PDI: archivos desclasificados revelan redes del nazismo en Chile

PDI: archivos desclasificados revelan redes del nazismo en Chile

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“Las actividades en el país de un partido político de procedencia extranjera, con directivas también extranjeras, como el Nacional Socialista Alemán (NSDAP), que procede directamente de Berlín y se identifica en su existencia, fines y programas de realización con el Estado alemán, constituye, por decirlo así, una verdadera penetración extranjera en nuestra nacionalidad”.

Este párrafo, que apunta a los motivos por los cuales era necesario investigar los movimientos del partido nazi en Chile, se encuentra en uno de los informes que a comienzos de 1940 elaboró el Departamento 50 de la PDI, unidad que buscaba desbaratar a los agentes de este régimen que operaron en Chile antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Los documentos estaban catalogados como secretos, hasta que el director general de la PDI, Héctor Espinosa, decidió desclasificarlos.

La indagatoria, que se dividió en una serie de causas, permitió detectar a los espías nazis que operaron en el país. Así, por ejemplo, se encontraron cajas enterradas en domicilios de simpatizantes alemanes con fuertes sumas de dinero. También se halló a agentes que interceptaban comunicaciones de la Armada y residencias con sofisticados aparatos de comunicaciones, también enterrados en sus patios o en lugares escondidos dentro de sus casas. Pero eso no es todo, ya que también aborda las ramificaciones que alcanzó el partido nazi alemán.

Un documento de 1941, elaborado para un juez de Puerto Varas que estaba investigando las redes, detalla la orgánica de esta agrupación. “El Partido Nacional Socialista Alemán tiene una especie de secretaría que funciona en Berlín y cuyo jefe es Bohle, nombrado por Adolf Hitler. Esta secretaría se llama Auslandorganization, o sea, organización para países extranjeros”.

Así, se indica que el principal órgano del partido con asiento en Chile se llama Landesgruppen. “El landesgruppenleiter de Chile es Walter Boettger. Este actúa desde Santiago y forma parte del personal de la embajada alemana de Santiago, que recibe órdenes e instrucciones desde Berlín del Gauleiter Bohle”, señala el informe. El documento, luego, revela las 19 ciudades en que hay sede del partido nazi: Santiago, Valparaíso, Concepción, Antofagasta y Punta Arenas, Puerto Montt y Puerto Varas entre otras.

Dispositivo para cifrar mensajes.

Dispositivo para cifrar mensajes.

Nueva York 80 y Paseo Bulnes 31 están a menos de una cuadra de La Moneda. Ambos lugares eran dos de los puntos donde se instalaba el corazón de las operaciones de los agentes nazis en Santiago (ver infografía). El departamento 34 del edificio de calle Bulnes correspondía al Departamento de Prensa y Propaganda, y los pisos 9 y 10 en la calle Nueva York eran el centro de operaciones de Walter Boettger, el jefe de la Agrupación Territorial Chile del NSDAP.

Solo en Santiago comandaba a 15 hombres que lideraban las fracciones territoriales “block”. Boettger, de hecho, tenía su domicilio apenas a un par de cuadras de distancia de este eje, en Teatinos 371. Es más: había ocho locaciones en pleno centro de Santiago en las que se efectuaban operaciones de propaganda y reuniones de grupos establecidos que apoyaban al régimen de Hitler.

VERSIÓN DE MILITANTES

La estructura del partido nazi se investigó bajo la figura de infracción a la Ley de Seguridad del Estado. Por esto es que jueces de Puerto Varas, Valdivia y Puerto Montt, entre otros, se coordinaron con la PDI para aclarar cómo operaba esta agrupación. Para esto, fueron claves las declaraciones prestadas por los propios militantes.

Uno de los testimonios fue el de Lorenzo Gleinster Stolz, el jefe en Concepción. “Nos reuníamos para celebrar ciertos aniversarios, como el 20 de abril, cumpleaños de Adolf Hitler (…). Las conferencias se llevaban a cabo en el Club Alemán y podían entrar todas las personas que comprendieran el idioma”, indicó Gleinster. Agregó que en su ciudad eran 62 los militantes. En la misma línea, también está la declaración de Walter Schaale, jefe del partido en Magallanes. Indicó que alrededor de 20 personas componían el núcleo del extremo sur. “Interrogado también sobre los uniformes que usaban en los desfiles, manifestó que efectivamente usaban una camiseta parda con botones plomos y una cruz swástica en una franja lacre en el brazo derecho”.

La actividad nazi también incluyó a los escolares. Así queda de manifiesto en uno de los documentos, que señala que “los colegios que a continuación se indican están encargados de esparcir la semilla totalitaria en nuestro país desde la enseñanza particular, amparados en la libertad de enseñanza que impera en nuestra legislación”. A continuación, se señalan 25 colegios alemanes dispersos por todo Chile y un listado de docentes. El que tiene el mayor número, con 20 profesores, es el Colegio Alemán de Santiago.

Markus Stobrawe, el actual rector de este establecimiento, indicó hoy que “en nuestro sistema educativo está presente el sello chileno-alemán, que se caracteriza por aceptar la historia como tal, conocerla y aprender de ella. Por lo mismo, brindamos una excelente educación basada en valores democráticos, orientada a formar ciudadanos críticos, responsables, respetuosos y tolerantes, que puedan aportar a la sociedad local y global”.

Uno de los colaboradores que tenía un transmisor enterrado en el patio.

Uno de los colaboradores que tenía un transmisor enterrado en el patio.

La red que operó en Chile y gran parte de América Latina fue desarticulada cuando se realizaron una serie de detenciones en 1945. La PDI, en el libro que elaboró sobre esta materia, indicó que “la detención de los implicados en la red de ‘Defensa-2’ en América Latina estalló cuando (Albert) Von Appen ‘entregó a la policía chilena las ramificaciones de la organización de sabotaje alemana en América Latina’”.

En director general de la PDI, Héctor Espinosa, indicó que “el nazismo comenzó a enquistarse en distintos ámbitos del quehacer nacional. Situación que de haber prosperado en cuanto a los objetivos finales que perseguía, podría haber cambiado el curso no sólo de la historia de Chile, sino del mundo”.

No fue posible obtener una respuesta de la embajada de Alemania.

pais-nazis-chile

LAS CONFESIONES DE APFEL

El significado de la palabra “Apfel” es cotidiano para cualquier alemán: “manzana”. Pero se sabe que las palabras significan cosas distintas dependiendo de dónde y cómo son ocupadas. Hace siete décadas, en medio de uno de los momentos más complejos de la historia de la humanidad y en el corazón de Chile, “Apfel” era otra cosa. La palabra clave con la que, según la pista que seguía el Departamento 50 de la Policía de Investigaciones, se identificaba al jerarca de la estructura nazi no sólo en Chile, sino en toda América Latina.

“Apfel” encabezaba en la región la denominada red “Kriegsorganisation 2” (Organización de Guerra 2), comisionada directamente desde el Abwehr, el aparataje de espionaje militar del régimen de Adolf Hitler. La labor de ese grupo no era menor: convencer y entrenar a personas para que se convirtieran en agentes nazis en los países que se vinculaban al bando de los Aliados. Y, en el caso de Latinoamérica, además tenían un objetivo especial: destruir el Canal de Panamá, centro estratégico de las operaciones navales estadounidense.

Los documentos desclasificados por la PDI hace una semana y entregados al Archivo Nacional tienen a “Apfel” mencionado en numerosas ocasiones. Y son estos textos los que fijan una identidad a ese nombre en clave: el capitán de la marina mercante alemana Albert Von Appen Oestmann, quien fue apresado y expulsado del país en 1945, y cuya preparación incluía entrenamiento especializado en Alemania. Ésta es la historia de la red y de su participación, de acuerdo a los archivos y al libro “La PDI contra los nazis”, un trabajo inédito de la propia institución.

LA CLAVE PYL

El 8 de julio de 1942, un documento llegó al Departamento 50 de la PDI desde el Special Intelligence Service, la repartición especializada del FBI de Estados Unidos para luchar contra el espionaje nazi. El texto, denominado Memorándum Confidencial N° 36, incluía un detalle crucial: el descubrimiento de una radio clandestina que operaba desde Chile y se conectaba con Hamburgo, en Alemania, con mensajes cifrados y valiosa información. Cada radio de ese sistema se identificaba con un código de tres letras. La radio de Chile era “PYL”.

De acuerdo a la información estadounidense, existían registros de las conversaciones desde el 28 de abril de 1941, cuando se había logrado descifrar el código encriptado. Y si bien la mayor parte de los datos era información del movimiento de buques y sistemas de defensa, un aspecto preocupaba al FBI: sospechaban que la estación actuaba “como una transmisora de informaciones recibidas de agentes del Eje que operan en Chile, Argentina, Perú, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Estados Unidos”, según constaba en el documento.

El documento también aseguraba que la locación física de la radio era Valparaíso, e incluso señalaba una dirección: Avenida Alemania 5508, en pleno Cerro Alegre, en el domicilio de Guillermo Zeller, quien, aunque reconocía ser un radioaficionado, afirmaba que su transmisor no estaba vinculado con las presuntas operaciones.

Pero en ese momento, la mayor preocupación estadounidense era dar con “Apfel”. “Probablemente la persona más importante que no ha sido identificada, de las que han aparecido en los mensajes, es una persona designada con el nombre de Apfel”, indicaba el mismo informe.

La inquietud era porque, de acuerdo a las interceptaciones, “Apfel” había “comunicado a Alemania a través de PYL que tiene suficiente dinero a mano para empezar su trabajo de sabotaje en los países ubicados en la parte sur de Sud América (sic)”.

INTERROGATORIOS DE 1942

En ese momento, los equilibrios políticos internos chilenos estaban en juego. El gobierno de Juan Antonio Ríos –elegido el año previo tras la muerte de Pedro Aguirre Cerda- recibía fuertes presiones estadounidenses para que tomara un claro lugar en los bloques de la II Guerra Mundial, algo que sólo haría al año siguiente con la ruptura de relaciones con Alemania, Japón e Italia, los países del Eje.

Al mismo tiempo, Hitler y los nazis eran mirados con simpatía por un grupo relevante de la sociedad. De hecho, apenas cinco años antes, en 1937, el Movimiento Nacional Socialista chileno había conseguido escoger tres de los 146 diputados en juego en las elecciones: su congresista más famoso sería Jorge González von Mareés, que, entre otras anécdotas, es recordado por haber hecho un disparo al aire en pleno Congreso Nacional.

Pese a este escenario, el Departamento 50 seguía muy de cerca los pasos de quienes pudieran estar vinculados a operaciones del bloque. Así, a fines de octubre de 1942 se realizaron interrogatorios a una serie de personas en Valparaíso para conocer en profundidad cuál era su relación con Alemania y los nazis.

Uno de los interrogados fue Albert von Appen, sobre quien recaían sospechas porque en 1941 había estado realizando además una serie de viajes internos a distintas ciudades de Chile. Según se señala en “La PDI y los nazis”, en esa instancia Von Appen habría relatado su historia, su llegada a Chile y, además, habría reconocido ser miembro del NSDAP, el partido nazi, desde 1933.

Von Appen arribó en 1937 al país, de acuerdo al testimonio contenido en el libro. Según aseguró, era representante en Chile de una empresa naviera alemana, la Hamburg-Amerika Line. Aunque reconoció los viajes al interior de Chile, dijo que habían sido por su trabajo, y también señaló que pertenecía a uno de los grupos o blocks de militantes nazis en la actual región de Valparaíso.

Sin embargo, al ser consultado sobre si tenía algún rol en el entramado nazi, Von Appen negó cualquier vinculación. En la declaración, fechada el 29 de octubre de 1942, se indica que “consultado acerca de sus actividades como saboteador, manifiesta que en su vida se le hubiera ocurrido desempeñar tal cargo y textualmente dice que él es un desguasador”. Más aún, se le preguntó directamente por “Apfel”, el nombre clave del jefe operativo de los espías alemanes en Latinoamérica. Su respuesta fue concreta: dijo que lo único que sabía era que ea palabra, en alemán, significaba “manzana”.

CONFESIÓN DE 1945

En esa ocasión, Von Appen quedó en libertad porque no habían pruebas suficientes en su contra. De acuerdo a los archivos de la PDI, su habilidad para resistir los interrogatorios era alta. No sería hasta dos años y medio después cuando, finalmente y en la víspera de la caída nazi, el Departamento 50 conseguiría la ansiada confesión de la pieza clave del espionaje alemán en Latinoamérica.

Marzo de 1945 era un mes complicado para el régimen de Hitler. Derrotado en Francia tras el desembarco aliado, con la Unión Soviética avanzando en el frente oriental y con la caída de Berlín como una realidad cercana, el afinado entramado nazi empezaba a mostrarse resquebrajado, como en la antesala de la ruptura final.

También eran tiempos difíciles para los nazis chilenos. Un hecho había despertado las alertas en los organismos de inteligencia: la explosión al interior de la fragata “Lautaro” el 28 de febrero de 1945 frente a las costas peruanas, un incidente que dejó 20 muertos. El “Lautaro” era un buque que había sido construido en los astilleros de Hamburgo y donado por Alemania en 1941, debido a que había quedado internada en 1939 en el puerto de Valparaíso en el inicio de la guerra.

El episodio recordaba otro incidente previo, el del barco mercante chileno “Toltén”, que el 13 de marzo de 1942 fue torpedeado por un submarino alemán mientras cruzaba frente a las costas de Nueva Jersey, en Estados Unidos, causando 27 muertos. En el caso del “Lautaro”, había sospechas de que la explosión se debiera a un sabotaje. Y aunque ese hilo terminaría descartándose, el hecho le permitió a Investigaciones conseguir la autorización para detener nuevamente a Von Appen y someterlo a una serie de interrogatorios.

Sería recién el 25 de marzo de 1945, en el cuarto intento, cuando Von Appen haría su esperada declaración policial. Allí, ante un equipo liderado por el propio jefe del Departamento 50, Hernán Barros Bianchi, comentó que su rol había comenzado en 1939, cuando, durante una visita a Alemania, un marino le preguntó “si yo estaba dispuesto a regresar a Chile para organizar en este país, con personal de mi elección y absoluta confianza, un grupo de saboteadores para actuar en Argentina, Chile y Perú”.

Como la manzana que finalmente cae del árbol, los investigadores tuvieron luego de ello la confirmación de su pista crucial. “Se acordó que yo actuaría con el sobrenombre de Apfel, nombre que se eligió de común acuerdo considerando el parecido con mi apellido, Von Appen. Recibí allí como primera instrucción la orden de buscar mis colaboradores en los puertos y entre gente que tuviera relación con los estibadores, especialmente comunistas”, indicó.

Entre los resguardos que tomó la inteligencia alemana estuvo hacerlo regresar a Chile en diciembre de 1939 a través de una extensa ruta, que incluyó pasos por Rusia, Japón y San Francisco, en Estados Unidos, desde donde viajó en buque a Santiago. Luego de ello, en 1940, viajó a Buenos Aires a reunirse con Dietrich Niebühr, el jefe de los espías nazis a nivel sudamericano.

“Él había recibido instrucciones de que un ciudadano alemán se le presentaría bajo el nombre de Apfel. Yo conocía con anterioridad a Niebühr, pero él no se imaginaba que yo fuera el Apfel que se le había anunciado”, dijo Von Appen en su declaración, agregando luego que reclutó a una persona, Wilheim Lange, quien “aceptó ser en Argentina mi agente y la misión de buscar colaboradores”.

POLVOS BOMBA Y NIGTHCLUB

Los detalles de la confesión de “Apfel” eran precisos e insospechados. Por ejemplo, Von Appen reveló que Niebühr le había entregado en Buenos Aires “cinco o seis cajitas de madera de más o menos diez por diez centímetros y por uno de alto, que contenía cada una ocho tubitos de cobre que estaban perfectamente disimulados, todos de más o menos ocho a nueve centímetros, y que contenían un explosivo llamado ‘polvo negro’. Estos tubos tenían un grosor más o menos como la mitad de un cigarrillo corriente”. Esos explosivos eran de altísimo poder y podían servir para operaciones de sabotaje a gran escala.

No menos sorprendente era el sistema de clave que había diseñado a partir de un ejemplar de un diccionario español-alemán Junkers. “el sistema de la clave convenida fue el siguiente: Se asignó a cada letra de la palabra ‘Nightclubs’ un número correlativo del cero al nueve; es decir: Nightclubs – 0123456789”, comenzó relatando Von Appen.

“Se dividió estos diez números en dos grupos de cinco y se convino en que nuestros mensajes estarían formados por grupos de cinco letras, que al traducir su valor correspondiente en números indicaría que las tres primeras cifras de la página del diccionario y las últimas correspondían al número de orden de las palabras en la página del diccionario”, remató “Apfel”.

La declaración de Von Appen indicaba que él había coordinado directamente el nombramiento de agentes en Bolivia y Perú, y que, siempre en 1940, también había viajado a Brasil para reunirse con un misterioso ciudadano alemán denominado “Doctor Braun”, identificado posteriormente como Georg Blass y quien viajó directamente desde Berlín para encontrarse con la rama latinoamericana de los agentes nazis.

También Von Appen reconoció que jugó un activo rol en conseguir la fabricación de diferentes tipos de bombas; algunas para sabotajes y otras, por ejemplo, para ser instaladas a bordo de los buques alemanes mercantes, para que se hicieran estallar en caso de que cayeran en manos de los Aliados.

SABOTAJES Y DINERO

Otra parte de la confesión señalaba que Von Appen había tenido entrenamiento especializado en la escuela de sabotajes del Abwehr en Hamburgo, y que uno de sus contactos clave en Chile era Ludwig von Böhlen, quien oficiaba como agregado aéreo y marino de la embajada alemana en el país.

A mediados de 1942, de acuerdo a Von Appen, ambos tuvieron una conversación sobre las operaciones en curso. “Me manifestó que estaba en antecedentes completos de mis actividades de los nombres que componían la organización en Sudamérica”, relató “Apfel”, agregando que el diplomático le señaló que “en el caso de que no hubiera embajada, yo debería proceder a ejecutar actos de sabotaje si se producía la declaración de guerra”, indicándole además que contaba con un presupuesto de hasta 250 mil pesos de la época, una alta suma de dinero.

Pero cuando a fines de ese año fue interrogado por el Departamento 50, Von Appen intentó salir del país. Aunque se había autorizado su retorno a Alemania, finalmente se quedaría debido a que no se llegó a acuerdo en quién sería su reemplazante. Sería en esa circunstancia cuando el Departamento 50 conseguiría la confesión, que luego ayudaría a un “efecto dominó” con la caza de otros agentes nazis en diferentes países latinoamericanos.

Von Appen sería expulsado de Chile poco tiempo después. En 1952, regresaría al país, esta vez para quedarse, y con el oficio que, según había declarado, era el que inicialmente lo trajo a tierras chilenas: el de la marina mercante, donde construiría con el tiempo un importante grupo empresarial. Lejos del tiempo en que, como “Apfel”, lideraba la red nazi de agentes para todo un subcontinente. (La Tercera)

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