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Intervenciones de cambio de sexo a menores de edad-Roberto Astaburuaga

El año pasado, el mundo comenzó a encender las alertas sobre las intervenciones transafirmativas de cambio de sexo a menores de edad, que incluían hormonaciones desde los nueve años y cirugías de reasignación de sexo. Con los meses, nuevos estudios revelan más peligros, organismos internacionales emiten alertas y los países continúan tomando medidas restrictivas.

Recientemente, la Corte Suprema de Estados Unidos declaró que el proyecto de ley de Tennessee que prohibía las intervenciones hormonales y quirúrgicas de cambio de sexo a menores de edad era acorde a la Constitución. La semana pasada, Puerto Rico aprobó una ley que prohíbe las intervenciones quirúrgicas o tratamientos con medicamentos que alteren la biología del sexo de un menor de edad. La ONU, a través de un informe de Reem Alsalem, Relatora Especial sobre violencia contra las mujeres, advirtió sobre el daño que la transición de género pediátrica causa a las niñas. En Chile, el lanzamiento del libro Deshacer el cuerpo, del Instituto de Estudios de la Sociedad, presenta cuatro objeciones intelectuales a la agenda trans que hasta el momento siguen sin una respuesta seria.

Nuestro país no puede quedarse atrás. Los escalofriantes datos revelados por la Comisión Investigadora Nº57 de la Cámara de Diputados no pueden juntar polvo. El Congreso debe prohibir decididamente este tipo de prácticas, puesto que la hormonación y las cirugías no son inocuas, sino que causan daños en su anatomía y fisiología, en muchos casos irreversiblemente, provocando infertilidad, problemas de densidad ósea, etc.

Se trata de proteger a los niños y adolescentes de intervenciones experimentales que buscan modificar su sexo. Ellos tienen derecho a crecer y el Estado debe protegerlos para que se desarrollen en un ambiente sano. La pubertad no es una enfermedad, si no una etapa propia de la madurez que toda persona vive.

Los niños no son conejillos de Indias. La Fiscalía chilena investiga a algunos de los doctores que han participado en este experimento médico. Puerto Rico castigará a los doctores que realicen estas intervenciones con 15 años de cárcel, la revocación de su licencia profesional y 50.000 dólares de multa para las personas jurídicas.

Esto no se trata de colores políticos. Es uno de los pocos temas en los que cada existe un mayor consenso transversal y ciudadano: según la última Cadem, un 76%  (12 puntos más que hace un año) rechazaba que se le aplicaran bloqueadores de pubertad para cambiar de sexo a niños.

El silencio del Minsal en esta materia sigue demostrando cómo la salud y la ciencia están secuestradas por la ideología y el activismo. No hay anuncios de investigaciones, ni sumarios, a pesar de contar con tres estudios, desde 2023, que alertan sobre los riesgos y daños que tienen las intervenciones hormonales en niños y adolescentes y que en Chile son más de mil, solo en la salud pública, y no se sabe cuántos más son en la salud privada.

Es hora, por el bien de los niños, de prohibir las intervenciones transafirmativas de cambio de sexo. (El Líbero)

Roberto Astaburuaga

Chile: nihilismo, polarización y urgencia de un liderazgo moderado

Pensando en el sombrío momento que atraviesa Chile y el contexto global, reflexiono: «Estamos inmersos en el nihilismo, plenos de fatuidad, mediocridad e individualismo ególatra…incluso narcisista». Diversas generaciones buscan ascender social y económicamente, con el menor costo o esfuerzo posible, sin miramientos éticos. La banalidad fluye. Como enseñó Hannah Arendt: el mal triunfa cuando las personas de bien no actúan.

Mientras el Estado debilita su influencia y la institucionalidad exhibe anomia (debilitamiento valórico), la sociedad experimenta una profunda degradación ética. Los valores tradicionales se han desdibujado. Los «extremos», o sectores radicalizados, gestionan el clima psicosocial para manipular a generaciones de «idiotes», personas que no se interesan por la esfera pública ni la política. Los individuos son arrastrados a la polarización, condicionados por la frustración y el miedo.

Más allá de las coyunturas políticas, este es un problema fundamental de país. No podemos permitir que Chile siga polarizándose. Los únicos beneficiados de esta situación son los corruptos, el narcotráfico y el crimen organizado, que se extenden sin contrapeso y su influencia en las instituciones no deja lugar a dudas. El poder del «narco-dinero» carece de contención, comprando influencias en instituciones públicas y privadas y, con ello, la dignidad y ética de muchas personas y autoridades.

La ciudadanía, con sus miedos, espera la llegada de un redentor político. Ya lo hizo con Boric, y el resultado ha sido para olvidar. Luego nos embarcamos en los procesos constitucionales, con salvadores que terminaron en un escándalo de polarización vergonzosa. Ahora, se busca al salvador(a) de la crisis: ética, moral, económica, política, judicial, de la violencia, la corrupción y el narcocrimen organizado.

Es muy evidente que el proceso de polarización agudizará la conflictividad, multiplicando los conflictos en número, complejidad y violencia. Esto ya es una cruda realidad de acción y reacción, causalidad y efecto. Por cierto, solapadamente (mimetizado) el narcocrimen intentará «apagar el fuego con bencina». Mientras la política nos presenta (en los medios y redes) su egocentrismo y banalidad, veremos más violencia, sangre y muertes, en la disputa de los territorios del narcocrimen. El espectro de las derechas, con su exacerbado individualismo, su egocéntrico estilo elitista y un sentido mesiánico, sectario y divisionista, está favoreciendo este proceso de polarización y el consecuente fortalecimiento del narcocrimen.

Chile necesita una opción política moderada, centrada, convocante y con experiencia. Lo que no significa claudicar en la firmeza contra la delincuencia, la violencia y la corrupción. En este contexto, la candidata Matthei se muestra dubitativa y errática. Si ella necesita ayuda, solo debe pedirla; somos muchos los dispuestos a sumar nuestro grano de arena para potenciar esa opción, para apoyarla, especialmente ahora que el panorama se ve más sombrío. Más adelante, cuando remontemos, muchos se sumarán al proceso. Se requiere gente recorriendo el país, construyendo y potenciando la red. Se necesitan «pivotes» que amplifiquen la transversalidad hacia la derecha y el centro. ¡Amiga Evelyn Matthei, rearticula tu equipo, potencia tu liderazgo y asume tu compromiso con Chile! No tenemos más tiempo y hay mucho en juego: la elección presidencial y parlamentaria, la democracia, el desarrollo económico, progreso social y la paz cívica. (Red NP)

Carlos Cantero

Geógrafo

Doctor en Sociología

El fatal error de Kast

José Antonio Kast entendió antes que nadie en la derecha chilena que el país había cambiado. En medio del derrumbe de los consensos de la transición y la creciente disolución del progresismo concertacionista, vio con claridad lo que muchos no querían aceptar: una parte significativa de la sociedad ansiaba orden, jerarquía, límite.

Su lectura fue aguda y su aparición política, tan disruptiva como oportuna. José Antonio Kast encarnó el nuevo autoritarismo cultural en un país que había perdido su centro simbólico. Fue la oposición perfecta al nacimiento político del Frente Amplio y, con el gentil auspicio de la incontinencia de la nueva fórmula de la izquierda, Kast caló hondo y ha tenido numerosas oportunidades para ser el actor más importante de la derecha.

Pero lo que parecía una virtud estratégica, se convirtió en un vicio estructural: Kast no ha sabido transformarse. Y más aún, ha confundido su potencia como figura radical con capacidad de conducción. Su problema no está en el diagnóstico que hizo del país, sino en su personalidad política: una forma de ejercer el liderazgo desde la conducta pasivo-agresiva, centrada en el agravio, la insinuación, la desconfianza y la fractura.

Kast habla pausado, tranquilo, pero es un atacante feroz e incluso se puede decir que sus rencores lo nublan, aunque su puesta en escena sea fría y cauta. Su uso de las redes sociales es sencillamente lamentable. No temo decirlo y puedo señalar que lo he vivido en carne propia: Kast inventó en la anterior elección una noticia en la que se señalaba que yo llamaba en un video a un “magnicidio” en su contra. Reconozco que me dio risa lo del “magnicidio”, pero fue tan viralizado que me significó dar explicaciones absurdas a toda clase de amistades e incluso familiares. Perdí, no está de más decirlo, algunos proyectos que tenía en carpeta, por mi supuesto llamado.

Sin contentarse con ello, hace más de un año diputados de su partido presentaron documentos míos como académico en la USACH para que se me investigara. Solicité a ambos una audiencia, pues asumí que quien operacionaliza una denuncia lo hace asumiendo que tendrá que hablar con el investigado. Pero ninguno de los dos diputados se reunió conmigo por falta de tiempo. Tuvieron tiempo, por supuesto, para hacer la denuncia y lanzarla por la prensa. Y después nada.

Esta es mi experiencia, la de un columnista que ha desagradado a tantos que no vale la pena preguntarse por las posibles represalias y aunque no ha sido el único, la verdad es que la acusación de magnicidio tiene poca comparación, tanto por lo grave como por lo ridícula. Por mi parte denuncié la situación y se alcanzó a investigar, pero luego se archivó.

MENTIRAS, RUMORES Y EL MANUAL DEL TRUMPISMO

La conducta de José Antonio Kast en campaña tiene patrones y, no cabe duda, un patrón esencial es la mentira. Es el método del trumpismo basado en insinuación, sospecha y negación. Lo que se viralizó contra Evelyn Matthei (una presunta enfermedad degenerativa que implicaría que se bajara) es bastante comparable a la difusión, después de un debate, de una ficha clínica falsa de Gabriel Boric cuando se enfrentaron en 2021.

La acusación es equivalente: Boric tendría una patología psiquiátrica que lo haría incapaz de gobernar. No asumió, pero había planteado el tema en el debate anterior.

Esto no es nuevo. Desde 2017, Kast adoptó —de forma deliberada— las formas de campaña propias del trumpismo. No solo el mensaje, sino la estructura del ataque. El método más importante del trumpismo es la llamada “manguera de falsedades” (fire-hosing), que se caracteriza como un gran chorro de contenidos falsos o dudosos. Gonzalo de la Carrera lo reconoció cuando retuiteó información falsa. La estrategia era desbordar la capacidad de respuesta de los oponentes. Lo hizo muchas veces, como la mentira sobre los datos de mortalidad materna por el aborto, como cuando culpó al INDH de la muerte de Denisse Cortés o cuando difundió los presuntos apoyos a su candidatura de Marcianeke y Amaya Forch. Cuando ellos desmintieron públicamente, Kast guardó silencio.

El rumor de una posible incapacidad de Matthei lo conocí hace dos meses. Un influencer dedicado a la política había comentado a gente que conozco sobre la enfermedad de Matthei, señalando que estaba guardada porque estaban viendo quién la reemplazaba. La persona me llamó delante del influencer y me comentó, sin decir nada del origen, preguntándome si yo sabía algo. Le contesté de inmediato que de seguro se lo habían dicho desde gente cercana a Kast. Se sorprendió, pero me dijo que efectivamente venía de ese círculo. Le dije que evidentemente era falso. Dos meses después fue noticia nacional y vuelve a mostrarnos al mismo Kast de antes.

FRACASAR UNA Y OTRA VEZ: UNA TRINCHERA SIN SALIDA

En todos estos casos, José Antonio Kast no golpea directamente, sino que insinúa y luego calla o incluso va más allá, genera un discurso pacífico contra las agresiones, para evitar que el rival vaya sobre él. Es una estrategia del trumpismo, tanto del derecha como de izquierda (porque sí existe). Su arma es empantanar. No confronta con ideas, sino que lanza sombras y se retira. Y en eso, ha construido toda su narrativa.

¿Cuál es su proyecto político? Ocho años después de su irrupción, no sabemos. Y hoy hay muchos que se quieren adaptar porque puede ser el favorito del sector. Habrá que dar una noticia: desde que él lidera la derecha, esta bajó cinco puntos en la suma total de los tres candidatos del sector en primera vuelta.

Kast ha repetido el mismo error político tres veces. Y lo repite porque no sabe hacer otra cosa. No sabe ampliarse, simbolizar un acuerdo. Solo quiere tener el control de todo el sector sin miramientos.

En 2021, perdió la segunda vuelta sin disputar seriamente la mayoría. A los dos días de inicio de la segunda vuelta ya estaba perdido. No supo ampliarse y como gran cosa fue a ver a Marcos Rubio. Vaya idea. Cuando llegó el momento de construir, se replegó en su trinchera de sospechas. Luego tuvo una segunda oportunidad importante para liderar su sector.

En el segundo proceso constitucional, creyó que tener la mayoría de escaños era suficiente. No entendió que necesitaba mayoría política y simbólica. Se convirtió en una versión de derecha de la Lista del Pueblo. Lo tenía ganado, era cosa de asumir la propuesta de los expertos y dar dos aderezos y listo, era el líder prudente que lograba destrabar el proceso de crisis institucional. Lo arruinó. Fue lo mismo que la izquierda en la Convención, solo que menos escandaloso porque no fueron con corpóreos al hemiciclo.

Y ahora ha reiterado sus errores. Al encabezar encuestas, se enfrascó en disputas internas pequeñas. De hecho, a pocos días de aparecer primero en la derecha, tuvo un patético encontrón con una periodista en La Araucanía, queriendo saltarse las reglas de tiempo establecidas.

Y ahora lo de Matthei, una pulsión sorprendente que lo lleva a aprovechar su posición de privilegio como si de ello derivara un derecho a la agresión y una especie de exigencia al mundo que se quede quieto cuando las cosas van bien. Es una estrategia de campo arrasado un poco infantil y muy peligrosa. Su afán de destruir el liderazgo de Evelyn Matthei con rumores es una señal muy clara para la derecha tradicional, que piensa que es posible negociar. Y para el empresariado, que piensa que Kast se adaptará.

JAK: UN LIDERAZGO QUE DINAMITA TODO A SU PASO

Lo más revelador no es su radicalismo. Es que, una vez que obtiene poder, no sabe qué hacer con él. En lugar de articularlo, lo sabotea. Cuando se siente ganador, no aparece su proyecto, sino su ansiedad autoritaria disfrazada de rectitud moral. De hecho su trayectoria es de generación de vacío a su alrededor, ya que las rupturas políticas son su principal patrón.

Kast ha perdido a todos los que alguna vez le dieron potencia estratégica: a Johannes Kaiser, que fue su figura digital más relevante; a Teresa Marinovic, su rostro constituyente más mediático, quien rompió públicamente con él acusando un liderazgo vertical, cerrado y sin alma. Y también con Rojo Edwards, exsenador y presidente del partido, se distanció por las decisiones unilaterales y el caudillismo interno.

Todos compartieron ideología. Lo que los alejó no fue el fondo, sino la forma: la imposibilidad de construir poder compartido en torno a un liderazgo que no dialoga, no confía y no acepta competencia simbólica.

Kast se equivocó. Convocó los fantasmas más negativos para él. Convocó el miedo de los chilenos a la manipulación y la falsedad autoritaria. Convocó a lo peor del Sí. Ha perdido —y perderá de nuevo— porque su modo pasivo-agresivo de ejercer el poder destruye cualquier intento de construir hegemonía. No puede liderar una coalición porque no soporta el desacuerdo. No puede habitar el poder porque sólo sabe ejercerlo desde el agravio.

Su relación con sus adversarios no es política: es personal. Y con sus aliados, no es estratégica: es posesiva. Por eso cada vez que se acerca al poder, lo dinamita. No porque lo rechace, sino porque no sabe transformarlo en otra cosa que no sea un campo de sospechas y fragmentación.

Para colmo su trumpismo no encaja en la historia institucional chilena, no porque sea de derecha, sino porque es una máquina de erosión, no de construcción. Si vuelve a llegar a la segunda vuelta, la perderá. No porque la gente no quiera orden, sino porque él no quiere más que control. Puede confiarse en la perspectiva electoral que hoy dan las encuestas, en las visitas a todos los núcleos de poder que hace su equipo (una persona) para explicar que ganará y cómo deben comportarse.

Pues bien. Malas noticias. Kast no perderá porque le falten los votos hoy. Si llegase a tenerlos, si las encuestas le dan favoritismo, siempre debe recordar que detrás de una elección presidencial no solo hay un aspecto electoral, sino también uno político y cultural. Y en ello, sin duda, Kast caerá por su propio peso. Ha conectado con la angustia de los chilenos, no con su alma. Y la mentira no es material para el despegue, sino (y cuando mucho) para la resistencia. José Antonio Kast es el nombre de la desesperación. Y necesita al resto enfermo para gobernar. Menudo líder. (Bio Bio)
Alberto Mayol

Lo que el FES no resuelve

El pueblo y las élites

En este dimes y diretes con que Jeannette Jara busca desmarcarse de las declaraciones de Fernando Carmona, jefe programático del PC para su campaña de primarias, queda clara una cosa: no lo desmiente. Solo dice, evasivamente, que su comando aún no está formado ni sus voces designadas. Pero no niega lo afirmado por Carmona quien, ante un auditorio de izquierda destacó que el triunfo de Jara no fue casual; que tanto la candidata como la estrategia habían sido definidas “meticulosamente” por el Comité Central del PC, siguiendo sus “normas leninistas”. ¿Ese ramillete de personalidades del “comando en formación” de Jara pedirán ahora que el PC critica y renuncie públicamente a su estrategia o callarán y acatarán, reservando su autoestima para ufanarse de hacer mejor lo que les ordenan hacer?

Analizamos un momento la “meticulosa” estrategia que desarrolló Carmona. Habló de situar la confrontación entre “pueblo y élite”. Sería, según él, “entre aquellos que vienen de abajo y los que están arriba”. Por cierto, él se ubica entre los que “vienen de abajo” Serían “el pueblo” ahora que la identidad de “clase obrera” no la compra nadie. Pues bien, no veo quién les puede cuestionar su estrategia. El triunfante partido de Jara contiene casi todo lo de meticuloso que existe en el oficialismo y con candidata proclamada más comandos del resto del oficialismo que aún ni siquiera se explican bien porque sus estrategias fracasaron, lo tiene todo para imponer su diseño de campaña.

Confieso sí que me asombra de su estrategia, esa inveterada costumbre de mentirse a sí mismos. Si hay alguien que es élite gobernante, responsable de lo obrado por años, es el conjunto de personas que han ocupado cargos de gobierno y del parlamento en este tiempo. Tampoco podríamos decir que son “pueblo pobre” a la luz de las remuneraciones millonarias que se asignan en el estado y el cuantioso succionamiento de recursos públicos que reflejan los procesos judiciales contra altos cargos del FA y el PC. Me encantaría saber cuántos miembros de las máximas instancias de los partidos de gobierno trabajan para el Estado y cuáles son las remuneraciones “populares” de que gozan. Buscan presentarse como “pueblo”, siendo la médula de la élite gobernante de Chile. Se autocalifican de “pueblo”, cuando fue el pueblo quien los repudió en su más trascendente batalla política, rechazando abrumadoramente su “impopular” texto constituyente; asimismo, en todas las encuestas son minoría y nunca había participado menos gente en sus primarias. Así las cosas, terminan siendo una élite disfrazada de “pueblo”, sin méritos visibles para ser dignamente, ni elite, ni pueblo.

Necesitamos otra élite, esta vez popular y competente. Distinta a la que ha gobernado en estos años y que ahora se alinea tras Jara ansiando que el pueblo olvide que ellos han sido la deplorable elite que los gobernó. (La Tercera)

Oscar Guillermo Garretón

Etcheberry y pago de contribuciones

Nuestra Constitución Política, en su artículo 8°, dispone que el ejercicio de las funciones públicas obliga a sus titulares a dar estricto cumplimiento al principio de probidad en todas sus actuaciones. Este principio en particular obliga a sostener una conducta funcionaria intachable y un desempeño honesto y leal de la función o cargo, con preeminencia del interés general sobre el particular.

El caso del director del SII, quien durante años evitó declarar ampliaciones en su propiedad, constituye una falta grave desde el punto de vista de la ética institucional, la responsabilidad fiscal, y por supuesto un incumplimiento evidente a nuestra Carta Magna. No se trata de una omisión menor, sino de una irregularidad sostenida que evitó el pago íntegro de contribuciones durante casi una década.

El problema trasciende lo personal: compromete la legitimidad de un organismo central para la recaudación tributaria, en tiempos en que la legitimada a las instituciones públicas va a la baja. Cuando quien fiscaliza incumple, se pone en riesgo la autoridad institucional, se socava la credibilidad pública y pone en riesgo la estabilidad de nuestra estructura tributaria. ¿Cómo podemos alegar el cumplimiento de una ley, si la máxima autoridad del órgano es quien la incumple?

El argumento de haber intentado regularizar no exime del deber de transparencia ni justifica la demora en subsanar la situación. En este contexto, vale preguntarse si la permanencia de Javier Etcheberry en el cargo es compatible con los estándares mínimos de integridad pública que se espera en un país serio, como el que Chile aspira ser. (Red NP)

Yhohan Lagos Pavez

Director Escuela Administración Pública UNIACC

 

 

¿Se atreven a cruzar El Puente?

En tiempos en que el “consenso” parece tan lejano como el 4% de crecimiento que alguna vez tuvimos, un grupo de economistas de distintas orillas, políticas y técnicas, decidió hacer algo sorprendentemente novedoso: conversar, ponerse de acuerdo y ser capaces de alcanzar un consenso transversal. Así nació “El Puente”, una propuesta real para que las actuales generaciones puedan alcanzar el ingreso medio que tiene hoy la OCDE.

El documento parte de una premisa sencilla: ¿Está Chile condenado a demorarse 50 años para alcanzar el ingreso per cápita promedio que tiene actualmente la OCDE? Si seguimos creciendo al 2%, sí lo estaremos. Chile no volverá a crecer decentemente si no aplica ajustes estructurales en una serie de aspectos. ¿Y qué significa eso? Que no basta con seguir ajustando la tasa de interés o seguir esperando que el mundo mágicamente nos impulse, como si ambos aspectos fueran los únicos posibles de éxito.

“El Puente” propone hacer reformas profundas, de esas que no ganan aplausos pero sí mueven el escenario, incluso con viento en contra: rebajar el impuesto a las utilidades de las empresas; simplificar el sistema tributario; fomentar el ahorro privado; modificar las indemnizaciones por años de servicio; fortalecer la política de capacitación laboral; mejorar la actual política de sala cuna; potenciar la educación inicial; atraer y retener buenos profesores; mejorar la gestión para tramitación de permisos sectoriales; modernizar la gestión y continuidad dentro de los servicios públicos; invertir más y mejor en productividad; implementar un impuesto negativo al ingreso (para premiar el trabajo formal y mejorar la eficiencia y eficacia de los programas sociales); reducir drásticamente el número de ministerios a fin que se coordinen mejor… ¿Se imaginan coordinar 25 ministerios y 31 subsecretarías? ¿En serio se lo puede imaginar?

Pese al diagnóstico compartido —que algunos no consideran un gran aporte— y de propuestas razonables, específicas, integrables y técnicamente viables, el verdadero problema radica en la falta de voluntad política para implementarlas. Muchas de las medidas propuestas no son revolucionarias, sino buenas prácticas comunes en países desarrollados, con evidencia empírica de su éxito, pero que en Chile parecen imposibles de aplicar por temor a pagar costos políticos.

Así que ahí está “El Puente”. Todos están invitados, pero solo algunos se atreverán a cruzarlo. Otros seguirán esperando que el crecimiento brote solo con buenas intenciones o slogans de campaña. ¿Qué hacer para que este no sea un lindo ejemplar dentro de una innumerable biblioteca de diagnósticos y propuestas? Ahora es necesario que los actores políticos, sociales y económicos lideren con valentía las acciones y dejen de ser una permanente promesa. Porque si hay algo claro, es que seguir en la orilla del estancamiento no es una opción ante “El Puente”. Las actuales y futuras generaciones se merecen más coraje: ¡que el miedo no sea mi guía sino mi impulso! (La Tercera)

Macarena García

Economista senior de Libertad y Desarrollo

Editorial NP: Para La Moneda, el balotaje; para El Congreso, la lista única

Resulta curioso comprobar que también en política, que se supone el arte de gobernar y por consiguiente, conducido por la ciencia, la lógica y el uso racional del lenguaje como instrumento de coordinación de los distintos sectores e intereses ciudadanos para la resolución pacífica de las diferencias, se haya caído tan profundamente en su utilización emocionalmente motivada, nada estética, y muy efectiva para provocar conductas y/o actitudes que lesionan la indispensable racionalidad y profundizan el circulo vicioso de la violencia y disociación.

En efecto, desde antes de las elecciones primarias, las dirigencias de los diversos partidos de izquierda que participarían en ellas ya deducían que, el más probable vencedor del proceso sería el Partido Comunista, debido, primero, a su organización y disciplina internas; y segundo a que se preveía que participaría poca gente a raíz de la impopularidad de la política, en general y del Gobierno en particular. Todos los actores de la política activa sabían que con un bajo nivel de participación ganaría la colectividad que ordenadamente pudiera llevar a las urnas a la mayor cantidad de adherentes.

El “wishfull thinking” que junto a la poesía es también sustantivo a la política, engañó la percepción de miles de personas cuando ya se conocían los candidatos de cada sector de la izquierda, que supusieron que los vencedores serían los partidos socialdemócratas, primero porque eran más; y segundo porque dada su moderación y sentido del centro transaccional y pro acuerdos que caracteriza la gestión racional de la política, identificarían a más ciudadanía votante. No se dimensionó, empero, el efecto que tendría en la base socialista que el PS depusiera su candidatura en favor de la candidata PPD.

La juventud de la nueva izquierda frente amplista, en tanto, profundamente zambullida en sus propios “wishfull thinking” resultaba la más azotada del grupo, producto de la abandonada racionalidad del embrujado y de su temprana elección del camino emocional del poeta o profeta admonitorio anti-30 años que la hizo sufrir la dolorosa derrota que vino a perfeccionar la cuadratura de su triste cuatrienio de capitulaciones.

Pero ha sido en la derecha en donde este dislate de las emociones ha provocado mayor daño a los sentidos de realidad, racionalidad, moderación y prudencia, levantando pasiones y ventoleras que han hecho peligrar el necesario animus societatis requerido para la segunda fase y definitiva del proceso electoral, enfrascados, como están, en una competencia de partidos que desecharon la emulación en primarias por la incerteza de la victoria en comicios que no cuentan con financiamiento estatal, hecho relevante para colectividades más nuevas, como por la necesidad alfa de medir fuerzas reales de cada quien utilizando la obligatoriedad del voto en las elecciones de noviembre e instalar así formalmente una hegemonía que permita conducir el oficialismo o la oposición, según sea el caso, de la próxima administración.

Es curioso, porque las razones que se adujeron en su oportunidad fue que las primarias adelantaban la agresividad competidora entre los partidos y predisponían a una fase de post elecciones resentida y sin capacidad de asociación para objetivos compartidos, motivo por el cual lo mejor era disponerse a una competencia electoral única en primera vuelta, con el compromiso de que quien resulte vencedor tendrá el apoyo de quienes queden atrás. No ha sido necesario llegar a esa primera vuelta y la irracionalidad del espíritu animal de la competencia sin normas ha arrastrado a varios actores no solo al uso de malas palabras, sino a su uso mentiroso y mendaz, que era lo que se quería evitar.

Pero todo esto era previsible. Porque era obvio para los dirigentes de todos los partidos de la derecha que una competencia en primera vuelta obliga a priorizar como adversario a quien se encuentra a su lado, y no de quien está al frente, dado que la segunda vuelta mide solo al primero y segundo de la primera y, por consiguiente, es menester sacar un voto más que el competidor aliado que lo acompaña para así poder disputar la Presidencia al aspirante de la izquierda. Se trata de un diseño estructural que enemista a aliados y no ayuda a la generosidad. De allí que haya tres o cuatro candidatos con ideas similares que bien pudieron ser uno o dos.

Solo hace algunas semanas el “wishfull thinking” hacía imaginar a varios -producto de las encuestas- que pudiera darse el escenario de una “segunda vuelta alemana” (Kast-Matthei, por ejemplo y no, por cierto, Kast o Matthei vs Winter). Pero lo cierto es que la primaria de izquierda modificó el escenario tal y como las dirigencias partidistas lo preveían, es decir, que la o el candidato vencedor tendería a integrar el conjunto de los votos de la izquierda y parte de la centro izquierda al día siguiente de esas elecciones. Así, el día después de los comicios una victoriosa Jara comenzó a marcar el tercio (29% a 32%) tradicional de la izquierda, mientras las preferencias asociadas a ideas de la derecha y centroderecha se dividían entre tres o cuatro candidatos provocando la ilusión de una derrota o victoria aplastante.

Un fenómeno adicional menos previsto fue el de acción y reacción que, como en la física, dado que buena parte de los dirigentes políticos y medios de comunicación supusieron que en las primarias ganaría la postulante socialdemócrata, la más obvia aspirante de derecha para tal contrincante era la candidata de centro derecha. Pero dado el resultado esperado de una elección con menos votantes y un solo partido disciplinado, la victoria de la candidata del Partido Comunista provocó la natural reacción de peligro de la derecha: trasladar sus preferencias hacia los candidatos más duros del sector.

Así las cosas, mientras las encuestas siguen mostrando a la postulante comunista a la cabeza con su tercio de izquierda reforzado, aunque con las indefiniciones previsibles de amplios sectores socialdemócratas y socialcristianos moderados que le dieron el 11% adicional a Boric en el balotaje de 2021, la lógica lucha de la derecha por el segundo lugar (que si hubiera habido un solo  candidato hoy encabezaría las encuestas con 44%) se ha trabado realmente entre el candidato cuya dureza se corresponde con la de la aspirante de izquierda (si hubiera ganado Tohá es posible que Matthei estuviera a la cabeza de las encuestas) y la aspirante de centro derecha cuya única oportunidad de crecimiento es ahora hacia el centro, dado el copamiento que han hecho de la derecha Republicanos, Social Cristianos y Nacional Libertarios.

En todo caso, haciendo uso de la racionalidad, el simple ejercicio de sumar los porcentajes de Matthei, Kast, Kaiser, e incluso Parisi muestra, más o menos, lo que se podría esperar en términos de ideas que preceden a votos, en la segunda vuelta, aún con un previsible aumento de las abstenciones y de los votos nulos o blancos, si es que aquella se realiza entre Kast y Jara. Con mayor holgura aún si se produce entre Matthei y la dirigente comunista. Lo relevante, empero, es qué pasará con la disputada hegemonía de la derecha -causante básica de la participación dividida en lo presidencial- es decir, cuál será el curso democrático que seguirá el país tras la victoria de Matthei o Kast en segunda vuelta y si en la cuestión parlamentaria podrán estos partidos dejar de lado sus matices -transformados en divisorias cordilleras- y ambiciones personales -como recintos amurallados- para lograr una lista única y así ganar un Congreso para el/la candidata(a) de derecha triunfante. (NP)

Republica Checa penaliza propaganda comunista y la equipara con la nazi

El presidente checo, Petr Pavel, firmó el jueves una enmienda al código penal del país que criminaliza la promoción de la ideología comunista, equiparándola a la propaganda nazi.

La legislación revisada contempla penas de prisión de hasta cinco años para quien «establezca, apoye o promueva movimientos nazis, comunistas o de otro tipo cuyo objetivo demostrable sea suprimir los derechos humanos y las libertades o incitar al odio racial, étnico, nacional, religioso o de clase».

El cambio legislativo se produce después de que varias instituciones históricas checas, entre ellas el Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios, pidieran que se corrigiera lo que consideraban un desequilibrio jurídico.

El Partido Comunista de Bohemia y Moravia (KSČM), liderado por la eurodiputada Kateřina Konečná y que ahora forma parte de una nueva alianza electoral llamada «Stačilo» («Basta»), condenó la medida por considerar que tiene una motivación política.

«Se trata de otro intento fallido de empujar a KSČM fuera de la ley e intimidar a los críticos del régimen actual», afirmó el partido en un comunicado.

No se han brindado detalles de cómo se aplicará la nueva ley a partidos como el KSČM.

La formación política no tiene escaño en el Parlamento, pero las últimas encuestas le dan un  5% de apoyo, un nivel suficiente para volver a entrar a la Cámara Baja en las elecciones del próximo mes de octubre. (Red NP-Editado por Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)

En Chile ‘Lula’ da Silva y Yamandú Orsi para participar en cumbre de izquierda

Los presidente de Brasil, Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, y de Uruguay, Yamandú Orsi, arribaron esta jornada a Santiago para participar en la cumbre internacional de izquierda “Democracia Siempre”, un encuentro multilateral que congregará desde este lunes 21 de julio a múltiples mandatarios progresistas e intelectuales para abordar los desafíos actuales de la democracia en el mundo.

Además de ‘Lula’ y Orsi, a la cita fueron invitados los presidentes de España, Pedro Sánchez, y de Colombia, Gustavo Petro.

El mandatario brasileño arribó al aeropuerto Arturo Merino Benítez pasadas las 19.30 de esta tarde, en medio de un fuerte despliegue de seguridad. Fue recibido por el canciller Alberto van Klaveren.

En la ocasión, recibió honores de un grupo de efectivos de la Fuerza Aérea (FACH).

Horas antes, específicamente a las 17.30 horas, había aterrizado en Santiago el presidente uruguayo, Yamandú Orsi, quien también fue saludado por el jefe de la diplomacia chilena.


El canciller Alberto van Klaveren recibió al mandatario uruguayo, Yamandú Orsi.

Para la madrugada de este lunes se espera el arribo de Gustavo Petro, mientras que el vuelo que trae a Pedro Sánchez está programado para aterrizar ya en horas de la mañana.

LA CITA

La cumbre de izquierda “Democracia Siempre”, impulsada por una iniciativa conjunta de Lula y Sánchez durante la Asamblea General de Naciones Unidas de 2024, llega tras la invitación que el brasileño hizo al presidente chileno Gabriel Boric para organizar la segunda versión del evento en Santiago.

El objetivo del encuentro es debatir y formular propuestas orientadas a fortalecer la democracia y el multilateralismo, reducir las desigualdades sociales y enfrentar la desinformación, además de regular las tecnologías emergentes. Estas propuestas serán presentadas y ampliadas en la próxima reunión de alto nivel que se realizará en septiembre durante el 80° período de sesiones de la Asamblea General de la ONU en Nueva York.

Además de los mandatarios, participarán intelectuales y expertos de renombre, como el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, la filósofa Susan Neiman, el economista Ha-Joon Chang, la expresidenta Michelle Bachelet, entre otros representantes de la academia y organizaciones internacionales.

La agenda contempla que Boric reciba a los invitados en La Moneda para una foto oficial y posteriormente encabezará la sesión en el Salón Montt Varas, donde dará un discurso que será transmitido. Luego, los presidentes entregarán una declaración conjunta y compartirán un almuerzo con intelectuales en el Ministerio de Relaciones Exteriores.

La jornada cerrará con un encuentro en el Centro Cultural Matucana 100, orientado a promover la participación de la sociedad civil en la defensa de la democracia. (La Tercera)