Desde el retorno de la democracia en 1990, en Chile parecían existir dos condiciones inhabilitantes para candidatos presidenciales, ser pinochetista y ser comunista. Bien pudiera ser que, en la segunda vuelta de la elección presidencial en diciembre de 2025, los chilenos se vean obligados a escoger entre Jeannette Jara, una candidata que milita en el Partido Comunista (desde antes que cayera el muro de Berlín) y José Antonio Kast, el líder del Partido Republicano que no esconde su admiración por el régimen dictatorial de Augusto Pinochet. Si Jara y Kast se enfrentan en la segunda vuelta, una de las dos condiciones que se parecían suficientes para no poder ser presidente de Chile no existirá más.
Desde que volvieron las elecciones democráticas al país en la contienda de 1989, aquellos aspirantes a la primera magistratura que militaban en el Partido Comunista o que, ya en democracia, se mostraban como apologistas de la dictadura militar parecían impedidos de llegar a La Moneda. La animadversión de los chilenos hacia candidatos comunistas o pinochetistas era fuerte y clara.
En cuatro elecciones consecutivas, los candidatos presidenciales de la centroizquierdista Concertación ganaron el apoyo de una mayoría del electorado. Aunque algunos en la derecha acusaron a Patricio Aylwin en 1989, Eduardo Frei en 1993, Ricardo Lagos en 1999, y Michelle Bachelet en 2005 de ser lobos comunistas disfrazados de corderos centroizquierdistas, el electorado no se compró esa acusación y votó decididamente por los abanderados de la Concertación para gobernar el país. A su vez, aunque muchos en la izquierda trataron de convertir a Sebastián Piñera en una reencarnación de Augusto Pinochet, el electorado votó tranquilamente por Piñera en 2009 y 2017. Ayudó que el líder de centroderecha había hecho públicamente campaña contra Pinochet en el plebiscito de 1988.
Durante los primeros 24 años de democracia, la derecha buscó alejarse de la controversial figura del exdictador, y la centroizquierda buscó mantener una cierta distancia del Partido Comunista. Pero después de la muerte de Pinochet en 2006, el paso del tiempo comenzó a nublar la memoria popular y los partidos de izquierda se abrieron a formar pactos de omisión con el PC mientras que en la derecha comenzaron a surgir líderes que, rechazando las violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura, se atrevían a destacar algunos de los logros del régimen militar, especialmente en materia de reformas económicas.
En las elecciones presidenciales de 2013, Bachelet incorporó formalmente al PC a su coalición de gobierno, sepultando a la Concertación y creando la Nueva Mayoría. En 2017, la derecha tradicional sufrió la escisión de un grupo liderado por José Antonio Kast que buscaba correr el cerco político más a la derecha. En 2021, como líder de Republicanos, Kast superó al candidato de los partidos tradicionales de derecha y llegó a segunda vuelta. Al frente, en la izquierda, el candidato de la coalición Frente Amplio/Partido Comunista superó en votación a la candidata de la vieja y gastada coalición centroizquierdista que ese año adoptó el nombre de Nuevo Pacto Social. Los resultados de la primera vuelta dejaron en claro que el comunismo y el pinochetismo se sentaban cómodamente a la mesa, legitimados por los votos de un electorado que parecía menos reacio a rechazar a candidatos solo por su militancia comunista o por ser apologistas de la dictadura militar. En la segunda vuelta, los chilenos votaron para entregar el timón a un proyecto fundacional de izquierda.
Después de los fracasos de los dos procesos constituyentes, uno liderado por la extrema izquierda y el otro liderado por la extrema derecha, parecía que los chilenos querían volver al sendero de la moderación y el pragmatismo que tan bien le había funcionado al país entre 1990 y 2014. Las sendas derrotas del proyecto fundacional del primer proceso constituyente y del intento de la derecha más dura por correr el status quo institucional más a la derecha en el segundo proceso que tuvo lugar en 2023 tranquilizaron a muchos que habían quedado mareados después de los movimientos pendulares a ambos extremos del espectro ideológico que gatillaron los chilenos en las urnas.
Lamentablemente, los resultados de las primarias de la coalición oficialista que dieron la victoria a la comunista Jeannette Jara y los resultados de múltiples encuestas que muestran que José Antonio Kast supera en intención de voto a la candidata de la derecha tradicional Evelyn Matthei vuelven a despertar el fantasma de la polarización. El país parece encaminado a una segunda vuelta en la que la gente deberá escoger entre dos candidatos que se ubican en los extremos del espectro ideológico, bastante alejados de las posiciones moderadas que tienen la mayoría de los electores.
Para los que estaban esperanzados en que ya habíamos superado la polarización y crispación política que caracterizó al periodo comprendido entre octubre de 2019 y diciembre de 2023, la potencial segunda vuelta que pudiera darse entre Kast y Jara podría convertirse en un brusco retorno a una pesadilla que muy pocos quieren repetir. De tener que escoger entre Kast y Jara, los chilenos deberán decidir si prefieren al pinochetismo o al comunismo. (La Tercera)
Patricio Navia



