Desde el año 2014 el sistema tributario dejó de estar integrado y desde ese momento las rentas personales del trabajo y las rentas personales del capital dejaron de tributar la misma tasa de impuestos en el Global Complementario para un mismo nivel de ingresos. Las rentas del capital tienen una tasa de impuesto marginal 9,45% más alta que la tasa marginal de las rentas del trabajo, para todos los tramos, excepto para el tramo más alto que solo tiene una tasa 4,45% superior. Desde ese momento, el debate político tributario en Chile está dominado por la lucha de clases: que paguen más los ricos, es decir, quienes viven de rentas del capital, que son quienes tienen más. Así surge esta primera dualidad, o dicotomía si se quiere, en nuestro sistema tributario, que llamaremos en adelante “lucha de clases tributaria”. Pero no es la única dualidad que emergió de la reforma tributaria de 2014. También surge una segunda dualidad como resultado de la desintegración del sistema: un sistema semi integrado para la empresas grandes y otro sistema integrado para la Pymes. Se llegó al paroxismo de la lucha de clases tributaria en la propuesta de reforma tributaria a inicios del gobierno del Presidente Boric, donde se proponía la desintegración total del sistema, impuestos al patrimonio y elevar las tasas de los tramos más altos del Global Complementario. Incluso, sin pudor, se le llamó sistema dual. Esa propuesta había sido elaborada en la campaña de Daniel Jadue, por lo que es entendible que la exacerbación de la lucha de clases estuviera en su propuesta tributaria; pero lo que no es entendible, al menos para mí, es que el ministro Mario Marcel la haya hecho suya. Afortunadamente el proyecto de ley no pasó la idea de legislar y se debió esperar un año para retomar nuevamente la discusión.
Y el ministro Mario Marcel vuelve a insistir, y en esta ocasión agrava aún más la doble dualidad. En efecto, a la total desintegración ahora se le acompaña una propuesta aún más extrema para las Pymes: obligarlas a tributar con el llamado sistema transparente, es decir el sistema atribuido que originalmente se propuso el año 2014, si es que la Pyme quiere mantener una tasa diferenciada de las grandes empresas. Este sistema transparente o atribuido existe en el mundo como una opción del empresario, para bajar la carga tributaria si su tasa marginal personal es menor que la tasa de su empresa; pero en ninguna parte del mundo se obliga a este sistema tan bizarro.
Sostengo que el debate tributario no puede retomar una discusión razonable, técnica, si no se termina con la doble dualidad. Para terminar con la lucha de clases tributaria -primera dualidad-, es necesario reintegrar el sistema. Solo reintegrando es posible recuperar la equidad horizontal, esto es, que para un mismo nivel de ingresos la tasa de impuestos personales sea la misma, independiente de si las rentas son del trabajo o del capital. Ello privaría a los políticos populistas del instrumento demagógico que hoy tienen a la mano cuando se tiene una tasa para las rentas del capital y otra para las rentas del trabajo. Así nuestro sistema político puede volver a hablar de impuestos sobre la base un sistema simple, eficiente, y cuyo diseño incentive el proceso ahorro-inversión y el crecimiento. También sostengo que se requiere terminar con la segunda dualidad, empresa grande/Pymes, pues solo así tendremos un sistema que no castigue a las empresas que crecen, y deja también de existir el debate populista empresa grande/empresa chica. ¿Cómo se termina con esta segunda dualidad y avanzamos hacia un sistema único de impuestos corporativos para todas las empresas independiente de su tamaño?
Muy simple, revisando con atención la propuesta tributaria de la Multigremial Nacional de mayo de 2025, que agrupa a Pymes y emprendedores, propuesta en la cual tuve la ocasión de colaborar junto a otros colegas y profesionales. No deja de ser sorprendente que la solución provenga de las mismas Pymes. Se propone un sistema único de dos tramos para el impuesto corporativo, para todas las empresas. Por las primeras UF 3.500 de renta líquida imponible anual se paga una tasa corporativa de 12,5% (que puede ser 10% como propone una campaña presidencial), y para rentas líquidas por encima de UF 3.500 al año se paga una tasa marginal de 23%. Además, se termina con los regímenes de renta presunta y la multiplicidad de regímenes especiales sectoriales que no tienen justificación.
Con esta propuesta es posible volver a focalizar la discusión en un régimen simple, eficiente, que incentive el ahorro, y que impida a los políticos populistas exacerbar la discusión, ya sea con la demagogia ricos/pobres o con la demagogia empresa grande/empresa Pyme. Se requiere descartar completamente el proyecto de ley de reforma tributaria enviado recientemente al Congreso Nacional. Tenemos una gran oportunidad de volver a simplificar el sistema tributario y para ello es indispensable terminar con la doble dualidad que enturbia y politiza el debate tributario. (El Líbero)
Patricio Arrau



