El ministro de Hacienda no ha tenido una tarea fácil estos días. Se ha visto obligado a tener que defender su política fiscal frente a las presiones para aumentar el gasto público, no logró evitar el veto al proyecto de reforma laboral, y tuvo que modificar a última hora su proyecto de reajuste del salario mínimo. A raíz de estos problemas han surgido críticas a la gestión del ministro y cabe preguntarse cuán válidas son.
Los ministerios de Hacienda han tenido por siglos como misión básica administrar la riqueza del Estado. En Chile, el ministro de Hacienda en algún momento coordinaba a los ministerios económico-sociales y en la actualidad se le ha encargado explícitamente generar las condiciones de estabilidad, transparencia y competitividad que promuevan un crecimiento sustentable e inclusivo. Además, la Constitución le ha dado al Poder Ejecutivo -y éste en la práctica ha delegado en el Ministerio de Hacienda- toda iniciativa legal que tenga repercusiones fiscales. Son estas responsabilidades, estos poderes y la capacidad técnica de los titulares y sus equipos, queexplican el rol descollante que han jugado en Chile los ministros de Hacienda en las últimas décadas, de gran progreso.
Pues bien, nadie podrá negar el enorme e ingrato esfuerzo que está haciendo el actual ministro de Hacienda para controlar los gastos del Estado y tratar de cumplir con su compromiso de reducir continua y paulatinamente el déficit estructural. Esta incomprendida tarea es, como vimos, de la esencia misma de la misión del Ministerio y es requerida para tener una macroeconomía sana, condición absolutamente necesaria -pero no suficiente- para el crecimiento económico.
Chile tiene una deuda externa privada relativamente elevada y si bien el endeudamiento neto del fisco es todavía de una magnitud menor, la brecha negativa entre los ingresos y los gastos fiscales ha aumentado continua y rápidamente desde un mínimo a comienzos de 2013. En la actualidad tal brecha supera el 3,3 por ciento del PIB. La falta de cumplimiento con el programa de reducción del déficit fiscal del actual ministro de Hacienda se podría traducir, con una alta probabilidad, en una peor clasificación de riesgo país y en el consecuente aumento del costo de financiamiento.
El Ministerio de Hacienda desafortunadamente está muy al debe en el diseño y apoyo de iniciativas que garanticen un crecimiento económico sustentable e inclusivo. Esto se explica porque en el actual gobierno la política no sólo ha definido los objetivos de las políticas públicas, como corresponde, sino también ha tendido a dictar los medios a utilizarse, una tarea esencialmente técnica. Es decir, los pasteleros no están dedicados a sus pasteles. A pesar del profesionalismo del ministro de Hacienda y de su equipo, la ideología ha tendido a predominar por sobre la experiencia, el conocimiento científico y la razón. Es hora de enmendar prácticas y volver a darle al ministro de Hacienda el papel rector en materias económicas y sociales que le corresponde de acuerdo a su misión. (La Tercera)
Rolf Luders


