Paridad nuclear y suicidio estratégico

Paridad nuclear y suicidio estratégico

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El 11 de septiembre de 2024 el submarino nuclear estratégico (SSBN) Generalísimo Suvorov regresó a su base en la península de Kamchatka después de completar su primera patrulla de disuasión en el océano Pacífico. Se trata del sexto submarino de la clase Borey, que entró en servicio en la Marina rusa en diciembre de 2022, y el cuarto asignado a la Flota del Pacífico.

Desde 2013 la Marina rusa ha recibido siete nuevos SSBN de cuarta generación (clase Borey) y en diciembre de este año previsiblemente se entregará el octavo (el Knyaz Pozharsky actualmente está en pruebas de mar). Además, hay otros dos SSBN en construcción en los astilleros Sevmash en Severodvinsk y el Ministerio de Defensa ruso firmó un contrato por otros dos para contar con una fuerza de disuasión nuclear total completamente modernizada de doce submarinos con el objetivo de seguir manteniendo una situación de paridad con la US Navy en las próximas décadas.

De este modo, mientras los Estados Unidos están construyendo su primer SSBN de nueva generación (clase Columbia), que entrará en servicio alrededor de 2031-2032 (véase la entrada EL SSBN COLUMBIA COMIENZA A TOMAR FORMA, de enero de 2024), las Fuerzas Submarinas Estratégicas de Rusia ya cuentan con ocho nuevos SSBN y, cuando llegue el primero equivalente americano, la Marina rusa habrá renovado completamente toda su fuerza de combate nuclear embarcada.

Esta fuerza dispondrá de una potencia de combate total equivalente a 6400 bombas atómicas como la de Hiroshima (unas 530 ojivas nucleares por SSBN). Ninguna otra potencia nuclear, ni siquiera China (que no cuenta con más de 500 ojivas nucleares), está en esta carrera, porque no solo se requiere capacidad productiva, sino además disponibilidad, organización, mando y control y cultura de empleo, que solo se adquieren después de décadas de preparación y adiestramiento.

Precisamente, en medio de la guerra de Ucrania, del 10 al 16 de septiembre de 2024 la Marina rusa activó el ejercicio naval más importante desde los tiempos de la Guerra Fría y, con el objetivo de reforzar su mensaje estratégico dirigido contra los Estados Unidos y la OTAN, lo tituló OKEAN-24 (Océano-24), como así se denominaban los grandes ejercicios navales de la Marina soviética, preferentemente en el Atlántico, y que tenían como objetivo probar la capacidad para interrumpir el tráfico naval aliado en caso de conflicto. El último de ellos se llevó a cabo en 1985.

Además de prácticamente todos los buques de superficie, en los ejercicios tácticos programados participaron al menos hasta diez submarinos convencionales y nucleares, entre ellos tres SSBN. Además, del Generalísimo Suvorov ya anotado al principio, el 14 de septiembre el Tula (clase Delta IV) efectuó una salida por sorpresa de su base en la península de Kola escoltado por dragaminas y corbetas antisubmarinas (imagen típica de la Guerra Fría con reminiscencias cinematográficas) y el 16 de septiembre el SSBN Emperador Alejandro III (clase Borey), junto con el submarino nuclear de ataque (SSN) Krasnoyarsk (este de la clase Yasen), emergieron en el Pacífico Norte después de completar una navegación desde la Rusia europea recorriendo cuatro mil millas náuticas en inmersión a través del océano Ártico.

La misión de estos dos últimos fue sumarse a su base permanente en Kamchatka. Como parte de esos ejercicios bombarderos estratégicos con capacidad nuclear realizaron vuelos hasta los mares de Noruega, Siberia Oriental y Chukchi, cerca de Alaska.

Hay que tener en cuenta, que también en los últimos diez años, el Kremlin se ha dedicado a reforzar las capacidades submarinas y nucleares en la importantísima área del Pacífico con el envío de cinco SSBN, dos SSN y seis submarinos convencionales (estos dos últimos tipos armados con misiles de crucero de ataque a tierra Kalibr con capacidad dual, convencional y nuclear). A los que se sumarán antes del final de la década al menos otro SSBN y tres SSN.

Es decir, Rusia contará en el Pacífico con una fuerza submarina moderna, compacta y muy operativa (véase la entrada LA FUERZA SUBMARINA DE LA FLOTA RUSA DEL PACIFICO, de mayo de 2023).

Pero, ¿cómo se justifica este gigantesco esfuerzo en términos financieros, industriales y organizativos? Porque los dirigentes rusos asumen que el próximo enfrentamiento decisivo en el que se dirimirá la lucha por el poder internacional por un largo período de tiempo ocurrirá en la región de Asia-Pacífico, quieren ser un actor activo y continuar manteniendo una parte del poder y la influencia.

Mientras tanto, los testigos silenciosos (los dirigentes europeos que han perdido irremediablemente la noción fundamental de interés nacional) espolean una guerra en sus propias puertas, lo hacen contra la mayor potencia nuclear del mundo y esperan que no pase nada. Sin embargo, no es sano jugar a la ruleta rusa con quien tiene un arma más grande que la tuya (una comparación no resiste un análisis objetivo), sino que, además hacerlo contra quien la inventó (por eso se llama “ruleta rusa”) conlleva unos riesgos enormes y muy probablemente todas las posibilidades de perder (por aplicación de la doctrina Karaganov), porque puede arrastrar un nivel de destrucción que es inimaginable; aunque seguramente no entra en sus cálculos.

Esto es más grave aún, cuando en ambos lados del Atlántico ha permeado la idea fundamental de que, en efecto, el próximo enfrentamiento decisivo será mucho más lejos, en la Cuenca del Pacífico y se toman decisiones y acciones en ese sentido. Sin embargo, los Estados Unidos se guían por sus intereses nacionales y llevan a cabo una política exterior (guste o no guste a los demás es indiferente) destinada a imponer su poder y su hegemonía, mientras que los testigos silenciosos son llevados en volandas por los acontecimientos y esto, como dijimos al poco de estallar la guerra en Ucrania, no es solo un error político, sino también un suicidio estratégico (véase la entrada del mismo título, de junio de 2022). (Derecho y Política Internacional-Universidad de >La Laguna-Tenerife, España)

Luis Pérez Gil