El anuncio de que el Pentágono comenzaría operaciones militares contra cárteles del narcotráfico recientemente designados como organizaciones terroristas levantó sospechas en México sobre una posible incursión militar estadounidense. Todo parece confirmar que la acción directa se va a llevar a cabo en Venezuela, no en México.
A finales de julio, el Departamento de Estado de EU identificó al presidente venezolano Nicolás Maduro como el líder del Cártel de los Soles y anunció una recompensa de 50 millones de dólares para su captura. El Cártel de los Soles, cuya existencia se remonta a la década de los 1990, es una organización criminal que se dedica principalmente al narcotráfico, pero que al igual que otros grupos similares transnacionales se ha diversificado de manera significativa para incluir minería ilegal y tráfico de combustible.
Durante décadas, el régimen venezolano ha estado advirtiendo sobre el inminente ataque por parte de EU, de las fuerzas capitalistas, de los piti-yankis. Tal parece que, cuando se imagina una amenaza lo suficiente, eventualmente se materializa durante buena parte de estas dos décadas, las distintas administraciones de EU decidieron ignorar la imaginación bolivariana, buscando presionar mediante medios diplomáticos y económicos para avanzar un cambio político y reencauzar a Venezuela dentro de la comunidad democrática.
Las distintas administraciones que lidiaron con Hugo Chávez primero y con Nicolás Maduro ahora, habían convertido las imputaciones bolivarianas en una retórica vacía y repetitiva. Pero esto aparentemente está cambiando, pues EU comenzó a desplegar una serie de activos militares, incluyendo un barco de asalto anfibio de la clase Wasp y dos buques de transporte anfibio de la clase San Antonio, escoltados por un submarino de propulsión nuclear de la clase Virginia y tres destructores de la clase Aegis. En este proceso, el régimen bolivariano ha estado preparando, tanto ideológica, como tecnológica y doctrinalmente, tanto a sus fuerzas armadas como a su pueblo para repeler una intervención militar estadounidense.
La semana pasada, el gobierno venezolano canceló la venta, distribución y operaciones de vehículos aéreos no tripulados (drones) tanto comerciales y recreativos, sobre Caracas, por considerarlos una amenaza potencial a la seguridad aérea. Es probable que Caracas espera que las operaciones militares de EU estén encabezadas por enjambres de drones de combate. Venezuela desarrolló una red de defensa antiaérea de multinivel que incluye sistemas de misiles S-300 de largo alcance, Buk-M2E y S-125 Pechora, de mediano alcance, así como lanzadores portátiles Igla-S y cientos de cañones antiaéreos de 23mm, todos de construcción rusa. Todos estos medios están controlados por un centro de mando y control diseñado por Bielorrusia y equipado con radares de alerta temprana procedentes de China. Es de conocimiento público que Venezuela cuenta con misiles antibuque rusos y docenas de drones proporcionados por Irán. Si la intención es solo intimidar, el despliegue militar de EU ayuda a reforzar los vínculos de Caracas con Teherán, Moscú y Beijing, así como con Managua y La Habana. Sin embargo, todo parece indicar que la Casa Blanca quiere algún tipo de cambio sustancial en Venezuela. (El Heraldo de México)
Íñigo Guevara Moyano
Director de la Compañía de Inteligencia Janes
Profesor adjunto de la Universidad de Georgetown, Washington DC



