Los ministros de la OTAN se reunieron en Turquía la semana pasada para discutir los distintos avances para incrementar sus presupuestos de defensa, específicamente los rubros de inversión, para estar en condiciones de enfrentar una serie de amenazas presentes y futuras.
El llamado de Estados Unidos tanto intransigente como aspiracional, es que los estados deben de asignar 5% de su Producto Interno Bruto (PIB) para sus fuerzas armadas. Para tener un rango comparativo, el promedio mundial es del 2.2% y la meta aspiracional de la OTAN era de 2%, a la que muy pocos países se acercan.
Estados Unidos invierte 3% de su PIB en defensa, por lo que en su condición actual está por debajo de su propia meta. Infortunadamente, el sistema internacional atraviesa por una era de coerción en donde el «poder duro» tiene más relevancia.
El poder duro consiste en el empleo de medios militares, económicos y comerciales para forzar a que otras naciones actúen de cierta manera, contrastando con el poder blando, que se centra en el uso de la influencia diplomática, ideológica y cultural para persuadir a otras naciones a actuar.
Ante la amenaza de una serie de guerras en Europa propiciada por Rusia, en Asia que involucren a Japón, Corea, Taiwán, Filipinas, Vietnam y China, o en Medio Oriente que incluyan (entre otros) a Israel, Gaza, Irán y Yemen, ahora se suman India y Pakistán, que intercambiaron bombardeos la semana pasada. Es probable que, dado el momento en que la coerción tiene tanta fuerza, pronto se sumen más amenazas y más países a la lista.
Para México, por ahora, el riesgo principal continúa centrándose en el poder político, económico y la capacidad de generación de violencia (llamémosle paramilitar) del crimen organizado.
Para forzar una serie de acciones en México, el poder duro de Estados Unidos se manifiesta mediante aranceles, desplazamientos militares a la frontera, amenaza de operaciones militares unilaterales y sanciones judiciales y económicas.
Si bien, la semana pasada se publicaron un par de proyectos destinados a fortalecer las capacidades de la Secretaría de Marina, estos tienen más que ver con una necesidad táctica que con un modelo de coerción.
Incluyen la construcción de siete buques de patrulla oceánica en astilleros de marina para reemplazar buques similares, pero que tienen ya más de 80 años en servicio, un plan de modernización aeronaval que prevé la compra de 10 avionetas de vigilancia, seis helicópteros tácticos y cuatro de entrenamiento.
Si bien, este es un paso inicial que prevé un ligero incremento de recursos, valuados en 17,523 millones de pesos (unos 900 millones de dólares), las necesidades del país demandarán mucha más inversión y muchas más acciones.
México deberá destinar como mínimo el 1% de su Producto Interno Bruto a las fuerzas armadas, acompañada de voluntad política, si es que queremos ver algún tipo de cambio positivo en las condiciones de seguridad. (El Heraldo México-Red NP)
Íñigo Guevara
Director de la Compañía de Inteligencia Janes
Profesor adjunto de Georgetown University, Washington DC