Quiero comentar las consultas ciudadanas de anteayer domingo. Comienzo por destacar todo lo mucho de positivo que tiene el hecho de haberse generado un espacio de conversación en que más de 100.000 vecinos pudieron expresar su preocupación por algunos de los problemas que amenazan nuestra convivencia y el bienestar de niños y jóvenes. Y así como valoré a los 200.000 compatriotas que organizaron encuentros locales y cabildos hace tres años, hoy también valoro la decisión de ocho alcaldes por abrir cauces para que las familias puedan hacerse oír.
Soy un convencido de la importancia de la participación. Tengo muy claro que nadie conoce mejor los problemas que afligen realmente a una comunidad que las mismas personas que la integran. Desconfío de las aproximaciones meramente tecnocráticas.
Dicho lo anterior, debo señalar que las consultas recientes sobre horarios para niños y adolescentes presentaron graves fallas. Llamo la atención, en primer lugar, sobre la ambigüedad de las preguntas ¿qué es lo que realmente se estaba preguntando? ¿Alcaldes pidiendo apoyo para retirar de las calles a los menores infractores del toque queda? ¿Alcaldes pidiendo autorización para hacer una “recomendación”? ¿Alcaldes dando espacio para que se exprese una inquietud? Me preocupa, en segundo lugar, un cierto desdén por las reglas competenciales de nuestro estado de derecho. No deja de ser peculiar, en fin, esto de partir aprobando las cosas y “después se verá” qué es lo que realmente se puede hacer.
Dependiendo de cómo se organizan, los plebiscitos pueden ser tanto una instancia para desafiar la inercia o faltas de los representantes (como ocurre en Uruguay, en Italia) o puede ser un vehículo para que las autoridades de turno afiancen su poder. Si los incumbentes eligen cuándo y qué preguntar, es altamente probable que nos encontremos con preguntas como la que la dictadura hizo a los chilenos en la vergonzosa consulta de 1978: “Frente a la agresión internacional desatada en contra de nuestra Patria, respaldo al Presidente Pinochet en su defensa de la dignidad de Chile, y reafirmo la legitimidad del gobierno de la República para encabezar soberanamente el proceso de institucionalidad del país” (Sobre la opción «Sí» había una bandera chilena, mientras en el «No» había una bandera negra).
Hace un tiempo, Lavín organizó otra consulta, esa vez sobre el destino del Parque Intercomunal Alberto Hurtado. Llamó, entonces, la atención la forma maniquea de presentar las opciones. El Sí estaba asociado a un parque paradisiaco (con imágenes de prados y bosques muy verdes y playas color turquesa), el No se presentaba con poca información y con imágenes grises de algo que más parecía un sitio eriazo.
Los vecinos queremos ser escuchados. Tenemos cosas que decir. No es mucho pedir, me parece, que las preguntas se hagan bien. Y así, de paso, despejaremos la sospecha de estar ante eventos de precampaña.
Patricio Zapata/La Tercera


