Nuevo orden mundial

Nuevo orden mundial

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Desde los bombardeos de la OTAN a Yugoslavia en 1999 que no hay una guerra tan grave en Europa como la que provocó Rusia con su invasión a Ucrania. Se trata del punto de partida de un nuevo orden mundial.

Occidente no morirá por Ucrania: las sanciones económicas y financieras podrán ser fuertes – lo que no ha impedido que Moscú siga exportando su gas a toda Europa -, y el apoyo en armamento a Kiev por parte de Alemania o de Reino Unido, por ejemplo, podrá ser mayor si la guerra se prolonga. Pero no habrá envío de tropas occidentales a suelo ucraniano, ni ningún país de la OTAN batallará contra Rusia en defensa de la independencia de Ucrania.

Disgustará, pero esa es la realidad. Putin siempre lo supo. Como también sabe que la derrota contra Japón en 1905 y los desastres de las campañas militares zaristas previas a 1917 en la Primera Guerra Mundial fueron claves en la desestabilización radical del imperio ruso.

Por principio general nunca se debe perder una guerra. Pero si esta invasión fracasa, peligran la integridad de la cleptocracia autoritaria de Putin; la estabilidad de toda Rusia, por el riesgo de una implosión regionalista; y el prestigio del único factor de poder real de Moscú en la escena mundial: el militar.

Si Rusia gana y hace de Ucrania un Estado vasallo, sea cual fuere la forma concreta que tome, entonces el orden mundial cambiará. Porque Europa occidental habrá dejado en claro su feroz impotencia militar y Estados Unidos habrá mostrado el nuevo rostro de su vieja tentación aislacionista: la OTAN es corajuda sólo para bombardear a un débil como Belgrado, pero no para contrariar a un fuerte como Moscú.

China, Pakistán, Irán y Corea del Norte sacarán sus propias conclusiones regionales; y quedará en la decisión soberana de Rusia si con esta campaña militar bastó, o si países de la vieja URSS, como por ejemplo Estonia, Letonia y Lituania, serán su próximo objetivo.

En cualquier caso Estados Unidos habrá quedado muy debilitado, prolongando así lo de Siria de 2013.

Si Rusia pierde y Ucrania se mantiene independiente, que es lo menos probable, entonces la bipolaridad Estados Unidos- China habrá quedado definitivamente consagrada para el siglo XXI.

Por un lado, las enormes reservas energéticas de una Rusia sin Putin y anarquizada serán espoliadas por Pekín, que seguramente además se tome revancha del avance ruso del siglo XIX en Siberia y reconquiste aquellos lejanos territorios en donde, hoy, ya tiene mayoría poblacional. Por otro lado, Alemania, que es el nombre del vulgar protectorado estadounidense en Europa, extenderá su influencia económica hacia el Este, y nadie en la Unión Europea tendrá el coraje de independizarse de la OTAN (pobre de Gaulle).

Sólo China puede incidir para que el resultado de esta guerra no sea tan tajante. Si esa intervención resulta exitosa también estaremos ante un nuevo orden internacional, ya que por primera vez en su historia Pekín habrá mediado como hegemon mundial en un conflicto intra- europeo. La bipolaridad estaría así marcada por el retraimiento de Washington, la impotencia de Europa para resolver sus conflictos graves, y una “pax seres” de consecuencias políticas y culturales insospechadas para todo Occidente.

En Ucrania se está escribiendo la historia del siglo XXI. (El País.com.uy)

Editorial de El País.com.uy

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