Nostalgia noventera- Juan Ignacio Brito

Nostalgia noventera- Juan Ignacio Brito

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Los últimos días dejan en evidencia la aguda nostalgia noventera que padecen algunos. Aunque el ejemplo más obvio es el anuncio de que Ricardo Lagos está “disponible”, las palabras de Andrónico Luksic parecen aún más reveladoras de lo inútil que es ese afán.

Sin desmerecer el enorme mérito de quien logró la exclusiva después de cinco años sin entrevistas, resulta innegable que ahora el efecto fue menor al que habría tenido una publicación similar durante los 90. El empresario sigue siendo un personaje importante, pero las circunstancias han cambiado y él no parece haber tomado debida nota de ello.

Porque Luksic le habla a un país que ya no existe. Cree que todavía es posible proponer consensos fáciles y para ello recurre a frases que habrían causado impacto en los 90 (“levantar al país entre todos”), pero que suenan huecas y poco realistas en el Chile actual.

Haría bien en tomar nota de algunas realidades: el país se ha polarizado, los empresarios están desprestigiados y no tienen fuerza moral para proponer grandes acuerdos, y nadie cree a estas alturas que el mayor obstáculo para el progreso de Chile es que el Estado no funciona.El problema es la crisis de confianza que han provocado actitudes como la que él tuvo en el origen del caso Caval, donde ha reconocido que cometió un error.

Es una utopía pretender hoy el retorno de los grandes acuerdos. ¿Cómo consensuar una reforma a la educación superior cuando las visiones sobre lo que es una universidad son radicalmente contradictorias? ¿Es concebible un pacto con quien exige un sistema de reparto, como el movimiento No+AFP?  ¿Cómo convencer al que considera que la voz de la calle representa a las mayorías y se organiza para promoverla? Como ha escrito Alfredo Jocelyn-Holt, en los 60 se hablaba de avanzar sin transar; en los 90, de transar sin parar: todos estábamos de acuerdo y los que desafiaban los consensos básicos se hallaban en el margen del sistema. Hoy ya no es así y el resultado es que ni transamos ni avanzamos.

Luksic debería decirnos en qué cree realmente y defenderlo con sinceridad y valentía. Fue lo que hizo cuando el diputado Gaspar Rivas lo insultó sin piedad ni decencia. En otros temas, sin embargo, eso parece muy difícil para un empresario que afirma haber aprendido de su padre que el suyo es el partido del gobierno. ¿Y si el gobierno es como el actual y conduce al país a la crisis que el mismo Luksic diagnostica? Hoy, mejor que tratar de usar frases hechas de plástica y vacía flexibilidad, corresponde ser transparente respecto de lo que uno cree y promoverlo lealmente de cara a la sociedad, intentando convencerla de que lo que se propone es lo más conveniente. O se defiende algo o se marca el paso.

Una de las reglas de toda comunicación en el espacio público es hablar cuando se tiene algo significativo que decir. El resto es voluntarismo o, peor aún, vanidad.

Las frases antiguas ya no sirven: no convencen ni proveen soluciones reales. Ni siquiera un “poderoso” como Luksic puede eludir las reglas que determinan el debate actual.

 Juan Ignacio Brito

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