No solo es la plataforma, es el sistema

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La educación chilena respira con un amenazante estertor. Los recientes resultados entregados por la Agencia de Calidad de la Educación a partir del Diagnóstico Integral de Aprendizajes 2021 son muy preocupantes, no solo porque entre 6º básico y III medio ninguno de los niveles obtuvo en promedio una nota azul en matemáticas y lenguaje -a pesar de la priorización curricular que se hizo-, sino también porque muestra la reiteración de un problema más profundo. Este tiene relación con el modelo mismo de educación, el cual está estancado desde hace más de una década según diversas evaluaciones nacionales e internacionales.

Choca ver que los números sorprenden a pocos. Lo cierto es que, además de que el diagnóstico coincide con las proyecciones que se habían hecho al respecto, las grandes brechas que arrastramos entre la educación que reciben aquellos alumnos de mayor vulnerabilidad, versus los de menor vulnerabilidad, no han hecho otra cosa que profundizarse. A modo de ejemplo, cabe destacar que en la evaluación recién mencionada se evidencia que hay más de 10 puntos porcentuales de diferencia en los logros de aprendizaje entre estudiantes del mayor nivel socioeconómico en comparación con los de nivel más bajo.

Algunos atribuyen parte de estos resultados a la baja reapertura de las aulas -un 34% de los establecimientos que pueden abrir han retornado y solo el 17% de los municipales lo ha hecho, lo que perjudica aún más a los alumnos vulnerables-, y/o a la imposibilidad de muchos establecimientos para acceder a Internet -más de 2.600 locales sufren este problema, de los cuales el 47% es rural-. Sin embargo, dar respuestas a estas necesidades es solo el “desde” para mejorar la educación. Claro que se deben retomar las clases si es posible y mejorar la conectividad en todo el país, mas no es suficiente.

Si bien el Mineduc y sus respectivas instituciones han intentado llevar a cabo un esfuerzo importante para sobrellevar esta difícil situación, aún faltan medidas capaces de integrar los estragos de la pandemia y las fisuras previas a la crisis sanitaria. Se debe concebir un plan integral, transversal y sostenible, que justifique la importante inversión que se realiza en esta área, ya que según la OCDE somos el país de la región que más invierte en educación en proporción con el PIB, aunque los resultados de desempeño no parezcan corresponder.

En esta línea, cobra mucho valor la idea de crear una Unidad Especializada en la Recuperación Educativa, que lidere un plan para disminuir estas secuelas, redireccionando los recursos necesarios; actualizando la priorización de los programas educativos; haciendo un seguimiento socioemocional y apoyando a las comunidades afectadas; y posibilitando mejoras de conectividad e infraestructura para disminuir los riesgos de contagio, al mismo tiempo que considera las falencias previas del sistema. Sé que no es una receta única ni infalible, mas sí es una alternativa que nos podría acercar a la búsqueda de una cura para este “virus formativo”. Solo así nos iremos acercando a la educación del futuro que tanto anhelamos. (La Tercera)

Sebastián Izquierdo

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