Nostalgia del plebiscito de 2022

Nostalgia del plebiscito de 2022

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La profunda y autodestructiva división de la derecha chilena de cara a las elecciones presidenciales y legislativas del 16 de noviembre inevitablemente alimenta la nostalgia de la unidad que se produjo entre las fuerzas que defienden el libre mercado y la democracia para el primer plebiscito constitucional de septiembre de 2022. La derecha fue incapaz de privilegiar la defensa de los valores y principios que hicieron que Chile fuera el país más exitoso de la región entre 1990 y 2014 por sobre los mezquinos y personalistas intereses de los distintos partidos que defienden más o menos lo mismo. Por eso, el resultado de la elección del 16 de noviembre tendrá el sabor amargo de una victoria parcial y limitada. Lo que pudo haber sido una nueva derrota aplastante para esa izquierda fundacional, estatista, torpemente voluntarista y dañinamente woke no ocurrirá. Aunque una amplia mayoría de los chilenos volverá a votar contra esa izquierda radical e irresponsable, la división de la derecha convertirá un resultado que debió ser rotundo en una victoria limitada que mantendrá con vida a la coalición de gobierno que peor lo ha hecho desde el retorno de la democracia en 1990.

En septiembre de 2022, una incuestionable mayoría de 61.9% de los chilenos rechazó de forma categórica y rotunda la propuesta de nueva Constitución redactada por la Convención Constitucional. Electa en mayo de 2021, en el fervor de la fiebre octubrista, la Convención estaba compuesta por una mayoría de izquierda radical en la que dominaban los independientes que decían representar a la sociedad civil. La frase de “el pueblo unido avanza sin partidos” se convirtió en el símbolo de un experimento irresponsable y radical. Afortunadamente, después de un año de deliberaciones, en lo que fue un triste espectáculo de insensateces, inmadures y extremismo radical de izquierda, el electorado nacional concurrió masivamente a las urnas para rechazar, on orden y tranquilidad, el texto que fue apropiadamente calificado como mamarracho. Precisamente cuando el país estaba por caer el precipicio de la irresponsabilidad y el mal gobierno, los chilenos lograron, con su voto consciente y responsable, salvar al país.

Tres años después, dominada por su incorregible tendencia hacia la radicalidad, la izquierda vuelve a ofrecer al país un camino hacia el fracaso con ideas estatistas que no han funcionado en ninguna parte y con un liderazgo de una mujer que milita en un partido que no cree ni en el capitalismo ni en la propiedad privada. Aunque el lobo se vista de oveja, es innegable que el Partido Comunista rechaza todos esos valores que lograron que Chile fuera el país más desarrollado de América Latina. Si bien la militante comunista Jeannette Jara insiste en repetir que es la candidata de una coalición de centroizquierda, los valores que inspiran a la candidata son los opuestos a los que han permitido el crecimiento económico y la consolidación de la democracia en Chile y el mundo.

Por eso, comprensiblemente, una amplia mayoría de los chilenos rechaza la candidatura de Jara. Las encuestas muestran que más del 60% de las personas están inclinadas a votar por candidaturas que se oponen a lo que ha hecho este gobierno y a lo que propone Jara. Aunque el hecho de que esta elección es con voto obligatorio, y por lo tanto resulta difícil anticipar cómo votarán todos esos electores que irán obligadamente a las urnas, las encuestas muestran sistemáticamente que la mayoría de las personas creen que el país va por mal camino y que es necesario dar un giro a la derecha.

Ahí es donde surge el problema. Hay cuatro candidaturas que se identifican con la derecha. Entre todas, sumarán más del 60% de la votación, un resultado similar al que recibió el Rechazo en el plebiscito de 2022. Esa división de la derecha evitará que la derrota de Jara sea un portazo en la cara contra las ideas radicales de izquierda que ella representa y personifica. Para empeorar las cosas, la división en la elección parlamentaria resultará en una representación sustancialmente menor para ese sector de lo que hubiera ocurrido si la derecha se hubiera presentado en una lista. Lo que pudo haber sido una mayoría abrumadora para la derecha en el Congreso, no se materializará simplemente porque los partidos pusieron sus intereses individuales por sobre el bienestar del país.

Algunos dirán que no tiene sentido llorar sobre la leche derramada. Pero nadie puede tampoco desconocer las consecuencias de las malas decisiones que tomó la derecha. Ha desperdiciado dos inmejorables oportunidades para que ese descontento popular que existe contra la irresponsable izquierda se transforme en un incuestionable mandato popular. Este 16 de noviembre, pese a que una amplia mayoría del electorado votará por un candidato de derecha, la primera mayoría relativa la obtendrá la candidata del Partido Comunista. A su vez, pudiendo haber fácilmente asegurado una mayoría en ambas cámaras, la derecha está con los dedos cruzados para que la izquierda no se lleve también una mayoría de los escaños en ambas cámaras. (El Líbero)

Patricio Navia