorecer la candidatura de José Antonio Kast, que no compitió en primarias, y obtuvo la primera mayoría en la primera vuelta de la elección presidencial.
En 2025, todo parece indicar que la izquierda tendrá primarias amplias y competitivas. Aunque Carolina Tohá marca mejor en las encuestas nacionales, todo parece indicar que habrá alta competitividad entre los cinco candidatos que van a competir por el apoyo de los votantes más de izquierda en las primarias. La oferta que presentan la comunista Jeannette Jara, el frenteamplista Gonzalo Winter, la socialista Paulina Vodanovic, la PPD Carolina Tohá y el candidato de la FRVS Jaime Mulet, es amplia y diversa -aunque todos carguen con ser la continuidad de un gobierno impopular-. Pero esas primarias tendrán mucha incertidumbre y, por lo tanto, atraerán atención.

En cambio, de haberse realizado, las primarias de la derecha tradicional -al no contar con la presencia de José Antonio Kast o Johannes Kaiser, que optaron por no ir a primarias- hubieran carecido del elemento necesario esencial en una primaria: la incertidumbre sobre el resultado.  Porque los partidos tradicionales de derecha ya nominaron a Matthei como candidata, no había sentido de realizar una primaria para confirmar su candidatura. Además de desperdiciar recursos públicos, unas primarias truchas hubieran presentado riesgos evidentes. Si la participación hubiera sido muy baja o los candidatos que hubieran competido con Matthei hubieran sacado una votación sorpresivamente alta, la candidata oficialista hubiera salido debilitada.

Como tienen costos y oportunidades, las primarias no son siempre la mejor solución a los problemas que enfrenta cada coalición. En 2025, la derecha tradicional optó por nominar a una candidata de consenso. Como los otros candidatos de derecha optaron por no ir a primarias, nunca tuvo sentido que los partidos tradicionales organizaran primarias de último minuto. Matthei debe centrarse en convencer a los votantes que quieren castigar al gobierno de Boric y a la izquierda que ella es la opción más segura y confiable. Para eso, no necesita primarias, necesita enfrentar directamente y de forma clara y precisa las opciones que representan Kast y Kaiser. (El Líbero)

Patricio Navia