El comando de la candidata presidencial Evelyn Matthei parece haber asumido que la migración de la derecha hacia la candidatura de José Antonio Kast es irreversible, al menos en el plazo que media de aquí al 16 de noviembre.
En realidad, entre los electores que se identifican con la derecha el favorito fue siempre el candidato Republicano, por quien votaron en diciembre de 2021 y lo volvieron a hacer en diciembre de 2023, cuando convirtió el segundo plebiscito de salida en un referéndum a su liderazgo. Y si estaban con Matthei no era más que porque justamente luego de su segunda derrota por el mismo resultado que en la segunda vuelta de 2021 (56/44) se orientaron a apoyar a la que entonces aparecía como la única capaz de derrotar con certeza a la candidatura del gobierno.
La migración de los electores de derecha tiene menos que ver con los gruesos errores estratégicos de la candidatura de Matthei que hemos comentado en artículos anteriores, que con los aciertos de la candidatura de Kast, focalizado exclusivamente en las prioridades ciudadanas y alejándose de todos los ámbitos donde su posicionamiento es minoritario en la sociedad, lo que le permitió arrebatarle a Matthei la exclusividad de la victoria sobre el gobierno en todos los sondeos de opinión.
Eso liberó vertiginosamente a la gran mayoría de los electores de derecha para orientarse hacia la candidatura que los identificaba. Los múltiples episodios con que Matthei parecía intentar disputarle ese electorado eran completamente inútiles para evitarlo y de paso dañaban su potencialidad para concursar con mayor éxito el voto de centro e independiente.
Se pensaba que el categórico triunfo de Jeannette Jara en una primaria de participación menguada dejaría disponible una franja significativa de electores resistentes a votar por una candidata del Partido Comunista, favoreciendo la recuperación de Evelyn Matthei. Algo de esto seguramente ha ocurrido, pues a pesar de que la migración derechista ha continuado, la candidata detuvo su caída e incluso en algunas mediciones parece haber experimentado una leve recuperación, que se explica porque electores identificados con lo que fue la Concertación han venido a suplir la partida de los votantes de derecha atraídos por la fuerza y viabilidad electoral de Kast. La incorporación de Demócratas y Amarillos a su comando y vocerías parece haber servido al menos para detener la caída y evitar su salida de la competencia por el pasaje a la segunda vuelta.
Pero el triunfo de Jara tuvo también el efecto de reponer al oficialismo en la disputa presidencial, despejar la hipótesis entonces muy plausible de una segunda vuelta entre las dos derechas, y reinstalar el temor a la continuidad e incluso profundización y radicalización del camino del gobierno actual, lo que operó como efecto espejo reforzando la idea de que se necesitan cambios radicales para revertir la situación de estancamiento y decadencia en la que buena parte de la población percibe que se encuentra el país. Esto contribuyó sin duda a reforzar la posición de Kast.
Aunque Jara y Kast se encuentran en posiciones similares en las encuestas, en unas lidera Kast y en otras Jara, alternándose, todo parece indicar que la campaña del candidato respaldado por Republicanos y Socialcristianos no tiene grandes riesgos de zozobrar, porque se mueve en aguas seguras, tiene su frente interno extremadamente ordenado y se beneficiará del flujo migratorio de liderazgos que ya se inició y puede razonablemente esperarse que continúe incluso más allá de la primera vuelta.
Se mueve en aguas amables para su candidatura, incluso cuando deja ver que hará valer su autoridad para hacer avanzar las cosas porque “el Congreso es importante, pero no es tan relevante como imaginan”, exponiéndose al ataque múltiple pero inútil dada la escasa valoración actual del trabajo parlamentario y la demanda de acción a quienes gobiernan. Quizás su mayor riesgo es la tentación de ceder a la presión de su tribu para dar señales ideológicas que escapan del foco de su gobierno de emergencia, como fue el caso de la propuesta de modificación a la reforma previsional recién aprobada, alimentando el temor de la gente a perder beneficios, verdadera kriptonita de la aspiración presidencial de la derecha y particularmente de Kast.
La campaña de Jeannette Jara, en cambio, enfrenta serios problemas, derivados de su dificultad estructural para cuajar un discurso, un programa, una oferta, un tono y una estrategia que sea respaldada de verdad por el ancho y heterogéneo grupo de partidos que la respaldan. Su propio partido, el Comunista, se resiste tenazmente a alinearse detrás del objetivo presidencial y, al contrario, lo sabotea sistemáticamente, como si su interés estratégico estuviera exclusivamente en la defensa de su presencia parlamentaria y del blindaje de sus posiciones ideológicas y políticas. La dirección del PC actúa casi como si un eventual triunfo de Jara significara la destrucción del partido o, al menos, la desaparición del núcleo dirigente que lo conduce.
La heterogeneidad de sus apoyos le hace difícil, por otra parte, tomar decisiones sobre qué ofrecer al país, y la candidata se muestra insegura de sus convicciones o, al menos, dudosa de que éstas le sirvan para mantener unida a su coalición y para conseguir el objetivo de ir más allá del electorado pro-gobierno, lo que resulta indispensable para soñar siquiera con tener opción de ganar la elección cuando la oposición se una en segunda vuelta contra la candidatura del gobierno.
El presidente Boric, por su parte, parece más preocupado de asegurar la unidad política y electoral de sus apoyos, de evitar el naufragio parlamentario de la izquierda y centroizquierda que de la opción presidencial. Pero la candidatura de Jara necesita el respaldo del presidente Boric para que todo su apoyo se traduzca en votos para su opción, y al mismo tiempo requiere distanciarse de él porque si la elección se transforma de manera predominante en un plebiscito al gobierno de Boric el resultado desfavorable está garantizado.
Todo lo anterior explica que el único camino que sigue entreabierto, muy difícil mas no completamente imposible, es que el esfuerzo estratégico del comando de Matthei apunte en las 11 semanas que restan para la primera vuelta, a intentar convertirse en la única candidatura capaz de impedir la llegada de José Antonio Kast al gobierno.
Existe una franja de votantes habituales que se identifica aún con la Concertación, más bien indulgentes con el gobierno o francos opositores, que son más bien contrarios a una alternativa política de continuidad del gobierno actual y un eventual mayor protagonismo del PC -que tampoco encuentra alternativas con viabilidad política y electoral en las candidaturas de Mayne-Nichols y ME-O-, podría responder a los llamados de antiguos liderazgos concertacionistas anunciando una nueva Concertación, esta vez liderada por la centroderecha.
El cálculo, así lo he escuchado de personeros del comando de Matthei, es que ME-O y Artés, al desplegarse en los debates y en la franja, van a drenar votos de la candidatura oficialista, que se debilitaría también por la falta de compromiso de buena parte de su lista parlamentaria, pudiendo caer al 20% y con ello ser alcanzada por Matthei para pasar a segunda vuelta compitiendo con Kast.
Lo que en mayo de 2023 bauticé como segunda vuelta germano-alemana y que, a mi juicio, quedó descartada el día del categórico triunfo de Jara en la primaria, vuelve como objetivo de aquellos que siempre negaron que fuera una posibilidad, porque parece ser la única carta del naipe en la que cifran alguna esperanza. En una segunda vuelta entre las dos derechas, efectivamente podría ganar Matthei, aunque después de sus extravíos de posicionamiento político el resultado devino incierto.
Si, como es previsible, ocurre con la candidatura de Jara lo mismo que con el presidente Boric, es decir, la persistencia porfiada más allá de aciertos y errores, de un respaldo inconmovible que nunca ha descendido del 25%, ni ante los peores problemas y equivocaciones, será muy difícil que la votación de la candidata oficialista se sitúe por debajo de esa cifra, inalcanzable para una tercera candidatura.
El problema adicional de esta estrategia, jugada en serio y a fondo, es que al plantearse contra la derecha que se hizo hegemónica más allá de las fronteras de Republicanos, acelere y profundice el flujo migratorio de sus liderazgos y de lo poco que queda del electorado opositor de derecha con Matthei. El riesgo es alto de que esta migración comience pronto a involucrar a integrantes de la lista parlamentaria de Chile Vamos, ahora que sus partidos ya no tienen la opción de retirar sus inscripciones del Servel, algunos comiencen a expresar su preferencia presidencial por Kast, siguiendo la ruta de sus votantes.
Es el dilema universal, ya lo decía Rubén Darío en uno de sus indelebles poemas:
“Pues el caso es verdadero;
Yo soy el herido, ingrata,
y tu amor es el acero:
¡si me lo quitas, me muero
Si me lo dejas, me mata!” (Ex Ante)
Pepe Auth



