Introducción: de la expansión global al repliegue estratégico
Hace apenas unos años, Pekín proclamaba su ambición de conectar Asia, África y América Latina bajo la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Hoy, esa visión expansiva ha debido adaptarse a una realidad más estrecha. Con el crecimiento económico de China en desaceleración, la fuga de capitales extranjeros, el desempleo juvenil en alza y una guerra comercial persistente con Estados Unidos, América Latina se ha convertido en el terreno donde Beijing intenta redibujar su estrategia exterior.
Estrategia de nodos: del despliegue masivo al mapa selectivo
En noviembre de 2024, el puerto de Chancay en Perú fue inaugurado con una línea directa a Shanghái. Operado por COSCO Shipping, se lo presenta como la “puerta de entrada de China al Pacífico Sur”. Al mismo tiempo, China Southern Power Grid adquirió los activos eléctricos de Enel en Perú por unos 3.100 millones de dólares, integrando la red energética andina a su esfera de influencia. Ambos casos reflejan un patrón nuevo: la Franja y la Ruta latinoamericana deja atrás la expansión masiva y adopta una lógica de “pocos pero estratégicos”, centrada en puertos, energía, nubes de datos y cadenas logísticas.
Presión interna y rediseño del alcance global
Según Benjamin Creutzfeldt, del Wilson Center, la política exterior china está hoy constreñida por la debilidad de su economía doméstica. El alto endeudamiento, la crisis inmobiliaria y la salida de inversiones foráneas obligan a Pekín a priorizar proyectos con retorno estratégico antes que grandes préstamos de infraestructura. Datos del Centro de Finanzas Verdes de la Universidad Fudan confirman que, pese a que la inversión global del BRI alcanzó récords en 2025, América Latina solo recibió alrededor del 1%. China ya no busca extensión territorial, sino densidad de influencia.
La respuesta de Washington: competir con instituciones y tecnología
Como advierte Ted Piccone del Brookings Institution, la competencia entre Estados Unidos y China en la región es multidimensional. Washington no pretende replicar el modelo chino de “puentes y carreteras”, sino fortalecer lo que denomina infraestructura institucional y tecnológica: transparencia financiera, soberanía digital y seguridad de datos. El cable submarino Humboldt, firmado en 2025 entre Chile y Google, ilustra este giro: más que una obra de ingeniería, es una apuesta por garantizar que los flujos de información y capital no dependan de una sola potencia.
Reacciones latinoamericanas: cooperación con cautela
Las posturas de los países latinoamericanos frente a Pekín se han diversificado. Perú y Brasil siguen viendo en el capital chino una fuente de dinamismo, mientras que Panamá se retiró formalmente del BRI en 2025, Chile suspendió la evaluación de un observatorio astronómico chino y el centro espacial de Neuquén en Argentina volvió a suscitar dudas por su uso dual. Como señaló Margaret Myers, de la Universidad de Columbia, “la región está aprendiendo a negociar con China bajo sus propios términos, no bajo los de Pekín”.
Perspectiva: de receptores a definidores de reglas
La Franja y la Ruta en América Latina no desaparecerá, pero entra en una etapa de redefinición. Los nodos —puertos, redes energéticas, centros de datos y biotecnología— se convierten en piezas clave de una nueva cartografía de poder. Para Chile y la región, el desafío es mantener la autonomía: aprovechar el capital chino sin hipotecar la soberanía.
Establecer criterios públicos de evaluación, garantizar transparencia contractual y promover la participación de industrias locales debe ser parte del marco mínimo.
En un escenario de competencia global prolongada, América Latina solo conservará su voz si aprende a fijar sus propias reglas. No se trata de elegir entre Washington o Pekín, sino de fortalecer la capacidad de decidir. (NP)
Andrés Liang
Analista en política internacional y relaciones Asia-Latinoamérica



