Sabemos que algo no está bien en el mundo cuando una madre debe ser testigo de la muerte de su hijo. Hay también otra forma de dolor inexplicable y sin consuelo: tener que padecer dos veces la muerte de un ser querido. Eso es lo que pasa cuando se pierde un órgano destinado a donación.
Por eso quisiera exhortar al responsable de esto a que revise sus prioridades humanas, para que en el futuro un hachazo burocrático no vuelva a infligir un sufrimiento gratuito y perfectamente evitable a quienes menos lo merecen.(Cartas El Mercurio)
Jorge Martínez



