El Partido Comunista (PC) ha experimentado una reconfiguración interna de fuerzas tras los resultados de la elección presidencial y parlamentaria, marcados por el triunfo inesperado de Gustavo Gatica en el Distrito 8 y el desempeño de la candidata presidencial Jeannette Jara. A pesar de los logros electorales que consolidan al PC como la segunda colectividad más votada de la izquierda, la elección ha dejado en evidencia tensiones entre las facciones internas: los históricos y la disidencia.
La alta votación de Gustavo Gatica (94.444 votos), quien compitió como independiente en cupo PC con el total respaldo del presidente del partido, Lautaro Carmona, arrastró a la Cámara de Diputados a Marcos Barraza (26.235 votos). Este hecho fortalece a Barraza, líder de la disidencia y cercano a Jara, quien había sido purgado de la comisión política a inicios de año. Barraza se perfila como un potencial interlocutor con la derecha en el Congreso, siguiendo el rol que tuvo en la Convención Constitucional.
El presidente del PC, Lautaro Carmona, se fortalece internamente tras la elección de 11 diputados y 3 senadores, lo que demuestra la fuerza de movilización de la «máquina partidaria» controlada de facto por la dupla Carmona-Jadue. Sin embargo, la caída del incondicional a Jadue, Hugo Gutiérrez, en Tarapacá, fue un golpe para los históricos. Este resultado sugiere que el excandidato presidencial Daniel Jadue, aunque mantiene una influencia interna considerable, difícilmente podrá erigirse como el líder de un polo de izquierda, como aspira.
El resultado de Jeannette Jara (26,8%) la dejó debilitada al interior del PC. El pesimismo es alto respecto al balotaje, y el anhelo de una «Jarastroika» —la modernización del PC chileno— se ve como un espejismo en caso de derrota. Los partidarios de Jara culpan a Carmona de haber «bombardeado» la candidatura al moderar su perfil, mientras que el timonel critica a Jara por haberse movido «hacia el centro».
A pesar del choque de acusaciones internas, el análisis predominante es que no habrá una fractura o fuga de militantes. La posible victoria de Kast forzará a disidentes e históricos a cerrar filas y retornar a una izquierda más radical a partir del 11 de marzo, levantándose como firmes opositores al nuevo gobierno. La lucha interna se percibe más como una lucha de poder que de contenido ideológico. (NP-Gemini-Ex Ante)



