Parece del caso colaborar a la comprensión lectora de Carlos Larraín y señalar que lo que he afirmado es que Carl Schmitt, un pensador revivido hoy por sectores políticos de izquierda y de derecha que como el jurista alemán creen que la política no es entre adversarios con los que conversar, sino entre enemigos que perseguir, fue, de hecho, un nazi y un cristiano. Nunca he sostenido que los cristianos hayan sido todos nazis, si bien sugerí el hecho evidente e incomprensible de que algunos cristianos chilenos hayan dado su apoyo a una dictadura local de largos 17 años que pasó claramente por encima de los principales valores de ese credo: vida, verdad, libertad, caridad, perdón.
¿Cómo podría haber sostenido que existe una relación directa entre nazismo y cristianismo si en el caso de Chile las únicas organizaciones que no se arrodillaron ante nuestra dictadura fueron iglesias cristianas —la Católica y algunas evangélicas—, hasta el punto de que la primera de ellas, con algunos de sus obispos apedreados por partidarios del régimen militar en el aeropuerto de Santiago a la vuelta de un viaje, se transformó en la más valiente, visible y eficaz opositora a una dictadura que, como todas, de cualquier signo o color que sean, hizo uno de sus objetivos violar derechos fundamentales de los opositores? (El Mercurio Cartas)
Agustín Squella


