Mestizaje

Mestizaje

Compartir

Normalmente, nos referimos al mestizaje ignorando lo profundo de esta expresión. La identificamos con un cruce biológico. También lo es. Pero el nuestro es esencialmente un asunto cultural. Cruces de pueblos y razas los ha habido siempre y en todo lugar. El nuestro no deriva solo del encuentro y choque entre indígenas y españoles. Ese fue un primer momento. De allí resultó un indígena derrotado, ensimismado y receloso de la cultura occidental y un conquistador seguro de imponer su cultura.

Sucede que cuando el derrotado está viviendo una etapa de búsqueda y superación de sus formas y medios tradicionales en el momento del choque, aprovecha de asumir del vencedor ciertos valores que le facilitan esa búsqueda y, en la adaptación, enriquece su espíritu y renueva sus características.

No fue el caso de los indígenas chilenos y americanos en general, en quienes produjo una derrota anonadante y refractaria a lo occidental. Posteriormente, los descendientes de aquellos indígenas, unidos a los biológicamente mezclados y a los españoles pobres, formaron “el bajo pueblo”, un estrato social marcado, desde el punto de vista de los “civilizados”, solo por lo rutinario y la extrema valoración del esfuerzo físico. Sin embargo, sus valores tradicionales respecto de familia y trabajo, la creatividad de su vena poética y musical y su original asimilación de la religión católica fueron ignorados y desdeñados por las élites.

La conquista y el mundo rural resultante generaron una comunidad de vida con las élites, lo que hizo compartir en gran medida esas formas y valores, moldeando nuestra cultura en el marco del barroco hispanoamericano. Las ideas ilustradas y progresistas prevalentes desde fines del siglo XVIII rompieron ese mundo. Ellas marcaron una frontera irreductible entre la civilización que caracterizaría a las élites y la barbarie del mundo popular, rural y urbano. La clase media, expandida con las ciudades y la educación, pero con restringidos medios económicos, apegó a lo “civilizado”.

Hoy, todos somos mestizos. Cada uno a su manera y cultivando códigos propios. Las élites, principalmente intelectuales y políticas (las sociales y económicas se han difuminado con la movilidad social), con su idea de no ser mestizos, al igual que la clase media, y el pueblo, con sus manifestaciones “populares”. La falla de una educación, que antes transmitía valores occidentales, permite hoy una amplia vía para el afloramiento del mestizaje subyacente en todos. (El Mercurio)

Adolfo Ibáñez