A más de un mes desde el estallido social, no solo nos mantienen en alerta los niveles de enfrentamiento y violencia en las calles, sino también las repercusiones emocionales que estos sucesos podrían generar sobre el desarrollo de nuestros niños y niñas; quienes no han estado ajenos al estrés, tensión e incertidumbre que la crisis ha provocado sobre su entorno. Es por esto que las imágenes de niños inocentemente profesando cánticos proselitistas o de niños participando en situaciones de violencia y barricadas nos preocupan.
¿Por qué en medio de una crisis, que permea todos los ámbitos, han surgido acciones que los han incentivado a participar, como si fuera un juego, de este escenario tan complejo? Lo que ha sucedido en algunos centros educacionales, que han traspasado lo que significa formar, es un asunto grave, ya que nuestros educadores son un pilar esencial para instruir e iluminar en medio de la crisis, pero sin hacer distinciones políticas, ni profesando que el mundo se divide entre dos miradas contrapuestas y no dialogantes.
Es deber de todos proteger a niños y niñas, además de brindarles un espacio contenedor y seguro para que en ellos no surjan aprensiones ni tensiones que aún son incapaces de canalizar. Chile requiere de una nueva generación volcada hacia el bien común, empática, comprometida, respetuosa de la diversidad y orientada a reflexionar libremente. Solo así, niños y niñas podrán desarrollarse de manera íntegra y con la altura de miras necesaria para fortalecer nuestra democracia y nuestro país.
La escuela es por excelencia donde se desarrolla el pensamiento crítico y se conocen los principios, valores e historia que forjan nuestra identidad. A esto se suma el fundamental rol que ejercen las familias para cultivar solidaridad, sentido de pertenencia y desde donde deberían nacer el respeto, la tolerancia y la conciencia de que todos somos llamados a aportar desde nuestras realidades, experiencias y vocación. Una sana convivencia social no se nutre del proselitismo de los niños, sino a partir del ejemplo de los adultos que los rodean, cuyas actitudes y creencias debieran orientarse a construir confianzas y entendimiento y así potenciar al máximo su desarrollo.
Hoy nuestro principal esfuerzo está enfocado a contribuir para que niños y jóvenes no solo sueñen, sino que puedan alcanzar sus metas y consolidar su proyecto de vida. A la vez, sostenemos una preocupación genuina por la gran cantidad de jóvenes que están participando en funas, agresiones, saqueos, barricadas y otras situaciones de agresividad social. La transgresión a las normas y la comisión de delitos amparados en la masa atentan contra su futuro y les provocarán mayor frustración, ya que la violencia jamás ha sido un canal legítimo para el desarrollo de una sociedad. Esto solo genera inestabilidad, fragmenta aún más a la ciudadanía y no permite consolidar una agenda social, donde niños, niñas y jóvenes debiesen ser protagonistas.
A pesar de los últimos acontecimientos, nuestro compromiso con las nuevas generaciones se mantiene incólume. Es por eso que cada día que transcurre es vital para seguir trabajando de manera preventiva con los niños y jóvenes del país. No los queremos ver encapuchados en las calles, encendiendo barricadas o insultando a las autoridades, sino insertos constructivamente en los distintos espacios de nuestra sociedad.
Todos somos responsables de mejorar el complejo escenario que nos afecta. Las familias son esenciales para construir futuro, ya que son los primeros referentes de sus hijos, quienes necesitan de su protección y cuidado para canalizar sus inquietudes y recibir sus pensamientos sobre esta crisis. Los niños y niñas de Chile merecen de nuestra máxima atención, pero sobre todo de nuestro ejemplo, no solo para superar esta crisis, sino también para construir un país cuyas futuras generaciones, cuando salgan a marchar, no sea por rabia o frustración, sino para entregarle a Chile su mirada sobre cómo puede mejorar aún más.
Carol Bown Sepúlveda
Subsecretaria de la Niñez
Ministerio de Desarrollo Social y Familia