Nada más importa

Nada más importa

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El día de ayer se cumplió un hito, los 31 años de la publicación de The Black Album de Metallica, quizá uno de los más escuchados de la banda. Si bien muchas de sus canciones son verdaderos himnos del rock, hay una que suele ser de esas que se tocan al final de los conciertos, desatando la euforia del público, Nothing else matters, que traducido sería como “Nada más importa”.

Lo traigo a colación porque a tres semanas del proceso eleccionario más importante en esos mismos 31 años, la actitud y acciones de muchos son una versión burda del actuar como si nada más importara.

Y claro, el plebiscito del 4 de septiembre es de suma importancia. Y algunos, entusiasmados con un texto de izquierdas y la posibilidad de “ir por todo”, en la lógica de barra brava, responden a cualquier crítica al proyecto de Constitución con descalificaciones, acusaciones de fake news, funas y violencia digital, cancelación y el intento por suprimir cualquier voz disidente. Incluso de periodistas.

Para esa lógica, hay una sola lectura aceptable del texto y la exégesis es oficial. El gobierno también se ha sumado a esta idea de que sólo habría una manera de interpretar el texto, abrazando con celo su rol protagónico en la campaña de las izquierdas.

Se entiende. Fue el ministro Jackson -que ha faltado a la debida prescindencia, según la Contraloría- quien primero sostuvo que la nueva constitución era condición sine qua non para el cumplimiento del programa, y que se “quedarían sin herramientas” en caso de ganar el Rechazo. Después, el gobierno diría que en el plebiscito había dos opciones y punto. Pero la dura verdad los llevó a terminar instando a un acuerdo de algunas izquierdas, para reformar inclusive antes de aprobar.

Y este llegó. En 5 puntos se comprometen a 13 cambios, desde limitar el consentimiento previo indígena y la justicia paralela, pasando por un sistema mixto en pensiones, salud y educación, hasta incorporar el estado de emergencia y cambiarle el nombre a los Sistemas de Justicia.

Pero habían pasado escasos minutos del acuerdo cuando el presidente del PC dijo que no podía garantizarlo, que convencionales de izquierda y extrema izquierda lo negaran, que otros sostuvieran que era para “salir al paso de la desinformación” o que en realidad no cambiaba “nada del corazón de la propuesta”.

Y es que claro, emergió la dura verdad: el texto del acuerdo es la ratificación de que la exégesis oficial estaba equivocada, de que el texto tiene graves omisiones, que genera múltiples incertezas, que cualquier cambio requerirá altos quórums, potencialmente plebiscitos ratificatorios, que efectivamente sería necesario consentimiento indígena en amplias materias, y que, en fin, la campaña que acusaba a todo de fake, era en realidad, fake.

Pero algunos seguirán disponibles a casi todo por ganar una elección, como si nada más importara, como si no hubiera nada el día después, y no fuera esencial cómo quede nuestra democracia y convivencia. Sad but True. (La Tercera)