La sugerencia de que en un gobierno de José Antonio Kast habría menos paz social y más posibilidades de un nuevo estallido popular sólo refleja la falta de argumentos sólidos para apoyar las opciones de los candidatos desde cuyas campañas se emiten esas advertencias. Además de desconocer el hecho que el estallido social se produjo como un rechazo a la clase gobernante en su conjunto -y no sólo al gobierno derechista de Sebastián Piñera- este falaz argumento recuerda a la inaceptable advertencia que emitió el dictador Augusto Pinochet cuando dijo que las opciones en el plebiscito de 1988 eran “yo o el caos”. En vez de intentar asustar a la población con advertencias apocalípticas sobre una victoria de Kast, los partidarios de Jeannette Jara y Evelyn Matthei deberían centrarse en mostrar por qué sus candidatas presumiblemente son mejores opciones para poner al país de regreso en el sendero del crecimiento sostenido y desarrollo armonioso.
En 1988, cuando se acercaba el plebiscito en que los chilenos debían optar por un nuevo periodo presidencial de ocho años para Pinochet o elecciones abiertas un año después, ante la evidente desventaja que llevaba en las encuestas, Pinochet advirtió que las dos opciones en el plebiscito eran el continuismo de su dictadura o el caos que presumiblemente implicaba avanzar por el camino de la democracia. Los chilenos no se asustaron con la advertencia de Pinochet y, pese a que la economía ya estaba en franca recuperación, optaron por un cambio que llevara al país por el sendero de la democracia.
37 años después, la izquierda que democráticamente ostenta el poder y la derecha que gobernó entre 2010 y 2014 y entre 2018 y 2022 han decidido desenterrar la advertencia de Pinochet y alegan que una victoria del derechista radical Kast aumentaría las posibilidades de un nuevo estallido social. La falacia del argumento radica en que el estallido social que se produjo en 2019 ocurrió cuando gobernaba un Presidente de centroderecha, no uno de extrema derecha. Además, el descontento popular no se produjo por la ideología del gobierno sino por la percepción generalizada de que el país estaba estancando, escaseaban las oportunidades y el gobierno era sordo a las necesidades de las personas. Es más, las encuestas mostraban claramente que la gente estaba descontenta con la élite política en su conjunto, no sólo con el gobierno. Luego, resulta cuando menos irónico que la misma élite política que alimentó el descontento popular en 2019 comience ahora a advertir que si alguno de ellos no vuelve al poder, aumentarán las posibilidades de un nuevo estallido social.
Es verdad que todos los candidatos, de una forma u otra, quieren convencer al electorado de que ellos son mejores y los demás son peores. El propio Kast y su equipo nos han recordado múltiples veces lo desastroso que han sido las políticas económicas que tradicionalmente han implementado los gobiernos comunistas. La candidata comunista Jara parece haber concedido el punto al insistir en que ella es la candidata de una coalición amplia de centroizquierda (evitando hacer referencia al Partido Comunista en sus actividades de campaña). Pero, a diferencia de la advertencia sobre un posible nuevo estallido social, la advertencia de Kast se basa en un hecho indesmentible. Los gobiernos comunistas han sido un desastre donde quieran han gobernado.
Una advertencia más apropiada contra una posible victoria de Kast sería subrayar su condición de extrema derecha. Aunque se ha moderado respecto a sus campañas de 2017 y 2021, las posturas de Kast siguen estando mucho más a la derecha que las de Matthei o las que tuvo Piñera. Para sus partidarios, eso es algo bueno. Para sus adversarios, es una amenaza a la democracia. Pero la evidencia muestra que los gobiernos de extrema derecha que han llegado al poder en las últimas décadas han sido en general respetuosos de la democracia. Si bien en Brasil, el Presidente Jair Bolsonaro intentó desconocer los resultados de las elecciones de 2022, en Brasil la democracia sobrevivió.
En América Latina, en las últimas dos décadas, todos los quiebres democráticos han ocurrido con gobiernos de izquierda que devinieron en autoritarismos. Los casos de Venezuela y Nicaragua nos recuerdan que la izquierda ha hecho más por subvertir los procesos democráticos que la derecha en América Latina en años recientes. Acusar a Kast de ser una amenaza a la democracia resulta injusto si no se advierte también sobre el historial complejo de sus rivales con la defensa irrestricta de la democracia. Tanto Matthei como Jara, por mencionar a las dos candidatas desde cuyas campañas han salido las advertencias de posibles estallidos sociales si ellos no gobiernan, han apoyado a dictaduras en distintos momentos de sus vidas. Hace sólo unas semanas, Jara declaraba que Cuba tenía otra forma de democracia. Hasta hoy, Jara no ha dicho que Cuba es dictadura.
Las elecciones son siempre momentos de especial tensión y polarización. Los candidatos comprensiblemente exageran sus fortalezas y minimizan las de sus rivales. Pero cuando los candidatos o sus aliados más cercanos caen en el juego de sugerir que si ellos no gobiernan, el país se sumirá en el caos, reaparece el fantasma de Pinochet y de ese autoritarismo que no entiende que la esencia de una democracia es que haya más de una opción legitima para que la gente pueda escoger soberanamente. (El Líbero)
Patricio Navia



